La Vanguardia (1ª edición)

Por un puñado de basura

- GLORIA MORENO Barcelona

Los suecos importan cada año miles de toneladas de residuos no reciclable­s para generar energía y Noruega los acusa de competenci­a desleal Los noruegos no logran rentabiliz­ar sus incinerado­ras porque los suecos se quedan los residuos

Ya no importa la suciedad, ni los malos olores. La basura se está convirtien­do en un bien preciado en países como Suecia, que cada año importa ingentes toneladas de residuos para incinerarl­os y generar así energía. Es un negocio suculento, en el que el intercambi­o funciona al revés: el exportador es quien paga al que recibe la mercancía por hacerse cargo de ella. Un incipiente comercio, no obstante, que está sembrando discordia con la vecina Noruega, cuyo sector se queja de los bajos precios y la competenci­a desleal de los suecos.

Incinerar la basura no reciclable para producir energía contamina mucho menos que arrojarla a vertederos. Estos emiten grandes cantidades de metano, un potente gas de efecto invernader­o que constituye una seria amenaza para el planeta. Además, los defensores de la incineraci­ón destacan que su sistema permite acabar de sacar partido a unos residuos que ya no sirven para nada y de los que igualmente hay que deshacerse de alguna manera.

En Suecia, sólo el 1% de la basura acaba bajo tierra. Del 99% restante, la mitad es reciclada y la otra mitad quemada para generar electricid­ad y calentar las casas. Es algo que los suecos llevan haciendo desde hace décadas. Sin embargo, las tasas de reciclaje aumentan año tras año, lo que hace que las incinerado­ras dispongan de pocos residuos propios y tengan que ir a buscarlos fuera.

En pocos años, la industria se ha dado cuenta del gran beneficio económico que puede producir este mercado. Por un lado está el objetivo de la UE, que se propone reducir de manera sustancial la basura que acaba en los vertederos. Y por el otro, está la ventaja comercial que implica cobrar por partida doble, primero, por recibir la maloliente materia prima y, después, por la energía que se genera con ella.

Esta alta rentabilid­ad ha hecho que, en los últimos años, Suecia haya construido todavía más incinerado­ras a pesar de no tener suficiente basura en su propio territorio para abastecerl­as. Además, el país ha eliminado el impuesto que cobraba antes por la quema de basura. Y también ha reducido a la mitad sus precios a fin de atraer a más clientes. Cada tonelada de desechos ha pasado de costar unas 900 coronas suecas (100 euros) a unas 450 (50 euros).

Pero esta situación no gusta en Noruega. Este país empezó a apostar por la generación de energía a partir de desechos no reciclable­s hace menos tiempo. Una pieza clave en esta política fue la prohibició­n de los vertederos, que entró en vigor en el 2009. Sin embargo, los bajos precios que aplica Suecia hacen que las nuevas y modernas incinerado­ras construida­s por Noruega no logren rentabiliz­ar su inversión, puesto que se han visto obligadas a bajar el precio de la basura para evitar que los municipios mandaran sus desechos a Suecia. Aun así, muchos todavía lo hacen.

La empresa HIM, por ejemplo, que gestiona los residuos de varias localidade­s pequeñas situadas en la costa oeste del país, se los vende a una planta sueca. Para ello, sus camiones recorren unos 750 kilómetros de distancia por malas carreteras en lugar de llevarlos a la central noruega de Stavanger, que queda mucho más cerca, a 80 kilómetros.

“Los suecos se llevan la mitad de los desperdici­os de los hogares noruegos”, se queja Torbjørn Leidal, jefe del proyecto Rammevilkå­r 2015, que agrupa a la mayor parte de las incinerado­ras noruegas y cuyo objetivo es conseguir que el Gobierno de su país obligue por ley a los municipios a tratar su basura en la planta de combustión más cercana. Según cuenta, la bajada de precios también ha hecho que resulte más barato incinerar la basura en Suecia que reciclarla en Noruega, lo que explicaría que en estos últimos años, la tasa de reciclaje de este país haya descendido del 44% en el 2008 al 37% actual. Por lo demás –añade–, “si de lo que se trata es de avanzar hacia una gestión de los residuos más respetuosa con el medio ambiente, no parece que transporta­r los desechos hasta Suecia sea la solución más ecológica”.

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JONATHAN NACKSTRAND / AFP

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