La Vanguardia (1ª edición)

Desgarro andaluz en Mataró

- Joaquín Luna EL MIRADOR

Más allá de la campaña y los deseos imposibles, “presidente, presidente” (por Miquel Iceta), la presidenta de la Junta, Susana Díaz, reconfortó ayer a los andaluces que viven en Catalunya y andan con el corazón desgarrado. De esa desazón iba el mitin celebrado anoche en el Tecnocampu­s de Mataró por el PSC con Díaz como invitada y “los otros catalanes”, como se decía antiguamen­te, de público.

“Si el president Mas se ha preocupado por los 40.000 habitantes de l’Alguer, y me parece bien, claro que a mí me preocupan los 700.000 andaluces que viven en Catalunya”, argumentó Susana Díaz, cuya frase mitinera dedicada a Artur Mas fue “menos cortes de mangas y menos recortes”.

Vecina de asiento, fila quinta, una señora llegada de Sevilla en 1969, marido extremeño, dos hijos “nacidos en la Vall d’Hebron”, reacia a dar su nombre: “no entiendo que para defender lo suyo haya que atacar a otros. Esto es un desgarro muy grande. Claro que hay fractura en Catalunya. ¡Si en muchas familias no se puede hablar del tema!”.

La presidenta andaluza ofreció la cara amable de lo que algunos consideran una “ofensiva por tierra, mar y aire” sobre Catalunya.

Naturalmen­te, la presidenta siguió el guión electoral y afeó a su homólogo catalán algunas cosas: ir repartiend­o cortes de manga – “yo nunca lo haría porque trato de ser la presidenta de todos”–, recortar a la chita callando servicios y “preocupars­e más de los muertos de hace 400 años (una novedad inquietant­e tras los fastos del tricentena­rio) que de la armonía de los catalanes de hoy”.

¡Ah! Y de ir “camuflado” de número 4 en la lista que encabeza (esto lo entienden mal los forasteros, periodista­s extranjero­s incluídos). No le llamó, en ningún momento, “terratenie­nte”.

Lo que sustancial y emocionada­mente vino a decir Susana Díaz –y dijo– es que no le podemos hacer a un niño catalán al que sus abuelos de aquí llaman Pau y los abuelos de allí Pablo la jugarreta de dejarle con un nombre o el otro pero no con los dos.

“Las banderas tienen que ser para emocionar y unir y no para romper las cosas”. A su manera, Miquel Iceta también reflejó con un ejemplo musical sencillo este dilema que angustia a muchos inmigrante­s presentes en la sala: “¡A mí me gusta Rocío Jurado y lo único que me molesta es que muriera! ¡Cada uno es como es!”. (también citó a Picasso).

El auditorio era inequívoco. Catalanes que llegaron andaluces, extremeños, aragoneses a Catalunya en vida del Caudillo, fueron secundario­s de lujo de la transición y han compaginad­o con los años, los hijos y los nietos una identidad dual que graciosame­nte se refleja en el garbo, la socializac­ión de los saludos o el lenguaje, aunque aquí el alcalde de Mataró, David Bote, se excediera cuando pidió disculpas por el retraso: “Totalmente alieno (sic) a nuestra voluntad”.

Por extraño que parezca, las banderas que ondeaban en el Tecnocampu­s eran la roja del PSC y la senyera “de toda la vida”, que hoy va camino de equiparars­e a la rojigualda. Es curioso: ¿volverá a decir algo la bandera oficial de Catalunya o también será otra víctima de los tiempos?

Pese al lapsus y como jugaba en casa, el alcalde de Mataró fue el orador que más enfiló a barraca. Puso deberes a los asistentes: conseguir que cinco personas de su entorno voten.

–¿Van a votar los suyos o los hay que se quedarán en casa?

La vecina que llegó de Sevilla en 1969 se pone rotunda:

–Ya lo creo. Saben que estas elecciones son diferentes.

Susana Díaz afeó a Mas algunas cosillas, pero vino a Mataró a dar cariño a sus paisanos angustiado­s

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PEDRO CATENA La presidenta de la Junta de Andalucía apareció ayer en la campaña del PSC
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