La Vanguardia (1ª edición)

Los residuos de ETA

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AÑOS atrás, una noticia como la de la detención de los jefes de la banda terrorista ETA habría encabezado todos los noticiario­s españoles. Sin embargo, la caída en manos policiales, ayer en Saint-Étienne-de-Baïgorry (en el departamen­to francés de los Pirineos Atlánticos), de David Pla e Iratxe Sorzabal tuvo un eco mediático amortiguad­o. Y no porque estos terrorista­s tuvieran un perfil menor. Al contrario, estaban en lo más alto de la estructura de ETA desde principios de este decenio, y de hecho fueron ellos quienes, bajo las capuchas de rigor, hicieron público en el 2011 que la banda abandonaba toda acción armada y todo recurso a la violencia.

La noticia de ayer tuvo ese eco rebajado porque ETA es percibida ya por la sociedad española como una mera sombra de lo que fue. Y porque sus escasos dirigentes son vistos como un residuo de una organizaci­ón que, durante más de cuarenta años, constituyó una de las mayores preocupaci­ones de los españoles. Ahora las cosas son, afortunada­mente, muy distintas. La sociedad vasca vive, en efecto, un momento de placidez, en particular si lo comparamos con los de los años de plomo, cuando el goteo de asesinatos era en ocasiones diario. Ha entrado, además, en una fase de reconcilia­ción, en la que se producen ya encuentros entre fami- liares de las víctimas del terror y terrorista­s que destrozaro­n irremediab­lemente sus vidas.

Quizás nunca asistamos a una entrega formal del armamento de ETA a las fuerzas policiales. Ese es, sin duda, el acto que ilustraría, de modo muy gráfico, el final de la banda armada. Pero es igualmente cierto que su actividad ha terminado. Pla y Sorzabal estaban aún integrados en la rama política de la banda. Entre tanto, las ramas militar y logística se daban ya por desmantela­das. El número de militantes que viven en la clandestin­idad en Francia se puede contar actualment­e, según fuentes policiales, con los dedos de una mano. El histórico dirigente Josu Ternera, vinculado desde hace largas décadas al grupo terrorista, e integrado con Pla y Sorzabal en su cúpula, sigue huido. Pero la banda se da por acabada. De hecho, los detenidos habían participad­o en conversaci­ones sobre su disolución, que no llegaron a un acuerdo formal, pese a ser otra prueba de su declive. Por todo ello, Jorge Fernández Díaz, ministro del Interior, no dudó ayer en calificar la operación llevada a cabo en el sur de Francia por la Guardia Civil, junto a la policía francesa, como “el acta de defunción de ETA”. Se trata, en todo caso, de una excelente noticia. Y como tal deberíamos quizás prestarle más atención y festejarla.

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