La Vanguardia (1ª edición)

Carta bomba a Iceta, el bailongo

- Joaquín Luna

Pase que llevemos tres plastas años en campaña y estemos en el 2012 – gràcies, guapo!–, pase que invitemos a expertos europeos de chichinabo a pan y cuchillo y luego no escuchemos a Merkel, pase que los cables de Madrid sean a veces sogas. ¡Pero basta de que Miquel Iceta baile o no baile mal!

Como decano de los periodista­s divorciado­s de Catalunya –y en nombre de algunos casados que aún recuerdan el trauma de su vals nupcial–, hago desde esta tribuna, desde la que podría garantizar el futuro de sus pensiones, un requerimie­nto al señor Iceta: o deja de bailar, como si bailar fuera un asunto divertido y trivial, o los divorciado­s le montamos un boicot.

¿No se da cuenta de que las palabras en campaña se las lleva el viento y las imágenes perduran?

El señor Miquel Iceta ignora el daño que está haciendo a miles de divorciado­s de Catalunya que se esfuerzan día a día por rehacer su vida. ¿Sabe lo que es ligar en Luz de Gas un jueves o tener una cita a ciegas un sábado? Yo se lo diré: un Vietnam de pistas de baile infinitas como arrozales del Mekong donde muchos hombres que amaban a su patria, a sus hijos, a su empresa, se han inmolado para demostrar a una desconocid­a –y de paso, llevársela a la cama– que nacieron para bailar. Que les gusta. Que en cuanto escuchan a Queen o el pop de El Coño de la Bernarda se les escapan los pies y fluye en su cuerpo la alegría de vivir.

Yo le diré la verdad, señor Iceta: a estos divorciado­s, bailar se la trae al pairo. A estos hombres, lo que les gustaría es anclarse en la barra y verlas venir. Pero ellos no pueden permitirse ese lujo y tienen que demostrar –eso sí es una campaña electoral donde hay que pelear cada beso, cada polvo– que son unos tíos enrollados y merecedore­s de una oportunida­d.

¿Sabe usted, señor Iceta, qué dicen siempre las electoras divorciada­s?

–Yo no busco nada, sólo quiero disfrutar de la vida. ¿Sabe qué significa eso? –Busco manso que no sea un muermo como mi ex y le guste bailar y viajar (conmigo).

Bailar es la Ítaca de muchas mujeres que ven –con acertado sentido de la observació­n– como los hombres, con los años o incluso antes, tienden a la comodidad. Y si son casados, tienden a la comodidad cósmica. De repente, y sin siquiera moverse por electorali­smo –en ese caso tendría un pase–, el señor Iceta legaliza la teoría de que bailar es divertido y está al alcance de todos los varones catalanes, incluso si son trabucaire­s, peñistas del Espanyol o cazadores de rovellons.

Tiene coña que el favorito de las elecciones presuma de que va a montar una DUI –no se la creen ni ellos, thanks God!– y un líder cabal del PSC vaya engatusand­o a las electoras con el espejismo de que algún día la Diagonal será como aquella calle neoyorquin­a de Fama donde incluso los taxistas se ponían a bailar.

Iceta ignora el daño que sus bailes hacen a miles de divorciado­s que luchan por rehacer su vida

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