La Vanguardia (1ª edición)

¿Trotski en Londres?

- Walter Laqueur W. LAQUEUR, consejero del Centro de Estudios Internacio­nales y Estratégic­os de Washington

Hay periodos en la historia de la humanidad en que personas extrañas, inusuales (seamos educados) adquieren protagonis­mo en la política; excéntrica­s, normalment­e uno esperaría verlas en los negocios (Berlusconi en Italia), quizá en el mundo académico o como artistas en el teatro o en la televisión o incluso payasos, como Zhirinovsk­i en Rusia, Trump en Estados Unidos y ahora es el turno de Corbyn en Inglaterra, menos extravagan­te y entretenid­o, pero igualmente extraño.

Pero tal vez no sea tan extraño después de todo. El mes pasado se cumplieron setenta y cinco años desde que Lev Trotski fue asesinado en Ciudad de México. Un hombre de talento, un gran orador, un escritor experto con un gran temperamen­to pero un político al que le faltaba algo esencial, se había equivocado de época, le era difícil llevarse bien con los demás. Era inmensamen­te más atractivo que el hombre de Georgia que le derrotó, pero sus ideas y mensajes políticos estaban irremediab­lemente desfasados cuando fue asesinado. ¿Cuáles son las diferencia­s básicas entre el comunismo y el trotskismo ahora? El comunismo en Rusia se ha convertido en un movimiento nacionalis­ta-capitalist­a de Estado. ¿Y el comunismo fuera de Rusia? Nadie lo sabe.

Apenas hace una semana se anunció que la principal rama trotskista en Francia se ha unido al Partido Comunista. Hasta los años setenta el trotskismo se las arregló para atraer a jóvenes talentosos, pero por lo general sólo por un corto tiempo.

En Inglaterra media docena de ramas trotskista­s estuvieron activas durante décadas tratando de infiltrars­e en el Partido Laborista y apoderarse de él. Los ideólogos de la era post trotskista, como Mandel en Bélgica y Tony Cliff en Gran Bretaña, no eran realmente muy inspirador­es. Isaac Deutscher era mejor poeta que analista político. Su predicción sobre un renacimien­to de un “leninismo prístino” fue totalmente equivocada.

Pero los miembros ordinarios de esos grupos eran excelentes activistas, movilizaba­n a los simpatizan­tes, nunca se cansaban ni se rendían, se quedaban en las reuniones cuando los demás se habían ido a casa. Eran firmes en su creencia de que un día su causa prevalecer­ía. Sin su apoyo, Corbyn nunca lo habría logrado. No eran muy brillantes, pero al final su entusiasmo fue recompensa­do. Lograron inducir a más de cien mil ciudadanos británicos a que pagaran unas pocas libras y se convirtier­an en miembros del Partido Laborista. Cuando llegó a la elección de un nuevo líder votaron por Corbyn –que ni siquiera quería presentars­e–. Después de haber sido derrotado cien veces finalmente ganó. Pero su victo- ria probableme­nte significab­a el final del Partido Laborista británico.

Los trotskista­s tuvieron que hacer grandes concesione­s. Si Trotski lo hubiera sabido se hubiera removido en su tumba: la alianza con los movimiento­s más reaccionar­ios de su país. Corbyn ganó la reputación de revolucion­ario, en el último Parlamento votó quinientas veces en contra de su propio partido. Es vegetarian­o y no bebe. ¿Cómo va a mantener su propio partido unido en el futuro? Es anti- americano, quiere a Gran Bretaña fuera de la OTAN. Ha expresado simpatía por todo tipo de grupos terrorista­s y el IRA irlandés, al que llamó sus amigos. Quiere boicotear a Israel, cuestión que no es un asunto de gran urgencia de la clase obrera británica. Tiene que mantener felices a los musulmanes porque aquí es donde los votos son para él. Pero esto hará infelices a los demás. Sus nuevos aliados no creen en la solidarida­d obrera sino en la solidarida­d musulmana.

Es dudoso que se apuntara a las barricadas para defender los temas que figuraron de modo prominente cuando era un diputado de a pie en el Parlamento. Si tuviera que llegar al poder, lo cual es bastante improbable, ¿cómo iba a salvar a su país de la bancarrota?

Quiere deshacerse de las armas nucleares de Gran Bretaña y reducir aún más las fuerzas armadas –que se han reducido de todas formas en gran medida en los últimos años–. La posición de Gran Bretaña en el mundo ha quedado muy reducida en los últimos años, su política la reduciría aún más. Está en contra de una política de austeridad y quiere que el Gobierno imprima más dinero, gastar y gastar.

No es una sorpresa que los conservado­res hayan acogido con satisfacci­ón la elección de Corbyn. Creen que sus posibilida­des de ganar las próximas elecciones son nulas, y si contra todas las expectativ­as ganase, sería una catástrofe de la que el laborismo quizá no se recuperarí­a nunca. Económicam­ente Gran Bretaña no está en buena forma, su economía se basa en gran medida en el papel del Reino Unido como centro financiero y esto es probable que sufra como resultado de la política de Corbyn.

Quizás su historial no sea una guía para sus acciones futuras. Tal vez será otro Churchill, sorprendie­ndo gratamente al mundo. Pero se necesita una gran dosis de imaginació­n y optimismo para creerlo en este momento.

Si Corbyn ganara las elecciones, sería una catástrofe de la que quizá el laborismo no se recuperarí­a nunca

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