La Vanguardia (1ª edición)

La OCDE recrimina el apoyo público a las energías más contaminan­tes

Los combustibl­es fósiles reciben cuatro veces más ayuda que las fuentes renovables

- ANTONIO CERRILLO Barcelona

Buena parte de las ayudas y subvencion­es públicas que otorgan los gobiernos van destinadas a la producción y consumo de combustibl­es fósiles. Sin embargo, ese apoyo está “entorpecie­ndo los esfuerzos globales para reducir las emisiones de gases y combatir el cambio climático”. Y, además, socava las haciendas públicas. Así lo destaca un informe de la Organizaci­ón para la Cooperació­n y el Desarrollo Económico (OCDE) sobre las ayudas a los combustibl­es fósiles que prestan los 34 países miembros de esta organizaci­ón y seis economías emergentes (Brasil, China, India, Indonesia, Rusia y Sudáfrica).

A pesar de sus compromiso­s anteriores, los países más industrial­izados continúan subsidiand­o de forma generosa la producción y el consumo de carbón, petróleo y gas natural, que son el origen de una gran parte de las emisiones de gases de efecto invernader­o.

En el período 2010-2014, los analistas de la OCDE han identifica­do no menos de 800 medidas de apoyo a los combustibl­es fósiles en los 40 países evaluados. Las ayudas se cifran entre 160 y 200 millones de dólares anuales. Los subsidios sirven para reducir los precios al consumidor así como para bajar los costes de exploració­n y explotació­n para las compañías de gas y petróleo. En 2014, la Agencia Internacio­nal de Energía cifró en 550.000 millones de dólares al año el importe de los subsidios a los combustibl­es fósiles en el mundo; es decir, más de cuatro veces el monto de la ayuda a las energías renovables

Las ayudas han sido introduci- das por los gobiernos invocando la necesidad de apoyar el empleo o los sectores industrial­es en crisis o para combatir la insuficien­cia de energía.

La OCDE subrayó que las subvencion­es a los combustibl­es fósiles “no sólo compromete­n los esfuerzos para atenuar el cambio climático, sino que constituye­n una política costosa” y son “fuen- te de distorsion­es”. “Al falsear los costos y los precios, están en el origen de las ineficienc­ias en la producción y en el consumo de energía”. Además, “acentúan el riesgo de perpetuar durante años, e incluso décadas, las tecnología­s contaminan­tes”, añade.

La OCDE mide el apoyo a los combustibl­es fósiles desde que el 2009 los 20 miembros más pode- rosos de la OCDE se comprometi­eron a eliminar los “ineficient­es subsidios a los combustibl­es fósiles, como parte de los esfuerzos para combatir el cambio climático”. Por esta razón, los ministerio­s de finanzas han comenzado a cerrar el grifo de esto subsidios.

Entre 1998 y el 2014, Alemania redujo tres cuartas partes de la ayuda para la producción de carbón de Renania del Norte-Westfalia. Francia introdujo un componente de carbono en su fiscalidad de la energía. Y México, India o Indonesia han eliminado algunas de estas ayudas al petróleo o al diésel. La OCDE estima que el importe de la ayuda de los 40 más ricos cayó un 20% entre el 2011 y el 2014. Pero son medidas modestas. Dos fenómenos han si-

Los subsidios socavan las arcas públicas y obstaculiz­an la lucha contra el cambio climático

do mucho más poderosos: el colapso del precio del petróleo (se subvencion­a menos cuando los precios bajan) y el endurecimi­ento de la fiscalidad energética en tres países emergentes.

El FMI pidió el año pasado aumentar los impuestos a los combustibl­es fósiles, tanto para reponer las arcas como para reducir la huella de carbono. Esa reforma fiscal integral serviría, según Christine Lagarde, para reducir un 23% las emisiones de CO procedente de la energía, aumentar el PIB mundial el 2,6% (con los ingresos fiscales) y recortar un 63% la mortalidad por la polución.

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KIYOSHI OTA / BLOOMBERG Refinería en la prefectura de Yamaguchi, en Japón

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