La Vanguardia (1ª edición)

Una lluvia prodigiosa

- JOAN-ANTON BENACH

Caiguts del cel

Autor: Sébastien Thiéry Versión y dirección: Sergi Belbel Lugar y fecha: teatro Condal (14/IX/2015) Soñar que por la calle o en la escalera del metro encontraba­s una moneda y al cabo de dos pasos un par más y enseguida muchas más, y despertart­e porque no las podías recoger todas, era, según explicaba un psiquiatra, uno de los sueños más comunes entre la población de la posguerra española. Ahora, que hoy, en tu casa, te encuentres un billete de cien euros que no sabes de dónde ha salido, y al día siguiente media docena, y luego centenares y miles, y no entiendas el misterio ni sepas quién te quiere hacer millonario, es lo que se ingenió el dramaturgo francés Sébastien Thiéry cuando en el 2012 escribió Comme s’il en pleuvait. La comedia juega con la pulsión de la codicia desenfrena­da que surge en una pareja lo bastante ordenada de nuestro tiempo, la mis- ma comezón por el dinero fácil que podía anidar hace setenta años en el cerebro de la gente más necesitada.

Sergi Belbel, autor de la versión catalana, ha dirigido la obra en el Condal con el título Caiguts del cel, y se ha asegurado la diversión del público con un reparto de primera. Comedia de humor galopante, con un aguzado apunte moral incluido, el director ha dicho que es una mezcla de “teatro de bulevar y de teatro del absurdo”, como si le pareciera tener entre manos una pieza demasiado ligera y la quisiera investir de una dignidad inmerecida. Estas cataplasma­s precipitad­as muchas veces no aciertan.

Caiguts del cel no tiene nada de bulevar, un género que, a estas alturas, para cuajar, le hace falta la sutileza, la malicia, la simulación, una cierta finura dialéctica... y no la comicidad de trazo grueso que corre por unas estancias que el destino quiere inundar con los bendecidos papeles lila que emite el BCE. Y la obra de Thiéry tampoco es –aún menos– teatro del absurdo, corriente dramática que integraba perfectame­nte en la acción, sin sorpresa para los protagonis­tas, la rareza, el elemento extraño, la incongruen­cia... En Caiguts del cel, claro, pasa exactament­e al revés: el lío que se organiza en cada enigmática lluvia monetaria es de campeonato.

Desde que el médico anestesist­a de la historia (Jordi Bosch) y su mujer (Emma Vilarasau), directora de escuela, tienen la primera disputa sobre los cien euros encontrado­s en la mesa del comedor, el alboroto que se vive en el domicilio es un crescendo de gritos, discusione­s y sustos. Las intervenci­ones de una encantador­a sirvienta ucraniana (Anna Barrachina) suministra­n los momentos más hilarantes de la historia y las de un vecino paranoico (Carles Martínez), situacione­s más bien inconsiste­ntes. Creo que la propia juerga y el clima desganado que se instalan en el teatro esconden la escasa calidad de un texto que se lo juega todo al prodigio y a un final que pretende limpiarlo de un exceso de trivialida­d. La buena dirección de Belbel se nota especialme­nte en el trabajo magnífico de Barrachina, mientras que Vilarasau, Bosch y Martínez parecen actuar por debajo de sus enormes aptitudes.

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