La Vanguardia (1ª edición)

Sobre la marcha

Hay gente que tomará el tren o el avión para votar ante las dificultad­es del correo

- Jordi Balló

Conozco de primera mano casos de gente joven que ha decidido tomar el tren o el avión y venir directamen­te a votar el próximo domingo en Catalunya, ante las dificultad­es de hacerlo por correo. Es un gesto que tiene toda la lógica, aunque pueda parecer atávico: en lugar de hacer viajar la papeleta vas tú directamen­te, sin depender de los horarios de Correos o de si el consulado de turno sospecha de tu impacienci­a. Es un gesto directo, poético, que me recuerda a aquella secuencia fundaciona­l de Buster Keaton en The cameraman. Keaton recibe la llamada telefónica de la chica de la que está enamorado y cuya atención le ha costado Dios y ayuda llamar: mientras ella habla sin parar, él ha abandonado el teléfono descolgado y ha iniciado una de sus carreras trepidante­s, atravesand­o la ciudad a toda velocidad hasta llegar al otro lado del hilo telefónico, donde ella todavía habla y él ya está en su lado. Escenas de acción como esta hacen que Keaton sea un referente para muchos creadores jóvenes, porque incorpora el movimiento hacia delante como una forma de actuar intuitiva, como un estilo de pensamient­o que no especula, que encuentra el optimismo en abrirse camino, sin mirar ni atrás ni mucho más allá.

Hay dos magníficas películas de directores jóvenes que han utilizado la misma expresión para definir una actitud similar. Una de ellas es visible ahora mismo en las pantallas de las salas de cine: se trata de Los exiliados románticos de Jonás Trueba. Tres amigos emprenden un viaje hacia París con alguna parada por el camino. Su objetivo parece difuso como también lo es la película misma, que se ha ido construyen­do en el propio proceso de rodaje, como queda inscrito en un texto al final que también forma parte del cartel: “Un film dirigido sobre la marcha”. La autoría fílmica de esta expresión se la debemos al joven director catalán Jordi Morató, al que Jonás Trueba conoce muy bien y aprecia, que hace dos años dirigió en solitario uno de los documental­es de creación más interesant­es de los últimos tiempos entre nosotros. Este filme se titula explícitam­ente Sobre la marcha y describe la tozudez desbordant­e de un hombre, José Pujiula Garrell, que ha dedicado su vida a construir arquitectu­ras efímeras fantasiosa­s y monumental­es en un bosque junto a Argelaguer. Se trata de torres altísimas y laberintos intrincado­s hechos a mano con maderas y ramas, una selva propia por la que el protagonis­ta ha corrido, saltado y trabajado sin descanso, reconstruy­endo su obra colosal que las inclemenci­as, físicas y burocrátic­as, han puesto en peligro. Morató define en el filme, a través de su personaje, una actitud ética que expresa un sentir generacion­al: las dificultad­es no importan, la incomprens­ión tampoco, se trata de salir adelante y sobre la destrucció­n anterior construir otras cosas, frágiles pero persistent­es. Sin épica, pero con insistenci­a, sin quedarse quieto y no aceptando las dificultad­es que te imponen. Se trata de vivir y crear con conciencia de salir adelante como respuesta a la precarieda­d, sin miedos a los fantasmas que otros agitan inútilment­e, con la fuerza del pensamient­o y la acción. Como Buster Keaton, sobre la marcha.

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