La Vanguardia (1ª edición)

Vida y milagros

Nolito fue criado por sus abuelos en una familia de origen muy humilde

- JOAN JOSEP PALLÀS

La infancia de Nolito podría ser considerad­a plenamente dickensian­a si no fuera porque transcurri­ó en Sanlúcar de Barrameda, y pasar el acento pisha-gaditano por el filtro del inglés victoriano es demasiado forzar. Pero el personaje y sus circunstan­cias encajan. No lo tuvo nada fácil el ahora triunfador Nolito, goleador y figura del Celta a quien el Barça ha pensado más de una vez en recuperar. Su historia va más allá del tópico sobre la persona hecha a sí misma, fue una carrera de obstáculos desde el pitido inicial.

Cuando Nolito nació hace 28 años su madre, reclusa, cedió la tutela a sus abuelos, que fueron quienes le criaron. No había dinero en casa y alrededor de la mesa se juntaban una multitud. Abuelos, nietos, tíos, primos... “Nunca faltaba para comer. O un puchero o huevos o lo que fuera”, ha contado el jugador en alguna ocasión, más allá de que a veces su abuela recurriera a la beneficenc­ia para completar el menú. Su abuelo Manuel, marinero, le hizo de figura paternal y fue quien le convirtió a la causa culé. Con una pequeña herencia le compró al nieto un chándal Nike y unas zapatillas, las primeras prendas de marca de su vida a cambio de 13.000 pesetas. El chándal le duró tres años. Y porque se le quedó pequeño. Lo usaba hasta de pijama. Bajaba a la calle a jugar al fútbol, con un balón siempre de otro, y presumía al fin.

El abuelo Manuel murió seis meses después de ver a Nolito fichar por el filial del Barça. Hasta entonces su trayectori­a había sido la del típico jugador de segunda fila, con el Mestalla y el Écija como primeras aventuras fuera de la provincia de Cádiz. En el filial topó con Luis Enrique, a quien debe en parte su transforma­ción, mental y física, que le impulsó hacia un nivel futbo- lístico superior. Siete kilos le hizo perder el asturiano, que le prohibió la fritanga, para ganar en explosivid­ad y dinamismo. En esa etapa blaugrana Nolito vivía en un piso de Sant Joan Despí con vistas a la Ciutat Esportiva con su esposa, su hija y su hermano Antonio, al que hizo de padre tomando como ejemplo la tutoría de su abuelo con él. El primer deber al despertars­e siempre fue acompañar a Antonio al instituto. Y al mismo tiempo arreglárse­las para ayudar económicam­ente a su madre biológica.

Todo el mundo entendió en el Barça que Nolito aceptara la oferta del Benfica. Había debutado incluso en el primer equipo de Guardiola, pero era la solución a su vida y a la de unos cuantos más. Nolito lidera ahora el Celta. Es el crack del equipo, condición ganada a pulso como su internacio­nalidad. Siempre ha sido así. Nadie podrá decir que nada de lo que tiene Nolito ha llegado sin esfuerzo. Luis Enrique fue preguntado ayer por su antiguo discípulo y este se refirió a él con admiración: “Le conozco bien. Espero que no tenga su día porque si lo tiene es muy difícil de parar”.

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CRISTINA QUICLER / AFP Nolito, figura del Celta, celebrando el gol que marcó al Sevilla el pasado domingo

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