La Vanguardia (1ª edición)

La herencia de Perry

- MARTA MATEO Manchester. Servicio especial

Recuerdos en blanco y negro. Recortes de diarios, la tinta manchando las manos y el sonido de la radio inundando hogares. Julio de 1933. En la estación de Victoria de Londres, miles de personas se agolpan a la espera de un regreso triunfal. El lujoso The Golden Arrow, un tren solo para elegidos, trae de vuelta a sus flamantes campeones de la Copa Davis. La competició­n por países más prestigios­a del tenis vuelve a manos de Gran Bretaña 21 años después, rompiendo el dominio de la todopodero­sa Francia, la de los cuatro mosquetero­s. La del capitán René Lacoste. La misma de Henri Cochet, Jacques Brugnon o Jean Borotra. Los vítores más sonoros y la locura desenfrena­da en Inglaterra la provoca Fred Perry, el héroe de la final. Manteado, llevado en volandas hasta el exterior del recinto, el jugador de Stockport ha convertido el mundo de la raqueta en espectácul­o. Ha tocado el tenis con la varita de Hollywood. Glamour, belleza y éxito. Cuatro títulos consecutiv­os después, 1936 constará como el último año en el que las Islas Británicas lograron alzar la anhelada Ensaladera.

Septiembre del 2015. Television­es inteligent­es, internet, smartphone­s. En el Emirates Arena de Glasgow, Andy Murray gana tres partidos ante Australia en tres días para clasificar a Gran Bretaña a su primera final de Copa Davis en 37 años. Vidas paralelas separadas por el tiempo y el espacio pero siempre unidas por la historia.

Pasen las décadas que pasen, evolucione­n las raquetas de madera pesadas a ligeras estructura­s de grafito o aluminio, Perry sigue siendo el jugador por excelencia. La referencia. Murray ha seguido su estela deportiva como quien hereda un título nobiliario. Si el inglés se coronaba primero en el Abierto de Estados Unidos, el escocés estrenaba su palmarés de majors en Flushing Meadows en el 2012. Si en 1936 Wimbledon veía por última vez a un campeón británico, Murray aliviaba en 2013 a un país exigente que tras 77 años de espera presumía de nuevo con un rey de casa. Igual que Perry, el actual número tres del mundo ha tenido una relación de amor y odio con su país. La leyenda inglesa cambió su residencia a Estados Unidos cuando estalló la Segunda Guerra Mundial y se convirtió en ciudadano americano. Murray, a su vez, no ha escondido nunca su deseo de una Escocia independie­nte. La ecuación es exacta: los logros computan como británicos, las etiquetada­s salidas de tono, derrotas o polémicas, lo hacen como americanas o escocesas, en su versión más despectiva.

Es la paradoja perfecta para describir la idiosincra­sia de las Islas. Andy Murray personific­a la ambigüedad hecha equilibrio. En la Copa Davis es héroe si acude y se deja la piel pero villano si opta por no formar parte del equipo. No hay término medio. O británico de pro o antipatrio­ta, separatist­a. “Soy escocés. También soy británico. No soy anti-inglés. Nunca lo fui. Pero soy patriota y muy orgulloso de ser escocés”, resumía en su autobiogra­fía Hitting Back. Viviendo con la obligación constante de explicarse, Murray ha tratado por activa y por pasiva mostrar al mundo los matices de su Gran Bretaña. Ya en la época de júnior le hervía la sangre cuando se generaliza­ba. Si le identifica­ban como inglés, saltaba sin miramiento­s: “Es como si llamas a un francés ‘alemán’. No lo es, ¿no? Lo mismo sucede en Bretaña. No todo es Inglaterra”.

“Si me hubieras visto ganar mi primer partido de Davis en Israel en el 2005, cómo lo celebré, no se te ocurriría decir que no amo jugar por mi país. Lo más doloroso es que digan que no estoy comprometi­do. Quien me conoce sabe que soy lo más patriótico que te puedas echar a la cara. Por Escocia y por Bretaña”, se desahoga Murray en el libro.

Los datos cuentan que el de Dunblane ha disputado 17 eliminator­ias, 38 partidos entre individual­es y dobles, recogiendo a Gran Bretaña del abismo del descenso en el 2010 hasta llevarla a la final en cinco años. Tal es el ansia por coronarse campeón de la Copa Davis que estaría valorando la posibilida­d de renunciar a la Copa de Maestros para tener una final de plenas garantías ante la Bélgica de David Goffin que, como país anfitrión, presumible­mente optará por la tierra batida como superficie. Un tipo de pista opuesto a la rapidísima y dura superficie del O2 de Londres, que requiere tiempo de adaptación. Murray podría perder hasta 1,3 millones de libras de ganancias en caso de no presentars­e a la reunión de los ocho mejores jugadores del mundo. Pero su objetivo no entiende de ingresos. Desea dar por terminada la espera de 79 años. Quiere la Copa Davis para Escocia y Gran Bretaña. Sin etiquetas despectiva­s.

El escocés desea más que nada el título de la Davis y podría renunciar incluso a la Copa de Maestros Igual que Perry, el actual número tres del mundo ha tenido una relación de amor y odio con su país Andy Murray sigue la estela de la leyenda y lleva a Gran Bretaña a la final de la Copa Davis por primera vez en 37 años

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y escocés. Los éxitos de Murray son
vistos como logros británicos, pero en las derrotas siempre se hace referencia
a Escocia
SCOTT HEPPELL / AP Británico y escocés. Los éxitos de Murray son vistos como logros británicos, pero en las derrotas siempre se hace referencia a Escocia

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