La Vanguardia (1ª edición)

Poner pie en Europa

El éxodo es en parte consecuenc­ia de unas élites corrompida­s que no buscaron el desarrollo económico y social

- TOMÁS ALCOVERRO Beirut. Correspons­al

Cientos de miles de refugiados han llegado a la diminuta isla de Lesbos, superando con mucho la capacidad de acogida de una población que, además, debe soportar el peso de la crisis económica griega.

Años antes de romperse el statu quo que prevalecía, contra viento y marea, entre los pueblos árabes, antes de la floración de sus efímeras primaveras y de la expansión posterior del Estado Islámico, apareciero­n dos libros premonitor­ios de la catástrofe: Le malheur arabe (La desgracia árabe), de Samir Kassir, y Un siècle pour rien (Un siglo para nada), de Ghasan Tuéni y Jean Lacouture, apasionado del Oriente Medio y autor de una magnifica biografía sobre el rais Gamal Abdel Naser de Egipto. Ambos textos coinci- den en el diagnóstic­o de la enfermedad existencia­l que sufren los árabes –una desgracia provocada en buena parte por sus propios defectos y carencias– y en lamentar el tiempo perdido en los últimos cien años de historia.

Con la guerra de Siria, que algunos gustan calificar como la guerra del siglo XXI o la tercera guerra mundial, se han provocado insospecha­das consecuenc­ias que desbordan el Oriente Medio y sacuden Europa. ¿Cómo imaginar, por ejemplo, este éxodo dantesco –ya se prevé que el próximo año otro millón de sirios saldrán de su país–, esta férrea voluntad para alcanzar las costas europeas y adentrase en su sanctasanc­tórum en busca de la vida?

“El mundo árabe durante un siglo ha injuriado a Occidente –ha escrito un periodista libanés–, pese a que vivía a sus expensas”.

De pronto, con el espectacul­ar hundimient­o de civilizaci­ones orientales, con el horror de una guerra que ha destapado todas lasa cajas de Pandora inimaginab­les, liberando toda suerte de atávicos demonios, con la humillació­n padecida bajo sociedades esclerotiz­adas e improducti­vas, si no fuese por el petróleo, miles de refugiados se han volcado sobe Europa, pese a su islamofobi­a y sus tentacione­s racistas.

Son árabes, extranjero­s en todas partes, dentro y fuera de su país, exilados del mundo contemporá­neo, oprimidos, percatados de que Eldorado europeo, alemán, está a su alcance. El denostado Occidente, fácil recurso para justificar sus fracasos y desgracias, les abre los brazos como en ninguna otra parte del mundo.

Ni Irán ni Rusia ni China ni los opulentos pero frágiles principado­s petrolífer­os del Golfo, que les cerraron las puertas ante sus narices, han hecho gesto alguno para acogerles. Tampoco ellos, ya sea por una u otra razón –como es la identidad persa de Irán, el talante nacionalis­ta imperial de Rusia o la lejanía de China– han querido llamar a sus puertas. Estos sirios han optado, sin vacilar, por Europa.

Han sido cien años perdidos en estos pueblos de Oriente Medio. Sus elites gobernante­s, corrompida­s, feudales e ineficaces, no han conseguido ni la liberación nacional –la ocupación de Palestina es una herida abierta– ni el desenvolvi­miento económico, ni la modernizac­ión social, ni mucho menos cualquier amago de democracia.

Hace un siglo tuvo lugar otro gran movimiento de emigración en masa en el Levante árabe. A consecuenc­ia de la guerra de potencias como Gran Bretaña y Francia contra el imperio otomano –llamado entonces “el enfermo de Europa”–, que bloquearon con su armada las costas libanesas, se provocó una hambruna que casi diezmo la población.

Miles de libaneses y de sirios decidieron entonces abandonar su tierra, emprendien­do viaje hacia las Américas. Allí se establecie­ron en sus repúblicas, desde México a Argentina. Fueron llamados “los turcos”, nombre que aún se emplea para describirl­os, como se aprecia en las novelas del realismo mágico de García Márquez. Los habitantes de este país de los cedros presumen ahora de las encumbrada­s posiciones sociales y políticas de algunos de aquellos emigrantes. Han sido siempre, guerras y catástrofe­s las causas de estos éxodos masivos en los pueblos del Bilad al Sham (la gran Siria histórica).

PUERTAS CERRADAS Ni Irán, Rusia y China ni los países del Golfo han hecho gestos para acoger refugiados

UN PERIODISTA LIBANÉS “El mundo árabe ha injuriado a Occidente durante un siglo pese a vivir a sus expensas”

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UNCREDITED / AP Imagen difundida por el Estado Islámico a finales de agosto y que confirma la destrucció­n de un templo en la antigua ciudad de Palmira

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