A la búsqueda de pontoneros
PEDRO Sánchez recuperó la metáfora de los pontoneros –“lo más importante ahora es tender puentes y escenarios de convivencia”– en su entrevista a este diario. España acaba de demostrar que cuenta con magníficos ingenieros, como lo pone de manifiesto el espectacular puente de la Pepa, de 5 kilómetros de largo y 69 metros de gálibo. Es mayor incluso que el Golden Gate. En cualquier caso, cuesta tenderlos: esta obra debía inaugurarse hace tres años y no se cortó la cinta hasta hace quince días.
En política, todo va mucho más lento. Se diría que hay más gente destruyendo puentes que construyéndolos. En este país todo el mundo se sabe de memoria la música de la Marcha del coronel Bogey, de El puente sobre el río Kwai, que acaba con su estructura saltando por los aires. En el Gobierno de Mariano Rajoy son pocos los pontoneros –y unos cuantos dinamiteros–, pero el propio presidente acaba de decir en Valencia que habrá que buscar entre los planos del puente de la Pepa estructuras que permitan aplicarse a la política. Al menos eso es lo que entendió el personal. Esta semana pasada hemos visto también a las gentes de Foment explicando a los cónsules en Barcelona cómo se puede cruzar el río de los desencuentros sin ahogarse en mitad de la travesía. No andamos sobrados de pontoneros, pero empiezan a emerger.
A lo mejor sería el momento de pedir la colaboración de esta larga lista de ilustres profesionales catalanes en los consejos asesores e incluso de administración de las empresas del Ibex, entre los que hay destacados nombres del soberanismo, para que echen una mano. Son buenos ingenieros, pues resultan capaces de mantener el equilibrio: claman aquí y cobran allá. La lista de personajes ofrece nombres brillantes: desde figuras mediáticas, pasando por relevantes estrategas, hasta miembros de la lista de Junts pel Sí. Seguro que podrían aportar ideas para unir la distancia espiritual que hoy existe entre Madrid y Barcelona.