Los primeros cien días de la nueva princesa sueca
La discreta conducta de Sofia Hellqvist, la esposa de Carlos Felipe, enamora a todos
Se ha cumplido ya el tradicional periodo de gracia, de cien días desde que la monarquía se socializó un poco más en tierras nórdicas convirtiendo a una guapa muchacha surgida de la popularidad televisiva en un nuevo miembro de la corte de Bernadotte.
Allí ya están acostumbrados a ello, la reina Silvia era azafata en los JJ.OO. de Munich en 1971, don- de el entonces príncipe se enamoró de ella. Victoria, la heredera, se casó con su monitor de gimnasia, y su hermana Magdalena, con un financiero. A Carlos, amante de la fiesta y los deportes, le tocó la parte más lúdica: enamorarse de una concursante televisiva que con unas braguitas y una pitón logró ser miss Slitz, revista para caballeros, y participar en un reality , Paradise hotel, en el 2004.
Tan pronto Carlos Felipe la conoció, dejó a su novia, Emma Per- nald, y se fue a vivir con ella. Nadie creyó en la relación, pero la oposición fue tal, desde todos los ámbitos, que llegaron al altar el 13 de junio pasado superando con éxito superlativo todos los obstáculos.
Desde entonces su conducta ha sido ejemplar, derrotando abrumadoramente a quienes trataron de denostarla. Ahora, desde su nuevo papel de duquesa de Wärmland, Sofia se esmera en dejar poso en sus actitudes amables, tarea fácil pues en realidad su pre- sencia no encierra compromiso alguno y sonreír parece su único objetivo a la vista.
Las últimas imágenes que nos han llegado de la pareja feliz la sitúa en la mina de cobre de Falun, donde escribieron sus nombres en una galería, se pusieron unos mandiles para hacer pan y han adoptado sentidas posturas cuando, en Dalarna, en la región de Borlange, han saludado a los refugiados que han llegado a Europa escapando de los confictos en sus países. Se mostraron especialmente cariñosos con los más pequeños y la atención especial a una niña fue motivo para alimentar los rumores de un emba- razo que le endosan a Sofia desde el día de la boda. Tras ese fecha, la pareja estuvo un mes en las islas Fiji como viaje de novios, se bañó en Eivissa y presidió la apertura del Sínodo General de Upsala. También asistió a un concierto a beneficio de los refugiados sirios, y se acercó hasta la región de Wärmland, cuyo ducado dispone, y se trasladó al pabellón de la reina del palacio de Rosendal, ya que su residencia prevista, Villa Solbacken, tenía aluminosis.