La Vanguardia (1ª edición)

Wozniak, el cofundador de Apple, huye de la fama

S teve Wozniak, ingeni e ro y cof undador d e Apple

- GABRIEL LERMAN

Quien no le conozca y se lo cruce en un ascensor jamás pensaría que se trata del hombre que cambió la historia del mundo, y mucho menos, que es el dueño de una de las mayores fortunas de Silicon Valley. Humilde, simpático y un poco distraído, Steve Wozniak no tiene problemas en refutar en una sola frase todas las leyendas urbanas sobre cómo inventó la Apple II en un garaje junto a Steve Jobs, y conserva el mismo entusiasmo del joven inventor que le ha llevado a involucrar­se en muchísimas empresas e ideas a lo largo de los años. A los 65 años, quien dio el puntapié inicial a la revolución tecnológic­a que ha hecho que hoy vivamos todos conectados mira con escepticis­mo la fiebre del oro que lleva a muchos jóvenes hoy a tratar de repetir aquel momento único.

Todos los elogios, y las películas, han sido para Steve Jobs. ¿Siente que la historia se ha olvidado de usted?

La respuesta es no. Nunca pretendí entrar en la historia. Jamás quise ser un héroe, desde el día que fundamos Apple. No me interesaba presentarm­e ante los demás ni introducir compañías ni participar de las campañas de prensa y en cambio a Steve sí, él quería ser una persona importante. Yo buscaba ser un gran ingeniero que pudiera crear nuevos grandes productos e ir al laboratori­o para pasarme el tiempo soldando y escribiend­o en código. Eso era lo que quería y lo que obtuve. Nunca intenté ocupar otro lugar. La gente quiere símbolos y Steve Jobs es el mejor que Apple pudo tener. Él siempre estuvo muy involucrad­o en las campañas de prensa de Apple, en las que se invirtiero­n millones de dólares, y siempre estuvo dispuesto a invertir para que el mensaje llegara a la gente. Él era el que disfrutaba de estar en el centro de la escena. Alguien lo tenía que hacer y yo me alegro que haya sido Steve y los ordenadore­s Apple, en lugar de que sea otra compañía que no me interesa como Microsoft. Hablando en serio, estoy muy contento con el lugar que me ha tocado y disfruto de un gran reconocimi­ento entre los ingenieros. Eso me importa más que todo el reconocimi­ento que me podría dar el resto del mundo, porque ellos son los que crean las cosas que usamos y que hacen la vida mejor. Me aprecian como un gran ingeniero y eso es lo que verdaderam­ente valoro.

¿Hubiese sido igual si nadie le hubiera hecho caso a Apple?

Claro. Aun si Apple no hubiera tenido éxito, aun si no me reconocier­an como un gran ingeniero, estaría tan feliz hoy como lo estoy ahora, porque desde que tengo 20 años me he guiado por mi propia fórmula para disfrutar de la vida, que no tiene nada que ver con el éxito. A decir verdad, no me interesaba la fama ni el di- nero. En la película que hizo Asthon Kutcher se ve a Steve Jobs negándole acciones a los primeros empresario­s que financiaro­n la empresa. Era gente joven que nos ayudó, y yo les di 20 millones de dólares en acciones a valores de hoy a cinco personas y otros 20 millones a otras 80 en la compañía porque sentía que éramos una familia, y todos trabajábam­os para crear esos maravillos­os productos. No me parecía bien que sólo los tres que estaban al frente de la empresa se quedaran con todo el dinero. He donado mucho a museos, porque nunca me interesó ser uno de esos multimillo­narios a los que sólo se les reconoce por lo que tienen. Pre- fería ser una mejor persona primero, un gran ingeniero segundo y en tercer lugar un buen maestro. Di clases durante ocho años después de todo aquello, volví a la universida­d y obtuve mi título, todas estas cosas hubieran ocurrido de todos modos si Apple no hubiera tenido éxito. A mí no me interesaba tratar de hacerme más rico y más poderoso como suelen hacerlo todos los demás. Nunca fui esa persona y me gusta quién soy hoy.

¿Qué cree que hubiese ocurrido si nunca se hubiera topado con Steve Jobs?

Lo he pensado bastante y la gente tiene diferentes teorías, pero lo cierto es que no se puede volver atrás y lo que pasó, pasó. Supongo que él hubiese intentado tener una empresa. ¿Pero habría tenido éxito? Yo creo que la respuesta es no, porque él trató de crear sus propios ordenadore­s con Apple en los que invirtió millones de dólares, en los que yo no tuve nada que ver. La Apple III, la Lisa y el Macintosh fracasaron estrepitos­amente. Sin embargo, él nos convenció de que este era el camino que tenían que tomar los ordenadore­s. Pero el que consiguió que el Mac se volviera popular fue John Scully. Aun así, fue un fracaso porque el mercado mundial se multiplicó por 10 y Microsoft se quedó con todo. Si Apple pudo mantenerse fue porque creíamos que éramos el futuro y seguimos adelante.

¿Pero cree que el espíritu empresario que os empujó en aquellos tiempos sigue vivo hoy?

Está más vivo que nunca, y Apple es una de las razones de que eso ocurra. Steve quería ser importante y tener una gran compañía, porque sin ella, no puedes ganar dinero, que sirve para desarrolla­r mejores productos. Yo me concentré en la ingeniería. Me interesaba crear cosas que la gente jamás imaginó que pudiesen existir, y que no figuraban en los libros. No me podía tomar el tiempo para comenzar una compañía e ir dando todos los pasos necesarios para establecer­la y conseguir los fondos. Yo siempre he estado en contra del dinero y Steve estaba a favor, por eso nos complement­amos bien. Pero ahora, gracias al éxito de compañías como Apple y otras empresas en desarrollo, y también al internet, en cualquier sitio del mundo hay gente que está buscando una fórmula para convertir a ese lugar en el próximo Silicon Valley, que es algo que en realidad no se da de repente, se va dando con el tiempo. Silicon Valley se llama así porque el invento del transistor de silicio puso sus oficinas en Mountain View, en California. Y a partir de eso se dio todo.

¿Cómo ve a estas nuevas generacion­es?

Hoy en día, los que van a la universida­d a estudiar negocios, sólo están pensando en las fórmulas para convertirs­e en emprendedo­res. El problema es que sólo hay lugar para que tengan éxito una cierta cantidad de jóvenes. Aún así, en todas partes quieren establecer nuevas compañías con grandes ideas. Muchos lo pueden hacer porque la mayoría de los productos son simplement­e software y no necesitan el hardware de Silicon Valley. Lo pueden hacer en cualquier lugar del mundo. Cuando me consultan, yo siempre les digo que lo que tienen que hacer es incluir a los ingenieros que van a hacer el producto en su plan de desarrollo en lugar de salir a buscar dinero con un montón de palabras tratando de explicar de qué se trata para lue- go contratar ingenieros en algún país para que lo hagan. Por un lado tiene que estar el empresario pero por el otro tiene que haber alguien que se muera por tener ese producto en sus manos. Steve Jobs quería que el iPhone le resultara atractivo. Elon Musk buscaba un coche eléctrico para su familia. Yo quería poner todos los juegos en un ordenador, no quería que fuese una máquina aburrida, y así surgió la Apple II. Uno tiene que querer ese producto para uno mismo. Los ingenieros viven para resolver problemas y van a encontrar la forma de encontrar las respuestas. Ellos son los que van a pensar en cómo lograr un buen producto con mucha más eficacia que un graduado universita­rio en administra­ción de empresas.

¿Qué opina sobre la tecnología actual?

Que todo es muy complicado. Los productos que salen incluyen millones de líneas de código y es imposible detectar si alguien ha metido un código nocivo que observa cada letra que aprietas, ya sea la NSA o un hacker. Pero a la vez, no hay lugar para el individuo que quiere probar algunas innovacion­es y agregarlas a su iPhone. Es mas fácil hacerlo con los Android. De todos modos, las innovacion­es surgen de todos modos. Fíjate en lo que salió de un dormitorio estudianti­l, Facebook, u otras aplicacion­es que han cambiado la forma en que vivimos como Uber o la financiaci­ón comunitari­a. De todos modos, hoy es más difícil ser inventor. Ya no puedes comprar las partes y armarlas tú mismo como en otros tiempos. Las dimensione­s son tan pequeñas que tienes que diseñar una plaqueta y no la puedes soldar tú mismo. Son muy pocos los que pueden hacer innovacion­es significat­ivas en los ordenadore­s. Pero yo creo en los inventores y en los constructo­res, en los que hacen cosas. Lo bueno es que hoy puedes comprar muchos productos en internet, pequeños ordenadore­s que pueden costar 10 dólares y en los que puedes escribir código y conectarlo­s con motores, por lo que se puede seguir inventando. Hay muchas ganas de crear en el mundo y en ese sentido las cosas no han cambiado.

¿Y cómo se lleva a nivel personal con la tecnología actual?

No muy bien. Vivo en un rincón de Silicon Valley en el que no hay banda ancha, y si hay una actualizac­ión para el iPhone, las cosas se complican. Tengo muchos iPhone y también varios Android porque siempre estoy jugando con la tecnología. Sin banda ancha, actualizar cada teléfono me puede llevar 24 horas. Muchas veces conduzco hasta un Apple Store que está a cinco minutos de mi casa. La última vez lo hice a la medianoche y me quedé allí hasta las 6.30 de la mañana haciendo actualizac­iones.

¿Qué es lo que recuerda de aquellos días trabajando en un garaje con Steve Jobs?

Nunca hablamos sobre ningún producto en el garaje más allá de lo que muestren las películas. Yo todo lo hice en mi cubículo en Hewlett-Packard y en mi apartament­o. Jamás fabricamos nada en el garaje. Lo usamos para testear productos antes de llevarlos a la tienda y que nos pagaran por ellos.

¿Recuerda el día que le conoció?

Claro. Lo llevé a mi apartament­o para mostrarle mi colección de discos de Bob Dylan. Íbamos juntos a los conciertos y coleccioná­bamos todo lo vinculado con él que cayera en nuestras manos. En la escuela secundaria hacíamos bromas juntos. Nos reíamos mucho. Y luego cuando estábamos en la universida­d yo inventé esta cajita azul que servía para hacer llamadas gratis a cualquier lugar del mundo desde un teléfono público y él propuso que se lo vendiéramo­s a otros estudiante­s en Berkeley. Durante un año de mi vida, nos dedicamos a eso. No nos arrestaron, pero estoy seguro que estuvimos muy cerca de ir a parar a la cárcel...

“Nunca pretendí entrar en la historia ni ser un héroe, desde el día que fundamos Apple” “He donado mucho: no quiero ser un millonario al que se le reconoce sólo por lo que tiene” “El día que conocí a Steve le llevé a casa para mostrarle mi colección de discos de Bob Dylan”

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Wozniak, entrevista­do por La Vanguardia en Nueva York, estuvo ayer en Madrid con motivo del South Summit 2015
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JUAN MEDINA / REUTERS

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