EE.UU. abre las cárceles
La mayor liberación de presos de la historia corrige condenas excesivas de los 90
La reforma del sistema judicial norteamericano supondrá la puesta en libertad de 6.000 presos condenados por tráfico de drogas sin violencia que sufrieron la dureza de las leyes antidroga instauradas a finales de los años noventa.
Sharanda Jones, mujer y madre de familia, de 48 años, lleva presa desde los 32 en la cárcel de Carswell, en Texas. La desesperación por las privaciones de su familia –madre parapléjica y hermanos pequeños a su cargo– le llevó a cometer un error: se puso a vender crack. Cuando la detuvieron, Sharanda no tenía antecedentes, no había cometido ninguna infracción violenta, pero el ensañamiento del juez y del fiscal se tradujo en una pena de cadena perpetua sin derecho a libertad condicional.
Sharanda es uno de los 95.000 presos que sufrieron las políticas de mano dura contra el consumo y el tráfico de drogas a pequeña escala durante la epidemia del crack y la cocaína a finales de los noventa, que acabó llenando las cárceles de camellos no violentos condenados a penas desproporcionadas, sin que ello contribuyera a reducir el tráfico de estupefacientes.
La reforma de este obsoleto sistema judicial y penal de Estados Unidos forma parte del proyecto político de la Administración Obama, que ha impulsado una revisión con carácter retroactivo de aquellas sentencias por posesión, consumo o venta de drogas sin violencia, fruto de la cual el Departamento de Justicia va a ordenar la inmediata excarcelación de unos 6.000 reclusos. Nunca la justicia estadou- nidense tuvo tanta misericordia.
Con todo, la liberación de los presos catalogados como excarcelables, que se producirá progresivamente hasta principios de noviembre, no será total. Una tercera parte de los presos son extranjeros y serán deportados. El resto pasarán primero por una fase de reinserción en centros específicos o de arresto domiciliario antes de obtener la libertad vigilada, según precisó el diario The Washington Post.
La revisión de las sentencias que lleva a cabo una comisión in- dependiente encargada de fijar los baremos de condenas por delitos federales afectará a unos 46.000 presos de los 97.000 condenados por delitos relacionados con el tráfico de droga sin violencia. Para el año próximo, la Comisión de Sentencias prevé 8.550 excarcelaciones.
No forman parte de estas los 46 indultos que decidió el presidente Obama el pasado mes de julio para casos parecidos a los revisados, aunque también obedecen a la convicción del presidente de que las condenas desproporcionadas son contraproducentes: “No tengo simpatía por los criminales violentos –declaró Obama cuando firmó los
Obama impulsa la reforma del sistema penal en el país con más presos del mundo: más de dos millones
indultos y visitó una prisión en Oklahoma–, pero cuando se trata de delitos de drogas no violentos, podemos hacer un mejor trabajo en el lado de la rehabilitación”. El presidente insistió entonces en que “los presos también son estadounidenses y no merecen un trato inhumano, no debemos tolerar el hacinamiento, la actividad de pandillas, ni las violaciones”.
Estados Unidos es el país con mayor población reclusa del mundo, con más de dos millones de reos, de los que dos terceras partes son negros o hispanos.