Cameron enfría la idea de adelantar el referéndum sobre una salida de la UE
Necesita más tiempo para arrancar concesiones sustanciales a Merkel y Bruselas
El Labour está ideológicamente partido por la mitad. Pero los conservadores, como ha demostrado su congreso de Manchester, se hallan igual de fragmentados. En su caso, entre los partidarios de seguir en Europa y los partidarios de marcharse, con numerosos matices intermedios sobre las concesiones que el Reino Unido necesita arrancar a Bruselas y Berlín para renovar sus votos.
El primer ministro David Cameron, en su discurso de clausura de la conferencia del partido, intentó capitalizar la “radicalización” del laborismo para “colonizar” el centro (el gran sueño de Tony Blair), ridiculizando a Jeremy Corbyn como un mal patriota y un mal británico que pone en peligro la seguridad nacional con sus simpatías chavistas y pro palestinas, y su firme oposición a la renovación del arsenal de misiles atómicos (ha dicho que, en caso de llegar a Downing Street, no apretaría el botón nuclear bajo ninguna circunstancia).
En política las percepciones son con frecuencia más importantes que los hechos, y la gran meta del congreso tory ha sido crear una realidad virtual en la que las nacionalizaciones de los ferrocarriles y las empresas energéticas, impuestos del 50% para las rentas más altas y el abandono de los misiles Trident son medidas de “extrema izquierda”, mientras que el adelgazamiento del Estado de bienestar a niveles de anorexia y las diferencias abismales entre ricos y pobres son proposiciones “centristas”. Los conservadores saben que tienen una oportunidad histórica para manipular la verdad, con una prensa servil, los liberales demócratas en estado de hibernación, y el Labour en crisis de identidad. Y van a por la yugular.
Pero el iceberg que amenaza su viaje es Europa, del mismo modo que el del Labour es el dilema de echar o no a la basura definitivamente el blairismo. El referéndum sobre la salida o permanencia en la UE convocado por Cameron es la consecuencia de esa fractura, que la proximidad de la consulta no ha resuelto, sino en todo caso agravado. ¿Cuáles son las exigencias mínimas a Bruselas? ¿Reformas cosméticas o cambio de tratados? ¿El fin de la libertad de movimiento de los trabajadores o restricciones a los beneficios sociales que pueden cobrar los extranjeros?
En Manchester, Cameron ape-
No abandonará el liderazgo ‘tory’ hasta poco antes de las elecciones del 2020, en busca de estabilidad
nas ha podido controlar a los caballos desbocados del euroescepticismo, pese a los problemas del Labour y la inesperada (aunque mínima) mayoría absoluta obtenida en las últimas elecciones. Ha dicho que no abandonará el liderazgo tory hasta el 2020, el año de los próximos comicios, pero ni siquiera ese freno de mano ha detenido la carrera hacia el vacío. Dos de los aspirantes a sucederle, el alcalde de Londres, Boris Johnson, y la ministra del Interior, Theresa May, han alimentado a la bestia euroescéptica demandando que Westminster –y no Bruselas– controle la política británica de inmigración. Fuera las cuotas de asilados y la entrada de polacos gracias a la libertad de movimiento. Regreso al pasado.
Con la atención de Merkel y compañía centrada en la crisis migratoria, Cameron apenas ha progresado en sus negociaciones con Bruselas para una nueva relación que devuelva poderes a Londres. Por ello, el plan de adelantar el referéndum al año que viene para no dar tiempo a que se organicen los euroescépticos ha perdido fuerza, y el primer ministro ha vuelto al proyecto original de celebrarlo en el 2017, a ver si para entonces ha arrancado algo.
“No tengo ningún apego emocional o romántico a la UE y sus instituciones, y no me voy a echar para atrás a la hora de defender los intereses británicos”, proclamó.