Marruecos veta su Oktoberfest
Casablanca cancela el primer festival de la cerveza, ya que promueve “la madre de todos los vicios”
La primera fiesta de la cerveza en Marruecos apenas ha sobrevivido unos días al anuncio de su celebración. Lo que las redes sociales habían festejado como la Oktoberfest de Casablanca se ha quedado finalmente en agua de borrajas. Las autoridades de la wilaya de la ciudad, el organismo encargado de la seguridad y dependiente del Ministerio del Interior, se han apresurado a prohibir un festival que promovía “la madre de todos los vicios”.
Lo sucedido refleja una vez más la hipocresía y la esquizofrenia con la que los gobiernos del norte de África se enfrentan al consumo de alcohol. Aunque en teoría la ley sólo autoriza el consumo a los extranjeros mientras que un marroquí puede enfrentarse a penas de prisión, cada vez más marroquíes aplican a sus vidas el aforismo “vivamos felices, bebamos escondidos”.
El festival de la cerveza, que hoy abría sus puertas y se iba a prolongar durante un mes, no era clandestino ni secreto. De hecho, estaba organizado por la empresa Brasseries du Maroc, una pujante firma dedicada, entre otras cosas, a la producción de cervezas y vinos, y una de las estrellas en la cotización de la Bolsa de Casablanca. Tampoco se iba a celebrar al aire libre sino en recintos cerrados. Sin embargo, la wilaya considera que “no se han respetado las reglas y los procedimientos en vigor”. Brasseries du Maroc facturó el año pasado más de 205 millones de euros.
Desde hace unas semanas Casablanca (cuatro millones de habitantes) tiene un alcalde del Partido de la Justicia y la Democracia, los islamistas que gobiernan el país. Sin embargo, en asuntos relacionados con el alcohol las decisiones no dependen de los alcaldes sino de las wilayas, que toman las decisiones a su libre albedrío, favorecidas por un patente vacío legal. En realidad, sólo existe un real decreto de 1967 que prohíbe la venta de alcohol a los musulmanes, y el Gobierno admite que apenas se cumple. Pero aún muchos marroquíes consideran el alcohol como algo haram (prohibido).
Mal visto en todo el norte de África, re- probado por el islam, el alcohol mantiene sin embargo numerosos aunque discretos adeptos. Túnez es el país que desde hace diez años lidera el consumo en el Magreb. La empresa Heineken incluyó a la capital del país entre las ciudades cuyo nombre fue impreso en una edición limitada de la famosa botella verde, en homenaje a las urbes donde mayor era su volumen de consumo. La Sociedad de Fabricación de Bebidas de Túnez (SFBT) es la primera en capitalización bursátil del país.
Las últimas estadísticas señalan que el consumo de alcohol ha aumentado en los últimos años, a pesar de que las imposiciones de los islamistas se multiplican. Los consumidores marroquíes, argelinos o tunecinos se las ingenian para conseguir su ración, aunque lo hacen cada vez con mayores precauciones. En algunos supermercados marroquíes el ticket de caja no imprime el gasto en bebidas alcohólicas, para que no pueda servir de prueba en caso de algún control. Numerosos locales argelinos han tenido que cerrar sus puertas ante la presión de los islamistas.
Las cifras muestran que el 80% del consumo de alcohol corresponde a los propios marroquíes, y tan sólo el 20% restante a los extranjeros. Las bebidas alcohólicas se pueden comprar en bares (nunca cafés), hoteles y clubs nocturnos. También se pueden adquirir en la mayor parte de las cadenas de supermercados (incluyendo Carrefour/La Bel’Vie, Acima y Marjane), ciertos ultramarinos y pequeñas tiendas especializadas.
Está prohibido mostrar o llevar alcohol encima. En otra demostración de hipocresía, los bares no suelen tener terrazas de cara a la calle, y habitualmente las ventanas son opacas, pero existen excepciones en lugares como terrazas privadas u otros establecimientos. Una situación real que, sin embargo, no ha bastado para que los marroquíes pudieran disfrutar más o menos libremente de su primera Oktoberfest.
El consumo de alcohol aumenta a pesar de las imposiciones de los islamistas