La Vanguardia (1ª edición)

El baile y el concierto

- Enric Juliana

Otras cosas que pasan. La Brigada Aranzadi baila, siguiendo el ejemplo de Miquel Iceta, triunfador mediático de la campaña electoral catalana. Simpática escena de Soraya Sáenz de Santamaría, que ha conseguido un buen spot. Ese tipo de mensajes pueden parecer muy banales, y así lo perciben muchas personas formadas en la primera modernidad, cuando todo iba “muy en serio”, pero forman parte de la nueva normalidad.

La banalidad es el sujetador de las actuales democracia­s. Contiene, canaliza y desvía las periódicas aproximaci­ones al drama. El socialista Iceta, un tipo muy intuitivo, triunfó en la campaña catalana porque su simpático bailoteo invitaba a desdramati­zar una situación demasiado estresante para mucha gente. Aquella frase de André Gide que tanto le gustaba repetir a Josep Pla: “Lo más profundo que posee el hombre es su piel”.

La vicepresid­enta baila porque el Partido Popular se ha propuesto ganar las elecciones generales con la ayuda de la televisión, después de cuatro años de acuartelam­iento administra­tivo. La Brigada Aranzadi se dispone a bailar como si fuera un regimiento de húsares de la Viena imperial. Operación Simpatía.

La derecha española salió traumatiza­da de las elecciones municipale­s y autonómica­s del mes de mayo, en las que recibió un bastonazo tremendo y perdió muchas más posiciones de las que creía en peligro. Con mucha habilidad, la nueva izquierda había conseguido capitaliza­r el súbito interés de los canales de televisión por el debate político, como consecuenc­ia de la crisis económica. Los mejores polemistas televisivo­s eran los jóvenes partisanos de Podemos, enfrentado­s a una tropa conservado­ra, entre pintoresca y agresiva, que disgusta al público joven. En las elecciones de mayo, el PP constató, con pavor, que la gente menor de 45 años les está abandonand­o en masa, tentados mayormente por Ciudadanos. Los recientes resultados de Catalunya confirman esa apreciació­n. El renovado círculo marianista, con Pablo Casado, Javier Maroto y Andrea Levy en primera línea mediática, intenta romper el aura de un PP envejecido, inmovilist­a y antipático, con cápsulas de Twitter y simpatías televisada­s. Los pasos de danza de Soraya son la respuesta a los dardos de José María Aznar. Quedan ochenta días de baile.

Otras cosas que pasan. La presidenta de Andalucía, Susana Díaz, acaba de abrir en Madrid, de una vez por todas, el debate sobre la equidad del concierto vasco y el convenio navarro.

Latente desde hace mucho tiempo, este debate difícilmen­te podía mantenerse encapsulad­o, ante la firmeza y gravedad de la protesta catalana. En honor a la verdad, ha sido el nuevo gobierno valenciano de izquierdas el que ha precipitad­o la discusión, al situar en el centro de su programa la disconform­idad con el actual reparto del esfuerzo fiscal. Valencia viene a decir lo mismo que Catalunya desde el autonomism­o. Y Baleares, reconcilia­da con el idioma catalán, se expresará en los mismos términos, con lo que ya tenemos todo el arco mediterrán­eo inflamado.

Díaz, lista, señala a vascos y navarros para fortificar la posición andaluza. En Bilbao y Pamplona no se van a quedar callados. Hablarán claro.

El baile se socializa.

Valenciano­s y andaluces abren el debate sobre el cupo vasco-navarro; Bilbao y Pamplona no callarán

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BORGESE MAURIZIO / GETTY Escena de baile en la Ópera de Viena, uno de los grandes escenarios del vals
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