La ingratitud de los pueblos
Se podría atribuir a De Gaulle, a Churchill o a Nixon. Cualquiera de ellos pudo haber dicho al abandonar inesperadamente el poder que la virtud de los grandes pueblos es la ingratitud. Fue Goethe quien dijo en sus conversaciones con Eckermann que “cuando alguien hace algo por amor al mundo ya se encargará el mundo que no lo haga por segunda vez”.
La crisis de los refugiados en Alemania ha situado a Angela Merkel en los niveles más bajos de los sondeos desde su reelección en septiembre del 2013. Ha hecho una pequeña remodelación del Gobierno para gestionar la llegada de cientos de miles de sirios que huyen de la persecución, el hambre y la guerra. Mientras en muchos estados de la Unión se regatean las cifras de refugiados, Merkel ha ofrecido hasta 800.000 entradas para este año.
El precio que está pagando es alto. Pero en política hay momentos en los que los principios deberían pasar por encima de las tácticas a medio plazo y jugarse el cargo si es preciso. Merkel sigue gozando de popularidad pero en ciudades como Dresde y otras capita-
Angela Merkel ha tomado valientes decisiones sobre los refugiados que pueden erosionar su popularidad
les de la antigua República Democrática Alemana los movimientos xenófobos como Pegida (Europeos Patrióticos contra la islamización de Occidente) se manifiestan por millares semanalmente desde hace más de un año.
Merkel se la juega en una cuestión que considera prioritaria y que tiene un componente ético considerable. Su mismo partido le pone dificultades y le pide que disminuya su solidaridad con los refugiados sirios. El tema es complejo y tiene grandes repercusiones políticas y sociales. Pero Europa debería mostrar su cara más humana y no dejar a la intemperie a tantos miles de personas que cruzan fronteras, alambradas y muros en el sur y en el oriente.
Bismarck ganó tres guerras al frente de Prusia, llegó victorioso a París y en Versalles proclamó la unificación de Alemania. Puso en marcha un programa de reformas sociales, algunas de las cuales todavía perduran, pero fue destituido por el káiser Guillermo, que lo despreció y lo quiso enviar al olvido.
Helmut Kohl sufrió también la ingratitud de los suyos tras más de 17 años como canciller alemán y tras haber promovido la segunda unificación tras el derribo del muro de Berlín. Bismarck y Kohl pueden ser discutidos pero hay que reconocer que supieron tomar decisiones difíciles sin tener en cuenta sus consecuencias electorales. A Merkel le podría ocurrir algo parecido en la cuestión de los refugiados. Merece un respeto al margen de lo que decidan los alemanes de hoy.
De Gaulle se fue en 1969 en medio de la ingratitud de los franceses. Pero su figura es una referencia al igual que Churchill lo es para los británicos. No importa tanto la permanencia en el poder como el trabajo bien hecho. Tarradellas hizo lo que debía en muy poco tiempo.