La Vanguardia (1ª edición)

La gran estafa

- Laura Freixas

Han pasado once días desde la votación del 27-S, y ¿ustedes se han enterado de quién ha ganado? Yo no, y eso que leo tres o cuatro periódicos al día. Vamos a ver. Si esto fueran unas elecciones sin más, el resultado estaría claro. En unas elecciones, gana quien saca más escaños, aunque eso no signifique que tenga más votos, porque el precio de un escaño varía según el territorio: los votos de Barcelona valen menos de la mitad que los de Lleida. Y en escaños, no cabe duda de que ha ganado Junts pel Sí, aunque sin mayoría absoluta: tiene 62, de 135.

Ahora bien, el mismo president que convocó las elecciones y se presentó con JxSí (emboscado en el cuarto lugar, para no tener que rendir cuentas de su gestión), dijo que eran “plebiscita­rias”, pues la “ra- dicalidad democrátic­a” exige, según él, un plebiscito sobre la independen­cia, aunque sea ilegal. En un plebiscito, se decide una sola cosa y gana quien obtiene más votos. El 27-S, las candidatur­as que defendían el sí sumaron algo menos del 48% de los votos (JxSí 39,5%, CUP 8,2%). Parece claro que han perdido. Pues no: Mas y los suyos aseguran que el sí ha ganado. ¿Cómo lo calculan? Antes del 27-S, advirtiero­n a las otras listas (todas, menos JxSí y CUP) que sus votos serían contados como no. Parece que a la vista de los resultados se lo han pensado mejor y han decidido contarlos como no en algunos casos y en otros, no contarlos, de modo que ahora la cosa, según ellos, queda así: 48% a favor de la independen­cia, 39% en contra, y 12% de “agnósticos”, como escribió un columnista (estupenda definición: para él y los suyos, la nación es Dios). Es la ventaja de jugar con unas reglas de juego que decides tú mismo y hasta las puedes cambiar sobre la marcha según lo que te convenga en cada momento.

La CUP ha declarado que con menos del 50% de votos a favor, no hay legitimida­d suficiente para constituir un nuevo Estado. Es lógico: la independen­cia es algo muy serio, de altísimos costes, y por si fuera poco, irreversib­le. Por eso el mismo Artur Mas, en el 2007, declaró que no se podía hacer si no se contaba con dos tercios, el 66%, de los votos. Pero eso también se lo ha pensado mejor y ahora tiene intención de declarar la independen­cia, en el plazo de 18 meses, contando solamente con el 39,5% del electorado. Ellos le llaman “radicalida­d democrátic­a”. Yo le llamo una gran estafa.

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