Asunta dijo que su madre le dio “polvos blancos” que la pediatra no le recetaba
Una de sus profesoras de música asegura que la niña negaba que tuviese alergia
“No, no, no. Yo no tengo alergia, a mí nadie me quiere decir lo que pasa, pero yo no tengo alergia”. El testimonio de Asunta se escuchó ayer de forma indirecta en el juicio sobre su asesinato, en los labios de una de sus profesoras de música, que relató lo que decía la niña acerca de una de las cuestiones esenciales que sientan en el banquillo de los acusados a los padres, Rosario Porto y Alfonso Basterra. Éstos justifican los dos episodios de sedación previos a la muerte de Asunta por las medicinas que le daban para paliar una supuesta alergia, mientras el fiscal y la acusación particular sostienen que el aletargamiento se debía que los padres le suministraron Orfidal, la misma droga que la víctima ingirió en una do- sis tóxica el día del crimen.
Las profesoras de música contaron ante el jurado que la niña les dijo que la madre le daba unos “polvos blancos que saben fatal”, que le provocaban una gran somnolencia, lo que explicaba los dos casos del mes de julio de 2013, dos meses antes del crimen, cuando la niña tenía grandes dificultades para desenvolverse en la clase. “Mi sensación fue como de que estaba sonámbula”, contó la directora de la academia Play. Según las docentes, la niña insistía en que los polvos blancos se los había suministrado su madre, a quien se los había entregado una amiga en el portal de casa. La pediatra de la niña negó ayer que le recetase nada parecido.
La de ayer fue la sesión del Orfidal, tanto por las declaraciones de las profesoras música, como porque lo hicieron también dos dependientas de farmacia que vendieron tres cajas de comprimidos a Alfonso Basterra así como las dos médicos de la familia, la de los padres y la pediatra.
La cuestión de la supuesta enfermedad ya apareció en la primera comparecencia del día, la de la empleada doméstica que hacía de cuidadora de “Asuntiña”, como se refirió ayer a la víctima en una ocasión, como el diminutivo cariñoso propio de la lengua gallega. “Era una niña perfecta”, afirmó y utilizó ese mismo calificativo para definir su salud. Dijo no tener ninguna constancia de que sufriese alergias en primavera, pues Asunta acostumbraba a pasar con ella la Semana Santa en su aldea, en Val do Dubra, y no presentaba esa dolencia.
A última hora de la mañana compareció la pediatra de Asun- ta. Explicó que su paciente era una “niña básicamente sana”, que no tenía ningún problema de salud. No obstante, sí dijo creer recordar que en una ocasión el padre le habló sobre una alergia que le provocaba estornudos. La doctora señaló que seguramente le recetó un inhalador o incluso recomendó verbalmente algún antihistamínico, pero en ningún caso en polvo. Descartó que le prescribiese Orfidal, pues ese fármaco es un ansiolítico.
Además de la cuestión de la droga, ayer aparecieron otras recurrentes a lo largo del juicio, como la del misterioso suceso de la noche del 4 al 5 de julio, cuando según Rosario Porto un desconocido encapuchado entró en su piso del centro de Santiago y atacó a Asunta. Una vecina del mismo edificio señaló que no lo había creído posible, porque su perra ladra cuando alguien entra en el portal y no la despertó. Pero la madre de una amiga de Asunta contó que la niña pasó el fin de semana siguiente con esa familia y relató el incidente en los mismos términos en los que lo hace Porto. A la señora le asombró que no hubiese querido denunciarlo.
La misma mujer también describió como extraño e comportamiento de Porto en el tanatorio cuando incineraron a Asunta. Sostuvo que la cuidadora estaba más desconsolada que la madre.
Las profesoras de música relatan ante el jurado cómo la pequeña fue drogada a clase en dos ocasiones