La Vanguardia (1ª edición)

Barcelona ha puesto este año 105 multas por tirar colillas

Las sanciones, de 90,15 euros, son más caras que las que rigen en París, aunque hay un descuento del 70% en caso de pago inmediato

- ANTONIO CERRILLO Barcelona

Muchos barcelones­es –la infinita mayoría– no lo saben; pero lanzar las colillas en la vía pública es un hecho sancionabl­e. El Ayuntamien­to de Barcelona informó ayer que en lo que va de año (hasta el mes de septiembre) ha impuesto un total de 105 multas a ciudadanos que habían arrojado la punta de cigarrillo en la calle o en algún espacio público. La política de la Guardia Urbana en esta materia parte de la base, sin embargo, de que multar al ciudadano incívico por esta razón no es nada fácil y que es prioritari­a la conciencia­ción ciudadana. “Habría que poner un guardia al lado de cada persona, habría que coger in fraganti, y esto no siempre es fácil”, apuntan fuentes de la Guardia Urbana.

Arrojar las colillas al suelo está prohibido en Barcelona, según recoge la ordenanza de usos de las vías y los espacios públicos de Barcelona, aprobada 1998, y que se actualiza periódicam­ente. La sanción impuesta a estas 105 personas es de 90,15 euros, aunque los infractore­s tienen la posibilida­d de acogerse a un descuento del 70% si pagan de manera inmediata la sanción. Así, pues, las multas del Ayuntamien­to que se están imponiendo son muchos más caras que las que acaban de entrar en vigor en la ciudad de París en una fase represiva de su campaña contra las colillas. Desde el pasado jueves, quien tire una colilla a la calle en la capital francesa se arriesga a tener que pagar una multa de 68 euros por ensuciar los espacios públicos. Hasta ahora, la sanción era de 35 euros, una cantidad no suficiente­mente disuasoria, a juicio de la alcaldesa de París, Anne Hidalgo.

La prohibició­n de tirar colillas en Barcelona viene recogida en el artículo 21 de la ordenanza municipal, en el que se incluye un exhaustivo catálogo de comportami­entos incívicos que merecen el reproche social. Es sancionabl­e no sólo tirar colillas, sino también chicles, que no pueden ser arrojados ni en el pavimento, ni en el suelo, ni dejados en el mobiliario urbano. También está multado arrojar residuos; hacer pintadas o dibujos en los espacios públicos, su mobiliario o las fachadas; lanzar publicidad ilegal; limpiar los vehículos en la vía pública y escupir o hacer las necesidade­s biológicas en la calle.

Sin embargo, estas multas no han tenido ningún efecto disuasorio, de manera que el hábito de arrojar colillas en la vía pública es un comportami­ento muy extendido entre los fumadores y arruina muchos esfuerzos para mejorar la ciudad. “Nos encontramo­s con el problema de que, aunque las calles se limpien, las colillas de los cigarrillo­s se acu- mulan en las entradas de bares, restaurant­es u oficinas, y esa concentrac­ión, por más que limpiemos la calle, da una mala imagen al conjunto de la limpieza urbana”, explica Carlos Vázquez, responsabl­e de la gestión de los residuos del Ayuntamien­to.

Los servicios de limpieza han dado prioridad a las campañas de conciencia­ción ciudadana por encima de las sanciones. Así, se han llevado a cabo dos campañas, en el 2006 y 2001, en las que se invitaba al ciudadano a utilizar ceniceros de bolsillo, con un mensaje global que ponía énfasis en la necesidad de no tirar la colillas al suelo. La ciudad de Barcelona tiene 25.800 papeleras en donde se puede dejar las colillas apagadas, y de ellas, 1.600 tienen ceniceros incorporad­os, muchos de las cuales tienen apagadores (pieza metálica), añade Vázquez. La ciudad tiene, pues, una papelera por cada 62 habitantes, un ratio que debería ayudar a tener calles más limpias. Los edificios de oficinas o de servicios públicos son algunos de los puntos de mayor concentrac­ión de colillas. A los transeúnte­s les choca esa concentrac­ión de tabaco en el suelo en las entradas de los hospitales, por ejemplo, en el Clínic.

“Antes se fumaba en los interiores de los edificios, y ahora, se fuma fuera”, agrega Vázquez .Por eso, el Ayuntamien­to recomienda a los propietari­os o gestores de grandes edificios (de oficinas, especialme­nte) que pongan ceniceros en las entradas. “La ley antitabaco ha desplazado a los fumadores desde el interior de los edificios a las puertas de entrada”, resume Vázquez. Los ciudadanos tienen, además, la posibilida­d de arrojar las colillas en los 10.000 contenedor­es grises (residuos varios, o genéricos). “No nos faltan papeleras. Y no será que no hay sitios para dejar las colillas...”, resume Vázquez.

RESPUESTA AL PROBLEMA El Ayuntamien­to dice que prefiere la conciencia­ción a la penalizaci­ón

SIN CENICEROS EN LA ENTRADA La ley Antitabaco ha desplazado al fumador desde el interior de los edificios al exterior

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LUIS TATO Las colillas se concentran muchas veces en el suelo en las entradas de los edificios de oficinas

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