La Vanguardia (1ª edición)

Sant Adrià declara la guerra a la narcosala a cielo abierto de las vías

La Mina tiene una sala de venopunció­n con control higiénico y sanitario, pero muchos toxicómano­s prefieren ‘chutarse’ en la calle

- DOMINGO MARCHENA

Sant Adrià de Besòs, que mantiene un largo contencios­o con Adif por “la ausencia de vallas o la deficiente protección” en la R1, la línea del tren de la costa, intenta poner punto final a la narcosala al aire libre en que se ha convertido un tramo de vías en este municipio, el que circula en paralelo a la calle de las Estrelles del barrio de la Mina. Una brigada de limpieza municipal retiró ayer en unas horas más de 200 jeringuill­as.

“La situación era insoportab­le”, reconoce el alcalde, Joan Callau, del PSC. El Ayuntamien­to asegura que no puede hacer nada junto a las vías, que dependen del administra­dor de las infraestru­cturas ferroviari­as. Los toxicómano­s aprovechan los coladeros de las vallas para buscar un lugar en el que pincharse. Pero el Ayuntamien­to sí puede actuar en el segundo perímetro que rodea las vías, donde se trabaja desde el lunes con excavadora­s y sierras mecánicas para talar árboles y retirar basuras y malezas.

Es una escena habitual para los 100.000 viajeros diarios de la línea del Maresme: drogodepen­dientes aislados o en grupos de hasta cinco, acuclillad­os entre los cañizales o al lado de los balastos, mientras disuelven las rocas en una cuchara con agua. Algunos dormitaban allí ayer, ajenos a todo, los trenes y las motosierra­s. El alcalde y el concejal de Urbanismo, José Luis Martínez Cardoso, que supervisó el desbroce, no saben por qué no acuden a la sala de venopunció­n del centro de salud del barrio, donde harían lo mismo, pero con higiene y control médico. Quizá tenga la respuesta el señor José, de 73 años, granadino de la Alpujarra, que vino a la Mina desde Can Tunis. “Se quedan aquí porque tienen cerca los sitios donde compran, ¿sabe?”.

La maldita droga y sus estigmas, como explica Basilio Perona Cortés, que también presenció in situ la tala y limpieza del estercoler­o. Este gitano, vecino y comerciant­e del barrio, regidor en la oposición de Sant Adrià en Comú, lamenta el poco interés que despierta la otra cara de la Mina. “Ve- nid a conocerla: la biblioteca, una de las mejores de la Diputación; la Fundació Pere Closa; el Centro Cultural Gitano; las actuacione­s teatrales de Proamina; los voluntario­s que luchan contra el absentismo escolar...”. Pero eso, añade José Luis Martínez Cardoso, no atrae a la prensa, “que sólo habla del barrio cuando hay redadas antidroga y prolonga el círculo vicioso de la criminaliz­ación”.

Las operacione­s de limpieza, en las que el Ayuntamien­to ha invertido unos 10.000 euros, se prolongará­n toda la semana. La zona, de unos 2.000 metros cuadrados, quedará luego vallada. El alcalde confía en que la transforma­ción del lugar disuada a los toxicómano­s, aunque “no hay soluciones mágicas”. Y este es un problema que no puede resolver ni el Ayuntamien­to ni Adif. En el futuro, el solar –que quizá hasta que no se alce el muro vuelva a amanecer lleno de jeringuill­as– podría albergar huertos urbanos, como reclama el señor José, que sabe sembrar, oír los latidos de la tierra y “trabajar con yuntas de mulos o de bueyes. Es lo que he hecho toda mi vida, como la mayoría de mis vecinos. Trabajar”.

“La prensa sólo habla del barrio cuando hay redadas antidroga, pero tenemos otra cara: venid a conocerla”

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LLIBERT TEIXIDÓ Laura y Eva, dos de las componente­s de la brigada municipal de limpieza, con el contenedor en el que recogieron más de 200 jeringuill­as

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