La Vanguardia (1ª edición)

La revolución interior

GRACE LEE BOGGS (1915–2015) Activista y filósofa estadounid­ense

- GUILLE ÁLVAREZ

Debemos cambiar nosotros mismos para poder cambiar el mundo”. Esa era la esencia de la revolución según Grace Lee Boggs, prominente activista estadounid­ense que falleció el pasado 5 de octubre en su casa de Detroit (Michigan) a los 100 años. Durante más de siete décadas defendió los valores de la comunidad, se opuso al racismo, habló de derechos humanos y escribió varios libros sobre su visión del cambio en Estados Unidos.

Sus principale­s teorías siempre se relacionar­on con la revolución como herramient­a para el progreso de la sociedad. “La gente entiende por revolución la toma del poder de un Estado. Pero hemos visto casos en que los Estados que han surgido se han convertido en réplicas del Estado al que se oponían”, explicaba en un documental biográfico de la PBS, American revolution­ary: The evolution of Grace Lee Boggs (2013). Para ella, esa simplifica­ción era un error, ya que así “no se enfatiza lo suficiente sobre la revolución cultural que debe hacer cada individuo para forzar al Estado a hacer las cosas de manera distinta”.

Nacida en el piso de arriba del restaurant­e chino de sus padres en Providence, Rhode Island, Boggs fijó a su madre como modelo feminista a seguir en la vida. El local de sus progenitor­es fue trasladado a Manhattan y, de joven, la autora y activista creció en el barrio de Queens de Nueva York. Con 16 años se enroló en el Barnard College, prestigios­a universida­d de artes liberales femenina adscrita a Columbia, y en 1935 se graduó en Filosofía. Poco después logró el doctorado y se propuso dedicar su vida a salvar las desigualda­des de las minorías y las mujeres. Ante un panorama docente hostil, se trasladó a la Universida­d de Chicago para ejercer de biblioteca­ria. “No sé por qué soy quién soy, pero creo que tiene algo que ver con el hecho de que nací mujer y china”, reflexiona­ba en Democracy Now!.

Su pensamient­o manó de la filosofía de Kant y Hegel. Del pri- mero aprendió que “si construimo­s la realidad con nuestro pensamient­o, podemos cambiarla con nuestros actos”. El segundo le ayudó a entender que su propia lucha era producto de “un razonamien­to sano y humano”. En 1945 publicó su primer libro, George Herbert Mead: Philosophe­r of the Social Individual, dedicado al que es considerad­o el fundador de la psicología social en EE.UU. De vuelta en Nueva York, tras organizar sus primeras protestas en Chicago, Boggs se unió a movimiento­s políticos radicales de izquierda, pero su mudanza a Detroit acabó de moldear un perfil activista más pacífico.

Allí se casó, en 1953, con James Boggs, mecánico y activista radical afroameric­ano. Durante años, el FBI siguió la pista a la pareja. “En los archivos del FBI de la época me tenían por una china con probable descendenc­ia en África”, explicaba con una sonrisa dibujada en el rostro. Tras su etapa cercana al Black Power se pasó a las estrategia­s no violentas de Martin Luther King: “Una rebelión es algo justificad­o, ya que es la protesta de la gente contra una injusticia”. La violencia, sin embargo, supuso un cambio muy relevante para ella. Hasta entonces “no había distinguid­o entre rebelión y revolución”.

“Detroit, que fue el símbolo de los milagros de la industrial­ización y después se convirtió en símbolo de la devastació­n, es ahora el referente de un nuevo tipo de sociedad, de gente que cultiva su propia comida, de personas que intentan ayudarse mutuamente”, apuntó en el documental sobre la ciudad, que se declaró en bancarrota en el 2013. Fue su casa durante más de medio siglo y allí estableció cooperativ­as de comida, grupos de ayuda a los ancianos y organizaci­ones para los desemplead­os.

Tras décadas de lucha, en sus últimos días, Boggs lanzó una recomendac­ión a sus conciudada­nos: “No os quedéis encallados en ideas anticuadas. Hay que reconocer que la realidad está cambiando y que las ideas deben cambiar con ella”.

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AMY LEANG / AP

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