La Vanguardia (1ª edición)

De la NBA a una silla de ruedas

NEAL WALK (1948-2015) Jugador de baloncesto

- MIGUEL LOIS

El pasado domingo fallecía en un hospital de Phoenix el exjugador Neal Walk (29/ VII/1948, Brooklyn), considerad­o todavía el mejor pívot de la historia de los Suns, el equipo de la NBA con sede en la capital de Arizona.

Walk, que jugó ocho años en la mejor liga del mundo (entre 1969 y 1977), fue selecciona­do en el número dos del draft de 1969 por detrás de un tal Lew Alcindor, que más adelante se cambiaría de nombre para llamarse Kareem Abdul-Jabbar. Phoenix y Milwaukee habían sido los peores de aquella temporada y una moneda decidió quién escogía primero en aquel draft. La suerte cayó a favor de los Bucks, que selecciona­ron al que terminaría siendo mejor anotador de todos los tiempos. Y los Suns se quedaron con Walk, un joven de 2,08m y 100 kg que había ejercido un dominio apabullant­e en los Gators de la Universida­d de Florida.

Pero su adaptación a la NBA no fue fácil. Tras un primer año irregular, con alguna que otra lesión, el mítico dorsal 41 explotó en 1972, ganándose un puesto fijo en el quinteto titular y promediand­o 20 puntos y 12 rebotes por partido. Números que le permitiero­n ser el máximo reboteador de la NBA esa temporada (cuando jugaban Abdul-Jabbar, Bill Walton, Bob McAdoo, Dave Cowens…).

Tras cinco temporadas en Phoenix, Walk fue traspasado a los extintos Jazz de Nueva Orleans (actualment­e en Utah) en 1974. El por aquel entonces jefe de los Suns, Jerry Colangelo, afirmó que se trataba del “mejor traspaso que hayamos hecho nunca”. Walk, con ironía, le respondió: “Creo que hizo bien. Cuando un jugador desayuna coles de Bruselas en vez de productos para hacer deporte… es el momento para hacer cambios”.

A partir de ahí empezó una caída en picado de su rendimient­o. El pívot sólo estuvo un año en los Jazz, siendo traspasado de inmediato, en 1975, a los Knicks de Nueva York. En tres temporadas, sus registros fueron mediocres. En 1977, hastiado del exigente ritmo de la NBA, aceptó la oferta del Canon Venezia italiano, donde recuperó un buen nivel y promedió casi 14 puntos y 7 rebotes por partido. Su carrera profesiona­l acabaría en el Hapoel Ramat Gan de Israel, donde jugó tres temporadas y se reencontró con sus raíces judías. En 1989, Colangelo contactó con él para que desempeñas­e un cargo en el departamen­to de relaciones de los Suns, la franquicia donde había brillado como profesiona­l. Estaría ahí hasta 2012.

Pero todo cambió en 1988, con 40 años. Era un día cualquiera, por la mañana. Iba a levantarse, desayunar, jugar con su hijo… pero no podía mover las piernas. Había quedado inmóvil. Un tumor en la espina dorsal le iba a dejar en silla de ruedas de por vida.

Pasó por una crisis personal, pe- ro nunca dejó de tener ilusión por la vida. “Jamás contemplé la opción de suicidarme o algo parecido. Perdí mucho, pero nunca lo más importante de mi persona. Las piernas son como un coche, te llevan de un punto A a un punto B. Uno todavía puede tener incidencia en el mundo con su presencia, su mente y su corazón“, confesó en una entrevista de hace unos años en el The Washington Post.

El amor por el baloncesto le hizo volver a las pistas, esta vez en silla de ruedas. Y en 1990 fue nombrado mejor jugador de la historia en silla de ruedas de los Estados Unidos. Una historia de superación de alguien que amó el baloncesto, nunca se rindió… y triunfó.

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RON FREHM / AP

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