La Vanguardia (1ª edición)

La Fura somete a Verdi

Àlex Ollé pone al público de Amsterdam en pie con su montaje de ‘Il Trovatore’, en que una dinámica escenograf­ía sitúa la enrevesada trama en la Gran Guerra

- MARICEL CHAVARRÍA Amsterdam Enviada especial

Pocos argumentos tan enrevesado­s como el de Il Trovatore habrán caído en manos de La Fura dels Baus a la hora de montar una ópera. ¿Qué se puede hacer con esa historia sacada del drama caballeres­co El Trovador, de Antonio García Gutiérrez, que tanto interés despertó en Verdi, apasionado de las venganzas y las relaciones paterno-filiales? Los directores de escena detestan poner en solfa ese drama pasional sobre la gitana que vengando a su madre –que ardía en la hoguera por haber hechizado al niño del Conde de Luna– echó por error a las llamas a su propio hijo creyendo que era el del noble... Cuando la obra empieza, ese niño ya es mayor. Ha vivido creyendo que es hijo de la gitana Azucena y rivaliza en amores –y en la guerra– con su hermano sin saber que lo es. “Sólo hay dos opciones con semejante historia: o haces un culebrón venezolano o te la tomas en serio”, dice Àlex Ollé. Y por eso último ha optado el furero ante el encargo de la Ópera de París en coproducci­ón con la de Holanda. La respuesta del público en el estreno del jueves en Amsterdam fue del todo entusiasta.

Claro que el reparto también tuvo parte de culpa. La Ópera Nacional de Holanda, que esta temporada celebra su 50º aniversari­o, apostó por Violeta Urmana en el papel de gitana –la lituana vuelve a ser definitiva­mente mezzo tras un periodo de soprano–. El tenor italiano Francesco Meli hizo un celebrado Manrico, y Simone Piazzola y Carmen Giannattas­io fueron el Conte di Luna y la disputada Leonora. Los cuatro estuvieron notables, a pesar de las aceleracio­nes y desacelera­ciones de la batuta de Maurizio Benini, sin duda lo más discutible de la función.

El estreno en Amsterdam se producía 24 horas después del de Nabucco en el Liceu. Era otro Verdi. Y otro concepto. Àlex Ollé, que sin duda se siente más cómodo en óperas de mimbres más contemporá- neos, tenía por delante un galimatías. ¿Dónde demonios ubicar el disparatad­o libreto de Salvatore Cammarano? “El único contexto en el que tiene cabida lo irracional, esas pasiones y sentimient­os llevados al extremo, es una guerra, que de hecho ya existe en la propia obra”, apunta el miembro de La Fura. Pero irse hasta la revuelta de Jaume d’Urgell contra Fernando de Antequera, a principios del siglo XV, en la que transcurre la trama no ayudaba a acercar la obra. Y situarla en la Segunda Guerra Mundial podía crear confusión, por la persecució­n de gitanos y judíos. La Gran Guerra era un contexto más adecuado, bisagra entre la modernidad y la tradición en la que convivían los caballos que salen citados en la obra y los carros de combate, las espadas y las armas de fuego... o las muy fureras másca- ras de gas. Rotunda la escenograf­ía que firma Alfons Flores hábilmente iluminada por Urs Schönebaum: un espacio abstracto y muy simbólico que puede pasar en un santiamén de ser estancia a ser cementerio o campo de trincheras. Con la ayuda de 32 cajas/monolitos que suben y bajan en el transcurso de la trama y con un juego de espejos que las multiplica, Àlex Ollé y Valentina Carrasco, su ayudante de dirección, logran que los cambios imposibles de localizaci­ón que plantea la obra de Verdi en apenas diez segundos sean un elemento a favor y aporten dinamismo.

“La forma visual –añade Ollé, que ya sedujo al público holandés con Quartett y Faust– abunda además en la estrategia de la guerra, se crea una suerte de tablero de juego, y sus líneas austeras potencian algo importante: esa soledad, esa incomunica­ción entre los protagonis­tas”. Cierto, Il trovatore no tiene ni un dueto de amor, aunque encierra momentos que son piedra de toque para los cantantes, como es Stride la vampa del segundo acto en el que se luce la mezzo dramática. Como contraste a tanta abstracció­n escenograf­ía , Ollé ha querido un vestuario realista, que firma Lluc Castell, y por el que Manrico parece luchar con los ingleses, mientras su hermano está en el bando alemán.

La Fura ha logrado someter ese desbocado Verdi, la ópera que con Rigoletto y La Traviata forma la trilogía popular del compositor, y su montaje se verá en enero en París con una Leonora de lujo: Anna Netrebko. Será una de las tres reposicion­es del año de Àlex Ollé. Su Holandés errante viajará a Lyon y su Edipo a Londres. Al mismo tiempo, estrenará un Frankenste­in de nuevo cuño y una Norma –también con Netrebko– en el Covent Garden. Y ojo a los Juegos Olímpicos de Japón, pues tienen intención de poner Turandot en sus manos (Kazushi Ono está en conversaci­ones). La buena noticia es que se acabó mirar por la ventana desde Barcelona: Christina Scheppelma­nn, la directora artística del Liceu, se ha mostrado muy interesada en la inventiva furera y de momento ha colado el citado Quartett en la próxima temporada.

Urmana triunfa en el papel de gitana en la producción, que se verá en París con Netrebko como Leonora

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RUTH WALZ // OPERA Una escena del montaje estrenado el jueves en la Ópera Nacional de Holanda, con Violeta Urmana en el papel de gitana
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