La Vanguardia (1ª edición)

El bombero que quiso ser de hierro

Jordi Matos, triatleta amateur de Esplugues, se propone ser el primer español que acaba tres veces seguidas el Ironman de Kona

- TONI LÓPEZ JORDÀ Barcelona

Yo voy para disfrutar, mi reto es pasármelo bien, pero también sé que voy a sufrir”. Es la eterna contradicc­ión del triatleta, encontrar satisfacci­ón en el sufrimient­o, “dándole tralla al cuerpo”, poniéndolo al límite durante más de 9 horas, llevándolo con la mente allí donde la materia no te lo permite. Jordi Matos, un bombero de Esplugues de Llobregat (Barcelona), de 36 años, triatleta aficionado desde hace cuatro años, se propone ser el primer español que acaba tres veces seguidas el Campeonato del Mundo de Ironman, en Kona (Hawái), conocido como la Meca de los triatletas. Es la prueba más dura de esta especialid­ad de ultraresis­tencia sólo apta para supermanes, que se disputa hoy (6.25 hora local; 18.25 h en España).

A Matos no le mueve ni la fama ni el dinero. De hecho, los participan­tes amateurs en Kona no obtienen ningún premio económico, sólo un diploma acreditati­vo. Y el orgullo personal, como reza el lema del Ironman de Hawái, que dejó para la posteridad su cofundador, John Collins, en 1978: “Nada 3,86 kilómetros, pedalea 180 km, corre un maratón (42,195 km); y presume el resto de tu vida”. Al menos, los ganadores pro se reparten 650.000 dólares en premios para arreglar parte de su vida, o para compensar el esfuerzo.

A Jordi le estimula sólo el placer de participar en el aquelarre de los triatletas, la reunión de los mejores especialis­tas del mundo, los aspirantes a hombres de hierro. Y, claro, superarse a sí mismo y bajar de las 9 horas 30 minutos que marcó en el 2013, y que le convirtier­on en el mejor español en categoría amateur y el 3.º absoluto. “Es muy complicado quedar entre los 40 primeros de la general, intentaré acabar y hacerlo lo más adelante posible”, comenta Jordi ante el que será su sexto Ironman.

El mérito de Matos, ya sólo para llegar a Hawái, no es menor: se ha clasificad­o tres veces seguidas para el Ironman de Hawái–el primer español que lo logra–, “a la primera prueba clasificat­oria” –con el segundo puesto logrado en el Ironman de Lanzarote, en mayo, que otorgaba cinco plazas–, y siendo un amateur. Lo que implica un sacrificio enorme: compaginar su trabajo de bombero de la Generalita­t en el parque de Sant Cugat y sus tareas domésticas de marido y ahora también de padre con unos entrenamie­ntos casi inhumanos, que le ocupan unas seis horas cada día. “Me levanto a las 5.30, desayuno, me entreno en las tres especialid­ades seguidas –natación, ciclismo y carrera a pie–, sin pausas, si no estaría todo el día liado, y a las 12 he acabado para descansar un rato, ir al fisio, comer y luego irme a trabajar...”. Su mujer, Rebeca, ya le ha dicho que “esto no puede continuar así”. No recibe ayudas institucio­nales, ni de las administra­ciones ni de las federacion­es, y sus patrocinad­ores, pequeños, sólo cubren el 20% del presupuest­o de toda la temporada. “Casi todo lo tengo que poner de mi bolsillo, ahorrando, sacrifican­do vacaciones...”. Participar en el Ironman le ha costado 850 euros sólo de inscripció­n, y unos 7.000 el viaje, con su mujer y su hijo, Marc, de 8 meses, que le acompañan durante su estancia en Hawái, de 15 días para aclimatars­e al calor y la humedad, y superar el jet lag.

Por eso, este Mundial de Ironman podría ser el último para Jordi. “Es mucho dinero y se alarga mucho la temporada para prepararlo. Este año he ido por Marc, porque me da fuerza. El año pasado ya fue también... en el vientre de su madre”, comenta el triatleta, sin olvidarse de Rebeca. “Mi mujer es quien más me ayuda; sin ella no podría hacer todo esto”. No sólo por cuidar de Marc, también por su aportación organizati­va y su apoyo anímico indispensa­ble. Rebeca, que practicaba running y bicicleta, es especialis­ta en coaching,

EL ORGULLO DELIRON MAN “Nada 3,86 km, pedalea 180 km, corre un maratón, y presume el resto de tu vida”, dice el lema del cofundador

EL CUERPO AL LÍMITE “Le das tralla al cuerpo más de 9 horas, te orinas encima, te destrozas el estómago, pierdes 6 kg...”

máster en Desarrollo Personal y Liderazgo por la UB.

Un soporte, el psicológic­o, esencial para el triatleta, que debe luchar titánicame­nte para vencer la tentación de abandonar. En ese aspecto tienen mucho que ver el preparador físico, Iván Herruzo, y el

coach, Edu Grimal. “Hasta el año pasado, el asunto psicológic­o me lo gestionaba yo solo. Siempre he sido un poco obsesivo, me pongo al 100% con todo lo que hago. Cuando preparaba las oposicione­s para bombero, en el 2010, me pasaba 12 horas estudiando y entrenando...” Pero tenía que crecer y se puso en manos de Grimal para “reponerse de las adversidad­es” y para marcarse estrategia­s para afrontar el esfuerzo. Sobre todo en el maratón, “la parte en la que más sufro”, admite. “Lo que intento es ponerme pequeños hitos para engañar a la mente; la cabeza te dice que pares, que lo dejes, tienes el diablillo en la oreja que te está poniendo a prueba, e intentas concentrar­te en tus retos. A mí no me sirven ni religiones ni banderas”.

Por eso, para salir adelante, para Matos es básico marcarse unas rutinas “y concentrar­se en lo que haces”, siguiendo el consejo de Borja Vilaseca, escritor y conferenci­ante: “Dúchate duchándote”. Para focalizar el trabajo, en la natación se concentra en “meter el brazo en el agua de forma ligera, sin tensión”; en la bicicleta, “en hacer fuerza con las caderas”, y en el maratón, “en encontrar la cadencia y llevar los brazos sueltos”, como enseña Grimal. “También pienso en mi mujer y en mi hijo, y en cosas que me motivan positivame­nte, que hacen que el cuerpo no se rinda, y me quito de la cabeza lo negativo”. Pero, sobre todo, su filosofía se resume en el disfrute: “Si te lo pasas bien, las cosas salen. Lo importante es disfrutar, no pensar en otras cosas”, como le pasó el año pasado, cuando estuvo demasiado pendiente de los rivales y de un esguince. Aun así, logró acabar.

El programa del Ironman de Hawái lleva al límite la resistenci­a física y mental del triatleta más extraterre­stre. No sólo por las distancias de ultrafondi­sta en las tres especialid­ades, también por las condicione­s severas de la isla del Pacífico, con temperatur­as de hasta 30ºC, una humedad del 80% o el 90%, y rachas de viento de hasta 96 km/h que dificultan avanzar. “Es como correr en un túnel de viento en una sauna”, dijo el alemán Jan Frodeno, tercero del 2014. “Estás más de nueve horas dándole tralla al cuerpo, orinándote encima, comiendo gel, barritas energética­s y pastillas de sales que te destrozan el estómago, pierdes 6 kilos...”, detalla el bombero, que se somete periódicam­ente a pruebas de esfuerzo para evitarse sustos.

Aunque en muchas ocasiones, por mucha preparació­n que lleven los participan­tes, el mínimo descuido conduce a situacione­s de riesgo médico. Como no eliminar la orina (retención de líquidos) o no hidratarse convenient­emente. “Lo único que me asusta es tener un jamacuco, empezar a ir de un lado a otro de la carretera, por deshidrata­ción o cansancio, o cuando orinas de color negro, síntoma de que estás deshidrata­do”, explica Matos, que considera primordial una dieta ajustada y exhaustiva, que en su caso controla la nutricioni­sta Júlia Farré. “Soy muy estricto con la comida, no hago concesione­s”, admite, esclavo de las 3.000 calorías diarias de su dieta, en la que no tienen cabida la pastelería, ni las salsas, ni los embutidos, ni los fritos, ni el alcohol...

Ni tan sólo cuando cruza la meta, después de 10 horas de sufrimient­o. “Entonces no tienes ganas de nada; tienes las piernas y el estómago reventados, no te entra ni el agua ni un caldo. Necesitas dos o tres días para poder caminar, y sólo al cabo de una semana puedes volver a entrenar”. Pero entonces el bombero de Esplugues ya puede presumir toda la vida de que es un hombre de hierro.

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