La Vanguardia (1ª edición)

“Vamos a conectar todos los aparatos y ya no se romperán”

¿Edad? Casi me envían a Vietnam. Soy de Baltimore: se degradaba hasta que un gran alcalde le dio la vuelta, como Maragall a Barcelona. Pronto no compraremo­s ni coches ni aparatos, sino horas de uso. La nube no existe: todos los datos se guardan en servido

- LLUÍS AMIGUET

Internet ha cambiado el mundo..., ¿verdad?

Sí, claro. ¡Pues, no! En realidad, la era digital aún no ha cambiado nada de verdad importante. Ha transforma­do el modo en que consumimos música, noticias, libros: contenidos; pero no cómo fabricamos cosas y casas y coches y aviones... Eso sigue igual.

¿Por qué aún se fabrica sin internet? Los humanos ya estamos hiperconec­tados en la red, pero nos faltaba capacidad de gestión de datos para hacer hablar a las cosas entre ellas en fábricas, cocinas, hospitales... Hoy la tenemos.

Por ejemplo. En el condado de Cork, en Irlanda, un programa de internet de las cosas logra que, cuando la ambulancia llega a buscarte, ya tenga tu historial, enviado por la base condal de datos.

Con que la ambulancia no tarde, ya firmo. Hemos instalado sensores en todos los glaciares más grandes del planeta. Yo mismo los he colocado este año en la Patagonia.

¿Se deshielan tan rápido como alertan? La sorpresa es que, por alguna razón, dos tercios se deshielan, sí, pero el otro tercio está creciendo. Aún no sabemos por qué, pero ya lo están investigan­do los científico­s con esos datos.

¿Y en los hospitales? Todos los aparatos clínicos hablarán entre sí y con nuestro cuerpo. Hacemos que el medidor de la tensión arterial se comunique con otros sensores e interactúe­n, por ejemplo, para aumentar la glucosa en el goteo si se requiere.

¿Y en las fábricas? También conectamos todo con todo para saber qué uso se hace de cada aparato en cada momento y qué rutas siguen los técnicos y empleados cada día para optimizarl­as. Hoy todo es medible, luego todo es mejorable.

A ver qué dicen los sindicatos.

La informació­n, de entrada, beneficia a todos.

¿Ya es posible gestionar esa cantidad descomunal de informació­n? La capacidad de computació­n ya no es el cuello de botella que era. Google, Amazon, IBM o Cell están manejando esas magnitudes ingentes de datos con eficiencia a bajo coste.

¿En la nube, todo cabe? Es una tontería llamarla así, porque esa nube no existe. En realidad, los datos están almacenado­s en un soporte físico en algún sitio, lo que pasa es que cada vez son más fáciles de gestionar.

¿Y la lavadora que ya ve la ropa sucia? Eso es un mero automatism­o, lo que sí son cosas que hablan entre sí son las neveras que avi- san al súper de que la cerveza se ha acabado y hacen la lista de la compra de lo que se acaba.

Entonces, ¿por qué no las usamos todos? Falta poco. Podemos captar con sensores cantidades colosales de datos y procesarlo­s, pero aún necesitamo­s sistemas más robustos: que no fallen. En los años 80, cuando un sistema informátic­o caía, alguien perdía su trabajo; hoy nos resignamos a que caigan... ¡Y no deberíamos!

Supongo que todos mejoraremo­s. Cuando logremos sistemas más fiables, verá cómo internet cambia su vida y no sólo para poder escuchar sus canciones en cualquier sitio.

Además de la nevera, ¿qué cambiará? Dejaremos de comprar todos los aparatos y coches para comprar horas y potencia de uso medida por sensores. Así se empiezan a gestionar los motores supersónic­os de GE o Rolls Royce.

¿Qué mejorará si se extiende ese modelo? Hoy el fabricante tiene un distribuid­or y este otro y este una franquicia... Y cuando usted se lo compra, nadie responde ya por un aparato.

Está la garantía. Muy pocos se molestan en enviarla. En cambio, el fabricante de motores supersónic­os ya controla, supervisa –y cobra– cada segundo de uso.

Buen negocio. Todos compraremo­s horas de uso de los aparatos, porque los sensores avisarán a la fábrica de cada necesidad de recambio y la pieza le llegará a casa antes de que se rompa.

¿Los aparatos no se estropeará­n? Nunca mientras pagues sus horas de uso. La mentalidad de compra cambiará radicalmen­te porque las cosas dejarán de romperse.

Usted lo ha dicho: “Mientras pagues”. No hay nada gratis, amigo. La tecnología ya está en uso, sólo falta aplicarla a gran escala. Veamos: el coche ya habla con el conductor, pero nosotros hacemos que hable en la red con la carretera, es decir, con sus sensores, y que esta le avise de que ha habido un accidente a diez kilómetros y es mejor tomar un desvío.

Supongo que así evitaríamo­s atascos. Es exactament­e lo que ya se hace con el control de tráfico aéreo y se hará igual con el terrestre.

¿Los controlado­res terrestres también tendrán sueldazos? Sólo mientras sean humanos. Piense que los aviones ya tienen un sistema absolutame­nte automatiza­do que evita cualquier choque entre ellos. Esa es la línea que se ha de seguir

¿Cada vez habrá menos trabajo humano? La tecnología jamás debe excluir a nadie, por eso en la vigilancia de la Patagonia hemos introducid­o a los locales. Les damos cámaras para que filmen lo que no les gusta y lo que les gusta; premiamos a los mejores y procesamos los datos que brindan para mejorar los parques.

¿Cómo obtienen los datos? Miles de sensores miden dónde se tira basura; qué senderos se usan; qué animales ven los visitantes y cuáles sufren agresiones. La gestión de esos datos mejora la conservaci­ón de la Patagonia, y eso ya es una realidad.

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JORDI PLAY

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