El viudo doliente de la duquesa
La vida de Alfonso Díez dio un giro radical cuando conoció a la fallecida duquesa de Alba. Un oscuro funcionario de la Seguridad Social, nacido en Palencia y residente en Madrid, se convertía de la noche a la mañana en el compañero y luego esposo de la aristócrata más poderosa. Así hasta el pasado 20 de noviembre cuando Cayetana Fitz-James Stuart abandonaba este mundo y, poco después, Díez también abandonaba, de momento para siempre, el sevillano Palacio de Dueñas.
Aunque nunca fue un dechado de expresividad, la marcha de Cayetana sumió a Alfonso en una oscuridad que acaba de romper con su aparición en la pasada fiesta de Porcelanosa en Nueva York. Un evento al que pensaba acudir acompañando a Cayetana, pero que al final ha tenido que acudir en solitario, no porque estuviera muy interesado personalmente, sino en agradecimiento a la familia propietaria, los Colonques, que ha sido uno de sus grandes apoyos tras su viudez.
Porque Alfonso Díez ha pasado es- tos meses de dolor refugiado en su familia y en unos cuantos buenos amigos, como Carmen Tello y Curro Romero, que le han recogido con cariño tras enfrentarse abiertamente con los hijos de la duquesa. Ni el matrimonio Tello-Romero traga a los descendientes de Cayetana, ni al revés.
Estos meses de oscuridad, Alfonso Díez, el viudo doliente, los ha empleado en leer, ir al cine, pasear con su perro Jonas, y realizar algunas pequeñas escapadas a Italia y Francia, siempre en compañía de buenas amistades. También en utilizar algunos de los días de asueto, que en realidad son todos ya que está prejubilado como funcionario, para terminar de poner a punto la vivienda, palacete dicen algunos, que la duquesa adquirió para él en Sanlúcar de Barrameda.
Un inmueble al que voces autorizadas de la prensa del corazón pusieron hace unos meses en venta, para tener ahora que rectificar sin que se note mucho. Alfonso Díez guarda muy buenos recuerdos de sus vacaciones de niño en la localidad gaditana y, de momento, no va a vender la casa que está restaurando. Al menos mientras Carlos, el actual duque de Alba, siga haciéndose cargo del pago de la hipoteca, tal y como le ordenó su madre.
Y en arreglar el pago mensual de 6.000 euros que su difunta esposa dispuso para Alfonso Díez antes de descansar en su lecho de muerte. Un pago que le cuesta muchos dolores de cabeza al actual responsable de la Casa de Alba, que aunque dueña de un legado inmenso, pasa por serias dificultades de tesorería. O, al menos, eso es lo dice el nuevo duque.
Así que entre un dolce far niente y los problemas heredados de sus relaciones con los hijos de la duquesa se le pasan las horas a Alfonso Díez. Unas relaciones prácticamente inexistentes, aunque algunos de los vástagos, en especial Cayetano y María Eugenia, intenten mantener bajo el epígrafe de “excelentes” o, al menos, de “buenas”.
Eso sí, todo a través de las ondas telefónicas y nada de contacto personal o visual. Alfonso Díez no ha vuelto a poner un pie en las posesiones de la familia de su mujer. Ni en Dueñas, ni en el palacio madrileño de Liria, ni en la propiedad que la duquesa tenía en Ibiza (donde Alfonso la acompañaba todos los veranos) y que recayó como herencia en Eugenia Martínez de Irujo.
En todo caso, Cayetano y Eugenia han sido los únicos que han tenido palabras de agradecimiento para el funcionario palentino. Eugenia reconocía que “Alfonso ha demostrado que quería a mi madre de verdad y ha sido muy buena persona”. Cayetano, por su parte, argüía que “ha hecho feliz a mi madre desde que se juntó con ella hasta el último día”. El resto de los hermanos han preferido guardar silencio.
Según algunas informaciones, Alfonso Díez también habría aprovechado estos meses para cuidarse un poco y someterse a algunas intervenciones quirúrgicas de escasa importancia. Y a ver mucho cine, el arte que le unió más íntimamente a la duquesa que se puso el mundo por montera.
En los últimos meses de vida de Cayetana, la pareja pasaba las horas viendo películas antiguas en la pequeña sala de proyección que Díez montó con sus propias manos en el Palacio de Dueñas.
Tardes de amor y palomitas que ya no volverán.
Desde la muerte de su mujer, Díez ha pasado por el quirófano y no ha vuelto a pisar las casas de la familia de su esposa