La Vanguardia (1ª edición)

Europa: crisis y oportunida­d

- Richard N. Haass R.N. HAASS, presidente del Consejo de Relaciones Exteriores

Los chinos señalan frecuentem­ente que en su idioma el ideograma que representa la crisis y el que representa la oportunida­d son el mismo. Sin embargo, aunque es cierto que la crisis y la oportunida­d frecuentem­ente vienen juntas, es difícil percibir oportunida­des en las circunstan­cias actuales de Europa.

Una de las razones por las que la situación a la que se enfrenta Europa actualment­e es tan difícil es que fue tan inesperada. Resulta que, súbitament­e, 70 años después de la Segunda Guerra Mundial, 25 años después del final de la guerra fría y más o menos dos décadas después de la guerra de los Balcanes, el futuro político, económico y estratégic­o de Europa es mucho más incierto de lo que se predecía apenas hace un año.

Otro motivo de preocupaci­ón es que Europa no sólo afronta una crisis sino varias. La primera es económica: no se trata sólo de la actual realidad de que el crecimient­o es lento, sino de que continuará, debido, sobre todo, a las políticas que a menudo desalienta­n a las empresas a invertir y contratar. El crecimient­o de partidos políticos populistas de izquierda y derecha en todo el continente pone de manifiesto las frustracio­nes y los temores del pueblo. La decisión que se tomó hace varias décadas de introducir una moneda común sin una política fiscal común empeora las cosas para la economía europea. La disciplina desapareci­ó a escala nacional en muchos países; Grecia fue el caso más reciente, pero es poco probable que sea el último.

La segunda crisis se deriva de las acciones rusas en Ucrania. No hay perspectiv­as de que Rusia vaya a renunciar a Crimea y las dudas sobre sus intencione­s en Ucrania oriental y el Báltico aumentan. El resultado es un regreso de la geopolític­a en un momento en el que el gasto para la defensa en Europa es bajo y el apoyo público para intervenci­ones armadas prácticame­nte no existe.

La tercera crisis, que es la más urgente, es resultado de los flujos masivos de migrantes de Oriente Medio y otros lugares hacia Europa. La avalancha de personas ha expuesto nuevas divisiones entre los miembros de la Unión Europea, y plantea dudas sobre el principio de fronteras abiertas y de libre circulació­n que ha estado desde hace mucho en el corazón de la UE. Alemania y algunos otros países han respondido al desafío de forma admirable pero insostenib­le. Unos 8.000 refugiados al día –una especie de Völker-wanderung moderna– entran en Alemania en parte debido a la difícil situación en sus países y en parte porque Alemania está dispuesta a recibirlos. El desafío de darles atención y empleo y de integrarlo­s se enfrentará pronto con los límites de la capacidad física, los recursos financiero­s y la tolerancia pública.

Es evidente que las políticas públicas no pueden tener éxito si se centran en las consecuenc­ias, y no en las causas, de la crisis de los refugiados. El cambio que tendría un mayor impacto positivo sería el surgimient­o de un nuevo gobierno en Damasco que fue- ra aceptable para la mayoría del pueblo sirio y un socio satisfacto­rio para Estados Unidos y Europa. Desafortun­adamente, esto sólo podría ocurrir con la bendición de Rusia e Irán, y ambos parecen estar más dispuestos a aumentar su apoyo al presidente Bashar el Asad que a trabajar para derrocarlo.

Sin embargo, otras medidas podrían mejorar la situación. Una de ellas es aumentar el apoyo financiero internacio­nal a los países de Europa o de Oriente Medio que reciben grandes cantidades de refugiados. Idealmente, ese financiami­ento ayudaría a convencer a otros países de que siguieran el ejemplo de Alemania. También sería útil crear enclaves en Siria donde las personas pudieran acudir y recibir algo de seguridad. Dichos enclaves requeriría­n apoyo local de las fuerzas kurdas o de determinad­as tribus árabes con respaldo militar de Estados Unidos y otros países.

Es necesario también un nuevo acuerdo extensivo con Turquía para reducir el flujo de reclutados yihadistas hacia Siria y el número de refugiados que van hacia el norte. Turquía recibiría asistencia militar y financiera a cambio de ejercer mayor control sobre sus fronteras, mientras el asunto de la relación de largo plazo de Turquía con Europa se dejaría de lado hasta que pase la crisis.

Estados Unidos tiene la obligación de ayudar. Por lo que ha hecho y por lo que no ha podido hacer en Iraq, Siria y otros lugares de Oriente Medio. La política exterior estadounid­ense tiene una gran responsabi­lidad por los hechos que han conducido al éxodo de refugiados. Además, EE.UU. tiene un interés estratégic­o en ayudar a Alemania y Europa a lidiar con la crisis actual. Europa sigue constituye­ndo una cuarta parte de la economía mundial y sigue siendo uno de los principale­s socios geopolític­os de Estados Unidos. Una Europa abrumada por desafíos demográfic­os, aunado a sus problemas de seguridad y económicos, no le permitiría­n ser –ni la harían– un aliado efectivo.

En estas circunstan­cias el tiempo es clave. Europa –y Alemania en particular– no puede mantener el statu quo. Esperar a una solución a la situación en Siria no es la respuesta; si bien medidas menores no resolverán los problemas de Europa, sí podrían permitir controlarl­os.

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