El Riverazo
Sostiene Antón Losada, en su libro coral Ciudadanos, Deconstruyendo a Albert Rivera, que Ciudadanos es un partido “atrápalo todo”, émulo español del catch-all party o partido escoba que ha pululado por diversos países, a lo largo de la historia reciente. Algo parecido al Colorado de Uruguay, o a la Unión Cívica Radical de Argentina de los años treinta. Y en Europa, recuerda al Fianna Fail irlandés, que llegó a ser considerado desde socialista hasta neothatcherista o reaganista, a causa de los vaivenes de sus propuestas, y que después de años de gloria ha acabado perdiendo la mayoría de sus escaños.
Ciertamente, el partido de Albert Rivera lo atrapa todo, y su ambigüedad e indefinición ideológica tanto pueden servir como bisagra para un socialismo con el agua al cuello, como tabla de salvación para un PP en pleno naufragio. Son regeneracionistas, pero menos; liberales, pero con verborrea socialpopulista; demócratas, pero se abstienen de condenar al franquismo y a sus crímenes; y así hasta un largo etcétera que les hace bascular de la derecha a la izquierda, y viceversa, en una comba que es todo un engendro ideológico. Ese es, probablemente, su atractivo para muchos, que, en pleno desconcierto de las ideologías, Ciudadanos no tiene ideología. O la tiene en una mezcolanza que marea al politólogo más avezado.
No la tienen, excepto en algo sustancial: son ferozmente nacionalistas, con una concepción arcaica e inflexible que podría englobarse en la idea imperial del patriotismo. Y ese anclaje ideológico los entronca con dos referentes históricos que usaron a la par, y con la misma eficacia, el populismo y el nacionalismo español: José Antonio y Lerroux. De ahí que haya sido en el ring catalán donde Ciudadanos ha surgido, ha crecido y se ha consolidado. No olvidemos que Lerroux acabó siendo presidente de gobierno y encarcelando al president Companys. Desde este bagaje histórico, y exprimido el discurso contra el soberanismo catalán, no resulta extraño que Ciudadanos sitúe en la diana de sus dardos al concierto vasco, no en vano su nacionalismo español es primario, de base estomacal, y necesita alimentar la idea del agravio.
Además, como buenos populistas, sienten un desprecio profundo por los pactos de la transición que forjaron la base de la democracia, lo cual los sitúa en una tesitura interesante: alzan la bandera del constitucionalismo hasta la sobreactuación, y sin embargo defienden planteamientos preconstitucionales. Nuevamente, pues, amalgama, confusión y atrápalo todo, con la idea de patriotismo español apolillado como única seña de identidad definible y definida. Rafael Chirbes (gran, grandiosa novela su En la orilla) aseguraba que era la ideología la que ponía los adjetivos. Y en este caso está claro, ni adjetivos, ni verbos, sólo predicados estomacales para alimentar el bajo vientre popular. Y les funciona.
Alzan la bandera del constitucionalismo pero defienden planteamientos preconstitucionales