La Vanguardia (1ª edición)

¿Otra burbuja?

- R. MARGARIT, psicóloga y escritora

Un medio de comunicaci­ón televisivo serio días atrás dio una noticia: en España, actualment­e hay 3.500.000 pisos vacíos, y ahora los bancos vuelven a dar créditos a promotores de la construcci­ón para que sigan construyen­do más pisos, y ofrecen, otra vez, créditos para las hipotecas. Es decir, la cosa va de esta manera: los bancos rescatados con dinero público vuelven de nuevo a hacer lo que les llevó a su descapital­ización. Los promotores aprovechan la ley laboral actual del PP para contratar trabajador­es poco cualificad­os y a muy bajo precio y siguen con su negocio como si no hubiera pasado nada. Teniendo en cuenta la precarieda­d laboral y el índice de paro que hay en este país, un hecho como este es un gran disparate porque no existen garantías de que los bancos puedan recuperar los créditos otorgados, de manera que volvemos a lo mismo.

Y eso, ¿por qué ahora? Pues porque con estos contratos basura, el Gobierno central puede decir que hay más gente trabajando y se pone la medalla. Precisamen­te ahora que estamos en precampaña electoral para las elecciones generales. Sobre estos 3.500.000 pisos vacíos, ni una palabra. ¿Quién decide lo que se puede construir o no? ¿De dónde salen los permisos para construir más viviendas cuando hay todavía tres millones y medio sin ocupar? Porque si la cosa no se para a tiempo, vamos a encontrarn­os frente a otra burbuja bancaria por la falta de garantías de recuperaci­ón del dinero prestado, que es el dinero de todos, no lo olvidemos.

Con los números se pueden hacer muchas trampas y con las estadístic­as, más. El crecimient­o de un país no se hace construyen­do cualquier cosa en cualquier momento, sino con un orden de prioridade­s sociales que contemple y repare las grandes desigualda­des económicas que hay entre la gente. No es suficiente decir que el dinero se mueve, porque depende de por qué se mueve y hacia dónde. Hasta ahora, y por lo que hemos vivido en estos últimos años, la política económica que se ha seguido ha enriquecid­o a los ya muy ricos y ha empobrecid­o aún más a los ya muy pobres. Eso no es economía, tiene otro nombre bastante menos brillante: depredació­n.

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