La voz del Nobel
La Nobel alerta a Europa de que Lukashenko virará hacia Rusia si le conviene
La periodista y escritora Svetlana Alexiévich ha aprovechado su reciente premio para denunciar una vez más el comportamiento dictatorial del primer ministro bielorruso, Alexánder Lukashenko, al que definió con el apelativo homo soviéticus.
MARÍA-PAZ LÓPEZ
Berlín. Corresponsal La concesión del Nobel de Literatura a la escritora y periodista bielorrusa Svetlana Alexiévich la misma semana en que el presidente de su país, Alexánder Lukashenko, conocido y apodado como el último dictador de Europa, afronta elecciones con perspectivas de manifiesta victoria, no da lugar a grandes esperanzas. Así se desprende de las palabras amargas que la propia autora disidente desgranó ayer en Berlín, arropada por su editorial alemana, Hanser Berlin. “Como dijo Stalin, no importa quién vota, sino quién cuenta los votos; no creo que haya sorpresas”, dijo Alexiévich de las elecciones presidenciales de hoy. Lukashenko lleva veintiún años en el poder en Bielorrusia.
“Es un hombre soviético y no cambiará jamás”, dijo, en referencia al concepto de homo sovieticus, muy presente en su obra, un concepto que evoca las dificultades de los países de la antigua URSS de desprenderse de una visión autoritaria de la política y la sociedad. Por ello, advirtió Alexiévich, la Unión Europea no debería fiarse de Lukashenko, de 61 años, porque “no es digno de confianza, siempre hace lo mismo, vira hacia Europa cuando la relación con Rusia no le conviene; como ahora, porque Rusia no tiene dinero para Bielorrusia, pero tan pronto vuelva a tenerlo y poder dárselo, él volverá a distanciarse de Europa”.
En Bielorrusia no es posible publicar los libros de Alexiévich. “Me encantaría hablar de literatura y no tanto de política, pero es de lo que me preguntan cuando vengo a Europa occidental”, suspiró la escritora, de 67 años. La autora de Voces de Chernóbil. Crónica del futuro (el tí- tulo más premiado de su carrera, y el único publicado hasta ahora en España) explicó una absurda peripecia del día en que la Academia Sueca anunció que había ganado el Nobel, el pasado jueves: “En seguida me telefoneó para felicitarme el presidente federal alemán, Joachim Gauck; Lukashenko me llamó varias horas después, ya muy tarde; fue un poco raro. Putin aún no se ha manifestado”.
Svetlana Alexiévich, nacida en Ucrania en 1948 de madre ucraniana y padre bielorruso cuando la Unión Soviética se hallaba en su apogeo, estudió Periodismo en la Universidad de Minsk, y trabajó de maestra y de reportera para diversos diarios y revistas. “Recojo material como periodista, y lo elaboro literariamente; creo que en mi manera de trabajar influye mi infancia, después de la guerra, en un pueblo donde mis padres eran maestros –recordó–. Por las noches las mujeres se reunían a hablar, y escuchar cómo habían pasado la guerra me parecía más interesante que todos esos libros de historia llenos de heroísmo de los soldados soviéticos. En nuestra tierra, relatar el dolor es arte; y arte oral más que escrito”.
La galardonada vivió diez años en el exilio, en Suecia, Francia e Italia, “algo muy necesario, porque el escritor debe ver lo de fuera, necesita color, no estar siempre en las barricadas”. La Nobel 2015 escribe en ruso –la lengua mayoritaria en el país y en la que se formó–, no en bielorruso, que se ha ido convirtiendo en el idioma de la oposición política.
En Alemania, Svetlana Alexiévich es conocida y estimada; en 2013 recibió el Premio de la Paz de los Libreros Alemanes, que se entrega cada año en la Feria de Frankfurt. Respecto a la concesión del Nobel, recordó con pesadumbre que “los cinco Nobel de Literatura rusófonos fueron insultados en su patria; Solzhenitsin y Brodsky fueron tachados de traidores, Pasternak fue forzado a rechazar el premio… Es una tradición de la cultura rusa”. Aún está asimilando el premio, pero entiende que para ella “es una protección”, y también “un reconocimiento para Bielorrusia”.
“En nuestra tierra, relatar el dolor es arte, y más oral que escrito”, dice de las veladas de las mujeres en su pueblo