Vagancia salvaje
El 25% de los ejemplares de la ‘Temnothorax rugatulus’ nunca fueron vistos trabajando, destaca un estudio en EE.UU.
Un estudio desmonta el mito de la hormiga trabajadora, mostrando que casi una cuarta parte de los miembros de una colonia no trabajaba en todo el día, mientras el resto sólo lo hacía la mitad del tiempo.
Las hormigas y las abejas tienen fama de formar equipos eficientes y basar su éxito como especie en la colaboración de sus miembros. Las fábulas –y la animación infantil– reforzaron su imagen de animales hacendosos y esforzados. Ahora, sin embargo, una investigación científica viene a desmitificar esa idea. Las hormigas no son tan currantes como nos han hecho creer ella y Esopo; la holgazanería también se esconde en los hormigueros.
Daniel Charbonneau y Anna Dornhaus, biológicos del departamento de insectos sociales de la Universidad de Arizona, en EE.UU., han estudiando desde hace tiempo la Temnothorax rugatulus, una pequeña hormiga marrón muy común que se encuentra en los bosques de América del Norte. Su meticulosa investigación concluye que también hay hormigas obreras que no dan golpe; que no dan palo al agua, vaya.
Las obreras de esta familia de insectos respetan una división del trabajo que hace que algunas están especializadas en acarrear comida, otras se dedican a mantener abierta las galerías del hormiguero y un tercer grupo cuida a las crías. Pero su investigación muestra que muchos ejemplares de la colonia parecen especializarse en no hacer absolutamente nada. El estudio lo han publicado en la revista Behavioral Ecology and Sociobiology.
Para llevar a cabo su trabajo y observar de cerca cómo pasan el tiempo, los biólogos marcaron las hormigas con diferentes topos de pintura para poder diferenciarlas y hacer el seguimiento posterior. Se tomaron la molestia de pintar, una a una, 250 hormigas, de cinco colonias diferentes, con un pincel de aeromodelismo. Luego, a lo largo de dos semanas grabaron sus movimientos con una cámara de alta definición mediante segmentos de cinco minutos cinco veces al día. Y con lo observado se les cayó la venda de los ojos.
Tras esas dos semanas de observación se vio que sólo el 2,6% de los individuos analizados estaba trabajando en todo momento. En cambio, el 71,9% de las hormigas estudiadas permanecían inactivas al menos en la mitad del tiempo, y el 25,1% de ellas nunca fueron vistas trabajando.
Charbonneau y Dornhaus apuntan que existen algunos individuos que –por causas todavía no aclaradas– parecen estar dedicadas a no hacer nada. Su conclusión es que “existen algunas hormigas obreras especializadas efectivamente en la inactividad”. No es que estas hormigas obreras descansen por turnos. No. Es que no hacen nada y casi siempre son las mismas. Es como si algunas obreras se especializaran en inactividad.
Ya en el 2009, la doctora Dornhaus ya destacó su desigual comportamiento. No todas eran tan obreras. Algunas, las más trabajadoras, tardaban entre uno y cinco minutos en realizar su tarea (coger un trozo de comida y meterlo en el hormiguero); otras, las más lentas, estaban en la misma tarea más tiempo. Y muchísimas no hacían nada. Dornhaus apunta que algunas colonias pequeñas dependen del trabajo de una o dos hormigas hiperactivas que lo controlan todo. “Es como en un piso de estudiantes; siempre encontrarás a uno que soporte menos la suciedad y terminará haciendo el trabajo de todos”, dijo.
Estudios previos habían apuntado que esa inactividad podría ser temporal, y que las hormigas trabajaban en turnos dictados por el ritmo circadiano, lo cual les permite completar su trabajo bajo tierra de manera uniforme. Pero las diferencias en los ritmos circadianos y el trabajo por turnos “no pueden explicar la observación de que algunos trabajadores son consistentemente inactivos”, dicen los investigadores.
Así, las obreras perezosas permanecen perezosas, no importa la hora del día de que se trate. Su inactividad “no es simplemente un descanso entre tareas, sino que puede ser una parte importante de la división del trabajo de las hormigas”, dice David Shulz a resumir este trabajo en la versión electrónica de Science. Y ¿a qué se de- be todo esto? No hay una respuesta clara. Puede deberse a que su tarea sólo se realiza en un momento determinado del año o de su ciclo de vida. O a que estas hormigas actúen como una fuerza de trabajo de reserva que entra en acción cuando haya más trabajo que hacer; aunque esta razón pierde fuerza, pues varios estudios han comprobado que cuando se necesita más mano de obra, las que ya están trabajando aumentan su actividad. Siempre apechugan las mismas, vaya. También cabría la posibilidad de que ocuparan puestos de trabajo que no requieren mucho movimiento. Los autores apuntan una teoría: que las hormigas inactivas son demasiado jóvenes o demasiado viejas para trabajar, lo que permitiría hablar de jubilación. Los estudios futuros relativos a períodos más largos podrían aclarar por qué las hormigas pasan del modo ocupado al perezoso. ¿Pueden ser centinelas policía que vigilan? Pero, ¿tantos?
Algunas pequeñas colonias dependen del trabajo de tan solo uno o dos insectos hiperactivos