Los temas del día
Las consecuencias políticas del terrible atentado de Turquía, y los recortes en el gasto destinado a I+D el pasado año.
Apocos días para la celebración de las elecciones generales del 1 de noviembre en Turquía, adelantadas por la imposibilidad de formar gobierno después de que en los comicios del 7 de junio el partido islamista del presidente Recep Tayip Erdogan perdiera la mayoría absoluta tras trece años en el poder, el país ha entrado en una peligrosa espiral política y de violencia, acentuada dramáticamente ayer por el atentado cometido en Ankara –el más grave en la historia del país– y que ha costado la vida al menos a 86 personas y dejado heridas a casi doscientas.
Las víctimas del atentado –cometido al parecer por dos suicidas y todavía no reivindicado– eran manifestantes que participaban en una concentración por “la paz, el trabajo y la democracia” y contra las políticas del Gobierno del presidente Erdogan, entre ellas la guerra contra los kurdos. El lugar del atentado fue una céntrica plaza junto a la estación de trenes de Ankara, la capital del país, y viene a suponer un salto cualitativo a peor en el clima de tensión política existente en el país en los últimos meses, en los que ha habido más de 400 ataques contra sedes y militantes del prokurdo Partido de la Democracia de los Pueblos (HDP), así como una oleada de violencia en la zona este del país, mayoritariamente kurda, con graves choques armados entre el ejército y las fuerzas de seguridad y guerrilleros del grupo armado PKK, en los que han muerto más de un centenar de policías y un elevado número de milicianos kurdos.
Precisamente horas después de la masacre de ayer en Ankara, aunque sin mencionarla, la cúpula del PKK anunciaba que respetará un alto el fuego unilateral hasta el 1 de noviembre, fecha de los comicios avanzados. El PKK manifiesta que “todas las fuerzas revolucionarias y democráticas deben hacer un esfuerzo para llevar a Turquía al camino de la democratización”. Es obvio que el movimiento del PKK intenta contribuir a la victoria electoral del HDP.
El atentado de ayer, en opinión de responsables de diversos partidos de la oposición, guarda sospechoso parecido con el del 5 de junio contra un mitin del HDP en Diyarbakir, dos días antes de las elecciones, y con el que tuvo lugar el 20 de julio en la localidad de Suruç contra un acto en solidaridad con los kurdos de Siria, que mató a 33 personas. En ambos casos los presuntos autores tenían relación con el Estado Islámico en Turquía, lo que dio pie a que el Gobierno declarara la “guerra contra el terrorismo”, metiendo en el mismo saco al EI, a la guerrilla kurda y a otros grupos armados. Políticos opositores no dudaban ayer en ver la mano del Estado en los tres atentados, acusando al partido de Erdogan de tratar de exacerbar el sentimiento nacionalista turco ante los comicios.
La preocupación por el proceso de desestabilización que esta viviendo Turquía estos últimos meses no carece de razones de peso. El Estado –además del conflicto que mantiene con la minoría kurda- se está viendo cada vez más involucrado en la guerra civil en Siria. Además de los dos millones de refugiados sirios en su territorio, los ataques rusos de los últimos días sobre Siria sobrevolando espacio aéreo turco han provocado una protesta oficial de Ankara a Moscú. De todo ello se resienten los mercados y la economía. La lira turca ha perdido un 15% de su valor respecto del dólar. La inestabilidad parece haberse apoderado del estratégico país euroasiático, con amenazas a su seguridad no sólo en el sur, fronterizo con Siria, sino por los conflictos abiertos con el EI, con la guerrilla kurda y con grupos insurgentes de ultraizquierda.