La Vanguardia (1ª edición)

LA HUELLA DEL PRESIDENT MÁRTIR

Los descendien­tes de Lluís Companys mantienen la memoria del president.

- PAU ECHAUZ El Tarròs

“Cuando acabó la guerra, el alcalde falangista de El Tarròs hizo desaparece­r el acta de nacimiento de Lluís Companys del registro municipal. Oficialmen­te, el president no había nacido aquí, pero no hizo lo mismo con el acta de bautismo en la iglesia parroquial, tal vez porque no se atrevió o se le olvidó. La intención de borrar su nombre del municipio, estaba muy clara”. La anécdota es una de las muchas que se grabaron entre los abuelos y abuelas de El Tarròs a mediados de los noventa para evitar que se perdieran fragmentos de memoria personal y mantener vivo el recuerdo de su hijo más ilustre.

En este pequeño municipio agrícola de la comarca del Urgell sigue en pie, aunque reconstrui­da, la casa solariega de los Companys, una familia de la burguesía rural, liberales entre conservado­res. Josep Companys i Huguet es sobrino nieto de Lluís Companys, nieto de su hermano mayor, Josep, y propietari­o actual del inmueble en el que luce una placa señalando que fue cuna del político. “Mi abuelo fue diputado de ERC y pasó unos cuantos años de exilio. Mi abuela, junto con sus hijos pequeños, mi padre y mi tía intentaron salir de España al final de la guerra pero no pudieron pasar de Figueres y volvieron al pueblo. La casa estaba semiderrui­da. Había sido cuartel de republican­os y nacionales. Para calentarse quemaban los muebles, los libros y hasta los marcos de las puertas. Mi abuela y mi padre reconstruy­eron la casa y yo si puedo la acabaré”.

Companys estudió Bellas Artes en Francia y allí contactó con primos suyos. Hace más de diez años que se dedica al fotoperiod­ismo freelance en México y es colaborado­r de France Presse y de diarios mexicanos y españoles como El País, pero también La Vanguardia, junto al añorado Joaquim Ibarz. Companys i Huguet empezó a ser consciente de su apellido cuando, tras la muerte de Franco, la figura de su tío abuelo emergió del ostracismo político y se convirtió en símbolo de la lucha por la libertad de Catalunya. “Era muy pequeño y mi abuela me contó cosas que no recuerdo muy bien. Como cuando Companys llegaba con toda la comitiva presidenci­al y se les tenía que dar de comer. O que le gustaba ir a cazar patos al estanque de Ivars. Quien más me habló sobre él fue ella porque mi padre apenas lo hizo. Eran recuerdos muy dolorosos”.

La tenacidad de su abuela obtuvo resultados y tras varios litigios judiciales los herederos de Josep Companys i Jover recuperaro­n la casa y varias fincas agrícolas confiscada­s por los franquista­s. “Me consta que durante un tiempo tuvieron que vivir con un cierto estigma social. Ser un Companys no te ayudaba. Durante años una pareja de la Guardia Civil vigilaba la casa atenta a cualquier movimiento sospechoso. Mi abuela, que era sorda, era una mujer luchadora que no pudo reunirse con mi abuelo hasta bien entrados los años cincuenta, cuando regresó del exilio para morir al poco tiempo, y tuvo que hacerlo todo con la ayuda de mi padre”.

Todo empezó a cambiar con la llegada de la democracia. “Empecé a ser consciente de la tragedia de mi familia cuando la Marxa de la Llibertat pasó por El Tarròs. En aquel clima, fue en 1978 cuando los vecinos fueron consciente­s de que había que reivindica­r el origen de Lluís Companys y se pensó en erigirle el monumento que hoy tenemos. Recuerdo que para recaudar fondos organizamo­s un partido de futbol. Había que hacer olvidar de alguna manera que un alcalde falangista quiso negarle hasta su lugar de nacimiento”.

El matrimonio entre Josep Companys i Grañó y Lluïsa de Jover i Fontanet tuvo diez hijos, pero sólo ocho crecieron entre finales del siglo XIX y principios del XX en la casa solariega: Josep, Neus, Lluís, Manuel, Maria de l’Alba, Ramon, Ramona y Camil. Sólo Josep, Lluís, Manuel y Maria de l’Alba, tuvieron hijos y nietos. Estos últimos viven entre Barcelona, Francia, México y Estados Unidos. Josep Companys mantiene contactos periódicos con todos ellos. “En México veo bastante a las nietas del president, hijas de Héctor Gally y de su hija Maria Lluïsa”, explica. Los Companys son una familia diseminada por el mundo con El Tarròs como centro espiritual. “Además de mi tío abuelo, hay otras dos muertes trágicas entre sus hermanos. Ramon, ingeniero de caminos, murió electrocut­ado en Martorell cuando Lluís era presidente de la Generalita­t. Otro tío, Camil, el más pequeño de todos, abogado, se suicidó en Montpellie­r tras conocer la detención de su hermano por parte de la Gestapo. Hay mucho dolor en nuestra familia”.

Todo en El Tarròs recuerda la huella de Lluís Companys. Junto con la casa solariega y el monumento, hay que visitar el Centre d’Inter- pretació Lluís Companys, justo al lado del monumento. El alcalde de Tornabous, municipio del que forma parte El Tarròs, Amadeu Ros, cree que el centro “es nuestra contribuci­ón a la memoria del president”. El centro cumple una función cultural, turística y también educativa. “Viene mucha gente por razones políticas y sentimenta­les, también gente de la Ruta del Cister, y también muchos escolares y estudiante­s que creo pueden aprender aquí una buena lección de historia”. El centro recoge testimonio­s orales, documentos, filmografí­a, copias de cartas, abundante bibliograf­ía sobre el president y su tiempo, y audiovisua­les. Se exhiben numerosas fotografía­s de Companys, acompañada­s de grandes paneles con poemas de Neruda, Brossa o Albert Camus, en homenaje al presidente ejecutado. “Hay gente que sale emocionada con lágrimas en los ojos. Reencontra­rse con Companys remueve los recuerdos de mucha gente y no son recuerdos agradables precisamen­te”.

El alcalde y Josep Companys se muestran satisfecho­s del equipamien­to cultural. El sobrino nieto desearía que “la memoria del president se entienda como algo más que una muerte trágica y heroica”. Amadeu Ros muestra una foto en la que Companys aparece junto a Salvador Seguí, el Noi del Sucre, otro hijo ilustre de Tornabous y El Tarròs. Ros reivindica que Seguí nació en Tornabous –otros historiado­res opinan que fue en Lleida–, donde su padre era jornalero de los Companys. El periodista Domènec de Bellmunt escribió que los dos habían sido compañeros de juegos infantiles. “Y hay gente que afirma que los Companys y los Seguí estaban emparentad­os, que eran primos. Lluís Companys y Salvador Seguí son de los nuestros”.

El pequeño municipio de El Tarròs (Lleida) mantiene viva la memoria de su hijo más ilustre a los 75 años de su muerte “Hay gente que sale del centro emocionada y con lágrimas en los ojos” Durante años la Guardia Civil vigilaba la casa atenta a cualquier actividad sospechosa

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MERCÈ GILI Josep Companys, sobrino nieto de Lluís Companys, en el centro situado en El Tarròs dedicado al presidente de la Generalita­t

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