La Vanguardia (1ª edición)

El miembro rebelde

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Tengo algunas lectoras, cosa que me desconcier­ta porque tiro a machista malgré moi. La mala noticia es que son estupendas y esperan que les alegre el desayuno –o la merienda– contando aquellas barbaridad­es que ni el señor con el que se acuestan explica. –Hoy no estabas fino. Ayer, sí. Las lectoras son intuitivas y las quiero mucho, tanto que se merecen unas risas de domingo. Yo, con mucho gusto, les escribiría una columna genial pero eso requería ser un genio, que es aquel hombre guiado por un don divino y no por el miembro viril.

El problema de muchos hombres es que nacemos con pito. Al principio, el hecho tiene su gracia hasta esa tarde inolvidabl­e de la infancia en que te lo pillas con la cremallera y descubres que el pito es arma de doble filo, de doble lenguaje y de doble vida, un viva la Virgen que hoy te lleva por aquí y mañana por allá. Un órgano que debería aprender mucho del hígado, el bazo o los riñones, que pueden ser letales pero son más disciplina­dos. –Chicos, ¿os apetece una copita? La noche del jueves, en la muy bur-

Nacer con pito, órgano optimista, tiene su gracia hasta ese día en que te lo pillas con la cremallera

guesa calle Avenir de Barcelona, hasta tres desconocid­os nos invitaron a entrar en esos bares oscuros –y tristes– donde el pito lleva por mal camino a muchos varones que se creen chicos. –Nos esperan tres amigas en Tuset. Naturalmen­te, fue una salida por peteneras: mitad excusa, mitad fanfarrone­ría. Ni nos esperaba una, ni dos, ni tres amigas pero nuestro órgano preferido siempre tiende al optimismo y en las cercanías de la calle Tuset estábamos convencido­s de que nos esperaban no ya tres amigas sino tres tandas de tres fiesteras.

–¿Llegará el día en que no nos guiaremos por el pito?

He aquí una pregunta metafísica, esencial, que nos abrió nuevos interrogan­tes porque los tres imaginamos que, a cierta edad, al pito se le acaba la tontería y se vuelve obediente.

¿Cómo debe de ser la vida de un hombre cuando, al fin, pone en cintura el rabo? Consensuam­os que una vida más libre, saludable y equilibrad­a. Pero nos sonó a anuncio de yogur y entramos en el Gatsby, que tiene su empaque berlusconi­ano. –Si hubiéramos llegado antes... Hay que reconocerl­e al órgano sexual masculino un fondo optimista que si bien induce a engaños, imprime ilusión a la vida aunque la humanidad está llena de pésimas decisiones cuyo origen es esta manera de ser del pene, órgano bonapartis­ta con mala prensa.

–Señores, ¿les apetece ver un striptease aquí cerquita?

El cuarto desconocid­o se hizo paso entre la juventud que salía del Gatsby. ¿Para qué íbamos a querer ver un striptease a las tres de la mañana?

–Hemos quedado con tres chicas que nos van a hacer un striptease.

Ni era verdad ni lo dijimos. Hasta ahí podía llegar el falo y sus caprichos. Queridas lectoras: si tuviera ingenio –y no pene– hoy habrían sonreído.

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Joaquín Luna

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