Ataque a los Mossos
En este todo vale del Estado contra Catalunya, desde que empezó el proceso, ciertamente vale todo. Y la prueba del algodón es una lista de despropósitos: presiones sobre fiscalías, constitucionales, sectores financieros, medios de comunicación, embajadas, cancillerías, Comisión Europea, Junta Electoral... Y todo aliñado con borradores filtrados para acusar de corrupción a líderes políticos, amenazas que incluyen prisión, desprestigio de las reivindicaciones catalanas, campañas de menosprecio, ahogo económico, y paralización de las iniciativas políticas catalanas, incluso aquellas que luchan contra la pobreza... No hay nada que el Estado se ahorre, a excepción de lo que no puede hacer en este momento histórico, que sería mover los tanques, aunque algún ministro del ramo ha tenido tentaciones verbales. Pero más allá del espantajo de la Brunete, es evidente que ha usado su fuerza por tierra, mar y aire. Todo menos hacer aquello que haría un Estado civilizado en pleno siglo XXI: permitir la democracia.
Sin embargo, incluso en el convenci-
Estos ministros quieren dar la imagen que los Mossos son un cuerpo de segunda y no son de fiar
miento de que no se detienen en nada (gracias a la inestimable complicidad de las izquierdas españolas), impresiona que lleguen hasta el extremo de desprestigiar un cuerpo policial. Los reiterados ataques contra los Mossos por parte de ministros de Rajoy son un ejercicio de vileza e irresponsabilidad impropios de un gobierno serio. Primero pusieron en cuestión la capacidad profesional de los Mossos en la lucha contra el yihadismo, a pesar de saber la excelencia del grupo encargado de esta lacra (jugándose literalmente la vida), aparte de tenerlos en permanente ostracismo de datos. Y ahora, ante la insólita situación de un presunto sabotaje contra las vías del AVE, no sólo se sacan cualquier responsabilidad de encima, sino que aprovechan la ocasión para volver a cargar contra los Mossos asegurando que no han vigilado el recorrido.
¿Qué quiere el ministro Catalán, que haya un mosso en cada kilómetro de vía para evitar una acción delictiva que se puede hacer en pocos minutos? ¿Quiere que los Mossos desatiendan la seguridad de toda Catalunya las veinticuatro horas? Como es evidente que el ataque del ministro no tiene sentido y que la acusación es una burrada, sólo se puede pensar mal. Y el malpensar pasa por la evidencia: quieren dar la imagen de que la policía catalana es un cuerpo de segunda y que no es fiable, en coherencia con el desprestigio a que someten al resto de instituciones catalanas. La intención es obvia, aunque primitiva: si las instituciones catalanas no son de fiar, los catalanes sólo pueden confiar en las instituciones del Estado.
Sinceramente creo que, más allá de hacer el ridículo, no consiguen gran cosa, pero aun así, resulta un disparate inimaginable que se juegue con el prestigio de un cuerpo policial para hacer la guerra política. Baja estofa y alta irresponsabilidad.