Un artículo prescindible
Que sepamos, el humano es el único ser consciente de su insignificancia en el universo. Como otros animales, es territorial y posesivo, pero además, necesita reconocimiento a través de su producción o creación, eso por lo que dice sentirse realizado. Aspira a hacer algo que le dé sentido a su vida y, de paso, le dé sentido a la historia. Un planteamiento conmovedor que ha dado grandes obras y grandes guerras. Es egocéntrico y, por derivación, también egoísta. Su propia existencia es más importante que todo lo demás.
Si no está limitado a sobrevivir, el ser humano quiere trascender, destacar para permanecer de algún modo. Que sigan hablando de él después de muerto (o como mínimo, que lo haga alguien en algún momento). Pero dentro de diez mil años, lo único que quedará de él serán sus residuos. Cuanto más rápido consumimos –ya sea información, electricidad, kilómetros o hamburguesas–, mayor es el reguero de basura que dejamos a nuestro paso, y menor el espacio que le queda a la memoria. Lo mismo ocurre en los dispositivos. El papel se amarilleaba, pero al menos te-
Si no está limitado a sobrevivir, el ser humano quiere trascender, destacar para permanecer
nía tiempo para hacerlo. Las selfies, los tuits, los estados de Facebook, caducan de inmediato, a no ser que uno haga el ridículo; entonces se convierte en viral (por lo tanto en spam, por lo tanto, en basura de nuevo). Cuando un móvil muere, o pasa de moda, poco importa si con él enterramos todos los datos, ya generaremos otros. Desde el 2012, se han creado más datos que en los cinco milenios anteriores, y el 90% de estos se creó los últimos dos años.
En mi programa favorito del momento, Órbita Laika, contaban esta semana que hay unos tipos encargados de idear sistemas que disuadan a los humanos del futuro ante los cementerios nucleares. Primero se les ocurrió construir un lugar terrorífico y asqueroso, en plan: “Si entras aquí, te volverás radioactivo”, ideal para atraer a niños con ganas de aventura. Finalmente optaron por poner unos monolitos con la advertencia apuntada en un montón de idiomas, esperando que alguno sobreviva. Pero ¿quedarán humanos en la Tierra dentro de diez mil años? Y capaces de leer, encima. En tal caso, ¿no tendrán detectores y neutralizadores nucleares?
Nada de lo que haya escrito ningún premio Nobel será leído dentro de seis siglos –de hecho, a muchos no se les leyó ni cuando lo ganaron–. Una de las palabras más repetidas en Twitter es imprescindible. “Artículo imprescindible”, “reflexión imprescindible”. Pero lo cierto es que nunca lo es. Nadie lo es, salvo para unos pocos. Lo que no le quita ni un ápice de emoción a la vida, sino todo lo contrario. Unamuno contestaría: “Cuando le oigáis a alguno expresarse así, no lo dudéis, soñó alguna vez con la fama, esa sombra de la inmortalidad. Los hombres enteramente sencillos jamás expresan tales lamentaciones”. Lo que pasa es que los hombres enteramente sencillos ya no existen. No sobrevivirían.