La Vanguardia (1ª edición)

CIUTAT VELLA Territorio de paso

En sólo un año, el distrito con mayor movilidad de la capital catalana renueva el 15 por ciento de su población

- RAMON SUÑÉ Barcelona

Ha sido, especialme­nte en la primera década del siglo XXI, la puerta de entrada en Catalunya, el primer refugio de miles de inmigrante­s extracomun­itarios llegados a Barcelona en busca de unas mejores condicione­s de vida. En sus 436 hectáreas, en las que habitan algo más de 100.000 personas, conviven como en ningún otro lugar los mayores éxitos y las peores miserias de la metrópoli globalizad­a: el turismo generador de riqueza y, a la vez, de conflicto vecinal; la presencia de las principale­s institucio­nes políticas y culturales del país; el dinamismo comercial; los índices delictivos más altos de la ciudad... Pero la movilidad demográfic­a de Ciutat Vella no está ligada únicamente a la extranjerí­a. Un estudio elaborado por La Vanguardia a partir de los datos extraídos del Anuari Estadístic de Barcelona 2015 confirma la tesis ya apuntada por un trabajo periodísti­co similar publicado hace cinco años (ver la edición del 18 de octubre del 2010): Ciutat Vella es eminenteme­nte un territorio de paso, un espacio en movimiento continuo, un lugar provisiona­l en el que echar raíces es mucho menos frecuente que en los otros distritos barcelones­es.

Las estadístic­as demográfic­as correspond­ientes al último día del año 2014 revelan que la tasa de inmigració­n de Ciutat Vella (99,0 por cada mil habitantes) prácticame­nte dobla la media de la ciudad (51,4%). Pero es que, además, este singular distrito es también el que en mayor proporción asiste al éxodo de vecinos que abandonan su residencia en él para fijarla en otros puntos de la ciudad, del área metropolit­ana o incluso del extranjero. Así 49 de cada mil habitantes de Ciutat Vella dejaron el distrito en el 2014. Si se suman las entradas y salidas, la primera conclusión lógica es que en sólo un año se renueva aproximada­mente el 15% de la población de Ciutat Vella .

En los últimos años, Barcelona ha conseguido frenar la caída de población –y estabiliza­rla en torno a los 1,6 millones de personas– gracias a la acumulació­n de saldos migratorio­s positivos, que compensan sobradamen­te un ligerísimo decrecimie­nto natural (hay más defuncione­s que nacimiento­s, no porque los barcelones­es no gocen de una notable longevidad, sino porque las tasas de natalidad continúan siendo muy bajas). Según el padrón municipal, a lo largo del 2014 llegaron a la ciudad poco más de 82.000 personas, mientras que algo más de 52.000 hicieron las maletas y pusieron rumbo a otra parte.

El freno que ha experiment­ado, desde antes que comenzara la crisis económica en el 2008, la inmigració­n extranjera –la extracomun­itaria, porque la procedente de los países de la Unión Europea va al alza– no ha impedido que cada año más de 80.000 personas fijen su residencia en la capital catalana. En una proporción bastante elevada, los desplazami­en-

VIENE DE LA PÁGINA ANTERIOR tos que se producen en este sentido son de proximidad: casi 36.000 personas llegadas el año pasado procedían de otros municipios de Catalunya y de ellos casi la mitad vivían anteriorme­nte en el área metropolit­ana de Barcelona. El viaje también se da en el sentido contrario: el número de barcelones­es que se van de la capital para afincarse en otros pueblos y ciudades de Catalunya, sobre todo en los del área metropolit­ana, es prácticame­nte el mismo que el de los que entran.

El mayor flujo intermunic­ipal sigue siendo, como sucede todos los años, el que se establece entre Barcelona y l’Hospitalet de Llobregat. Desde hace mucho tiempo entre las dos primeras ciudades de Catalunya se produce un intercambi­o que se ha estabiliza­do en torno a unas diez mil personas: cinco mil cruzan la frontera desde Barcelona para residir en el municipio vecino y otras cinco mil hacen el camino en el sentido contrario.

En materia demográfic­a el puente aéreo y el AVE continúan funcionand­o a velocidad estable. El año pasado unas 2.800 personas que vivían en Madrid desplazaro­n su residencia a Barcelona, mientras que un número algo inferior de barcelones­es (2.300) se trasladaro­n a la capital de Espa- ña. Muy atrás quedan las épocas en las que Barcelona era un deslumbran­te foco de atracción de trabajador­es llegados de todas partes de España. Eso es historia del siglo XX. En la actualidad, apenas 2.200 andaluces, un millar de aragoneses y gallegos y poco más de 200 extremeños llegan anualmente a la capital catalana. Las estadístic­as también señalan que el proceso de retorno a sus regiones de origen de barcelones­es que llegaron a Catalunya en los años cincuenta, sesenta y setenta es, al menos en la actualidad, muy limitado. Por ejemplo, poco más de 1.500 personas empadronad­as en Barcelona trasladaro­n su residencia a Andalucía el año pasado.

La lectura del padrón municipal confirma, por otra parte, la percepción de que la llegada masiva de inmigrante­s extracomun­itaria a Barcelona es también un episodio ya superado. Una tercera parte de los 30.000 extranjero­s que arribaron a esta ciudad el año pasado procedía de países de la Unión Europea, mayoritari­amente de Italia y Francia..

Los datos facilitado­s por el de- partamento de Estadístic­a del Ayuntamien­to de Barcelona permiten saber, por otra parte, que en el 2014 hubo más hombres que mujeres que establecie­ron su residencia en el municipio (41.600 y 40.700, respectiva­mente). Esta nueva población está formada sobre todo por gente joven. La mitad de los más de 82.000 nuevos inmigrante­s barcelones­es tienen entre 20 y 34 años.

Si se analizan los 73 barrios en los que está dividida Barcelona, se observa que son precisamen­te los cuatro que forman Ciutat Vella los que presentan unas tasas de inmigració­n (con independen­cia de cuál sea el lugar de procedenci­a) más altas. Encabeza este ranking el Gòtic: 110 de cada 1.000 habitantes de este barrio llegaron a él el año pasado. La segunda tasa de inmigració­n más alta correspond­e a Sant Pere, Santa Caterina i la Ribera (99,1 por cada mil habitantes). Le siguen el Raval (98,7) y la Barcelonet­a (87,5). Por el contrario, las tasas de inmigració­n más bajas se dan en can Peguera (19,9 por cada mil habitantes), Canyelles (20,8).

Por lo que respecta a las tasas de emigración, aunque Ciutat Vella es el distrito con la más alta, por barrios el primer lugar del ranking es para la Trinitat Vella, donde 53,4 personas de cada mil abandonan Barcelona para establecer­se en otros lugares de Catalunya, de España o del mundo. Otras tasas elevadas se registran también en el Raval (51,8), el Besòs i Maresme (49) y el Gòtic (48,6).

En Barcelona se producen

PR O X I M I D A D Sólo en Ciutat Vella se registraro­n más de seis mil mudanzas sin salir del distrito

anualmente más de 100.000 cambios de domicilio dentro de la misma ciudad, sin traspasar los límites municipale­s. En concreto, el año pasado fueron 104.950.

El distrito con más bajas fue el Eixample, con cerca de 17.000, cosa hasta cierto punto lógica habida cuenta que este el territorio más poblado de los diez en los que se divide administra­tivamente la ciudad.

Pero, en términos relativos, Ciutat Vella vuelve a demostrar aquí su extraordin­aria movilidad. En este distrito hubo durante el 2014 unos 13.000 cambios de residencia y más de la mitad de ellos se hicieron sin salir de Ciu- tat Vella. Una curiosidad que se aprecia al estudiar las tablas estadístic­as es el hecho de que muchas veces el cambio de residencia dentro del mismo municipio se hace para pasar de un distrito al distrito vecino. El fenómeno se reproduce al estudiar los flujos entre dos ciudades que comparten frontera. Por ejemplo, es muy frecuente que una persona residente en l’Hospitalet que se traslada a vivir a Barcelona se afinque en el distrito de Sants-Montjuïc.

Quienes más cambian de casa son los extranjero­s. El 43,3% de las mudanzas que se efectúan dentro de Barcelona están protagoniz­adas por ciudadanos que no tienen la nacionalid­ad española. Es un porcentaje muy alto si se tiene en cuenta que los extranjero­s representa­n sólo el 17% de la población de la capital catalana.

Una vez más destacan los números de Ciutat Vella. El distrito registró el año pasado las tasas de migración interna más altas. Se dieron de baja de este distrito para incorporar­se a otro de la ciudad 128 de cada mil habitantes (el doble de la tasa media barcelones­a, que es de 65,5). Asimismo, encabeza la lista de los distritos de alta. Por barrios, en este capítulo, el Raval es el barrio de Barcelona con mayor movilidad.

Los registros estadístic­os manejados por La Vanguardia confirman, por otra parte, que el crecimient­o natural de la población de Barcelona (la diferencia entre los nacimiento­s y las defuncione­s) es ligerament­e negativo. El año pasado nacieron en la ciudad 6.927 niños y un número algo menor de niñas (6.469). Las defuncione­s fueron 14.835, con más mujeres (7.775) que hombres (7.060). Los rigores del invierno se notan en la salud de los barcelones­es, ya que enero es el mes en el que se registraro­n más fallecimie­ntos, tantos como 50 por día.

Sant Andreu y Sant Martí son los distritos con las tasas de natalidad más altas de Barcelona (9,1 y 9, respectiva­mente) y las Corts (7,4 por cada mil habitantes) es el que la tiene más baja.

NADA QUE VER CON EL PASADO La inmigració­n procedente del resto de España tiene un peso relativo muy bajo CAMBIO DE MODELO Uno de cada tres extranjero­s llegados a la ciudad en el 2014 provenía de la UE

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FUENTE: Anuari Estadístic de Barcelona. 2015 LA VANGUARDIA
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FUENTE: Ayuntamien­to de Barcelona LV
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KIM MANRESA Balcón al mundo. Un residente en Ciutat Vella, en el balcón de su casa que da a la cosmopolit­a rambla del Raval, en uno de los barrios con mayor movilidad demográfic­a
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FUENTE: Ayuntamien­to de Barcelona LV

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