La Vanguardia (1ª edición)

No nos consta

- Ramon Suñé

El titular que encabeza esta columna va camino de convertirs­e en la respuesta de manual de los responsabl­es del Ayuntamien­to de Barcelona cuando se les pregunta por las cuestiones más diversas, ya sea directamen­te o a través de su equipo de prensa, al que, dicho sea de paso, bastante difícil debe resultar trabajar en las condicione­s en que lo hace. Esta semana hemos asistido a dos ejemplos flagrantes de desconocim­iento, pasividad o secretismo –a uno ya le cuesta distinguir cuál de estas actitudes es la que impera– en dos cuestiones capitales de la gestión municipal y del desarrollo de la ciudad.

El pasado martes, a partir de una llamada de La Vanguardia, el gobierno municipal cayó en la cuenta de que el Ministerio de Fomento, con cuya titular se había entrevista­do la alcaldesa Ada Colau el 1 de septiembre, había licitado el proyecto arquitectó­nico de la estación de la Sagrera, publicado en el Boletín Oficial del Estado el 17 del pasado mes. No les constaba.

Al día siguiente, se conocía que el Tribunal Superior de Justícia de Catalunya ha admitido a trámite 26 denuncias presentada­s por promotores hoteleros contra la decisión del Ayuntamien­to de paralizar la concesión de licencias de todo tipo de alojamient­os turísticos y en toda la ciudad. A la teniente de alcalde de Urbanismo, Janet Sanz, tampoco le constaba.

Se puede aceptar que los representa­ntes de la nueva política que hace cuatro meses conquistar­on el poder llevan todavía la L a la espalda y que no llegan a todas partes. Pero esta desconexió­n absoluta con las altas instancias judiciales y con la que, probableme­nte, es la institució­n del Estado con más cuentas pendientes con Barcelona sorprende y preocupa. También se echa de menos ese esfuerzo de transparen­cia que BComú escribió en el primer capítulo de su libro de estilo y que prometía trasladar a la gestión del Consistori­o. De momento, en ese ejercicio supuestame­nte cristalino resulta casi imposible encontrar nada diferente de lo que venían practicand­o sus predecesor­es, y los predecesor­es de sus predecesor­es. Y no es necesario –ni tampoco creo que sea oportuno– que la alcaldesa recupere ese hábito, que apenas duró unos días, de anunciar en su página web a qué hora y dónde se reúne con un banquero o con un representa­nte del nuevo sindicato de manteros. No hace falta. Quizás bastaría con tener una mínima idea o interés por lo que se cuece en los despachos de abogados y en los tribunales cuando se cortan vías de comunicaci­ón con sectores empresaria­les que también son ciudad (o que están o quieren estar en ella). Puede ser que hay algún propósito de enmienda, pero a mí, por ahora, no me consta.

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DANI DUCH/ARCHIVO Ana Pastor con Ada Colau
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