La Vanguardia (1ª edición)

Una vida abnegada

REYES CALLÍS (1944-2015) Monja misionera catalana

- MARÍA GABRIELA MEDINA

Tres hombres armados cuidaban una iglesia de coptos en Samalut, en Egipto. Era el año 2005, cuando Reyes Callís y su hermana Carmen, que estaba de visita, salían de misa. Carmen, sorprendid­a, le preguntó a su hermana a qué se debe la presencia de los hombres armados. “Es por protección porque cuando más nos matan es en la iglesia”. Esta era la cotidianid­ad de Reyes Callís en su misión en Egipto. “A mí no me pasará nada porque los cuido a todos”, dijo al ver la preocupaci­ón de su hermana.

Reyes Callís vivió una vida austera y entregada al cuidado de otros. Esta religiosa, de la congregaci­ón Sagrado Corazón, a los 28 años decidió cruzar las fronteras de su país para ayudar a los más necesitado­s. Egipto, una nación con minoría cristiana y mayoría musulmana, fue el lugar donde Callís desarrolló su trabajo. La religiosa, que tenía también estudios en enfermería y medicina tropical, se dedicó a curar a personas con quemaduras en la población de Samalut.

Nacida en Barcelona, a la edad de 18 años fue el inicio de su vida religiosa. Su padre médico y su madre enfermera, veían con buenos ojos su elección, pero querían que primero tuviera una profesión. Callís eventualme­nte siguió el consejo de sus padres y estudiaría enfermería. Esta profesión le proporcion­aría la habilidad de preparar un ungüento de aloe vera que sería clave en el proceso de cura de los pacientes con quemaduras. En el dispensari­o de Samalut, en condicione­s muy precarias, atendía de 200 a 300 personas por día.

Los conocimien­tos en farmacia también le fueron útiles a la religiosa para hacer maquillaje y así poder dárselo a las chicas con quien tenía amistad o que le ayudaban en el dispensari­o.

Callís era una persona familiar y que extrañaba sus raíces. “A ella el mar le encantaba, cuando venía a España enseguida íbamos y estaba todo el día en remojo”, cuenta su hermana Carmen Callís.

La playa no era lo único que la religiosa añoraba. También era fanática del Barça, y cuando no podía seguir los partidos de fút-

En el dispensari­o de Samalut, en Egipto, en condicione­s muy precarias, atendía hasta 300 personas al día

bol ni los pormenores del club catalán desde Egipto, se comunicaba con su familia para ponerse al tanto.

Los últimos años de la monja en Egipto fueron turbulento­s. Desde la primavera árabe, la situación en el país se tornó más difícil por la inestabili­dad política. En el 2013, año del golpe de Estado al gobierno del islamista Mohamed Morsi, y después de una visita a Barcelona, trató de regresar a Egipto, pero tuvo problemas. Cuando finalmente lo logró, no pudo ir a Samalut, porque era peligroso. Tuvo que resguardar­se en El Cairo hasta que la situación se normalizar­a.

La religiosa dedicó 43 años de su vida a la mejora de la comunidad de Samalut en Egipto. Reyes Callís con su labor dejó un legado de abnegación y marcó una diferencia en una población con carencias y olvidada por sus gobernante­s.

Reyes Callís falleció en Barcelona el 20 de junio del 2015. Para rendirle homenaje la comunidad y el obispo de Samalut realizaron una misa en su honor en la catedral de Menia, gobernació­n a la que pertenece esa ciudad.

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