La Vanguardia (1ª edición)

Teresa de Jesús y Edith Stein

- Lluís Martínez Sistach

El próximo jueves es la fiesta de Santa Teresa de Jesús y se cerrará el Año Teresiano, celebrado con motivo del quinto centenario de su nacimiento. De las muchas cosas que se han escrito sobre la santa de Ávila, yo quisiera subrayar la actualidad de su mensaje tal como se ha manifestad­o en una de las grandes figuras cristianas del siglo XX: Edith Stein.

De jovencita, Edith Stein fue la discípula predilecta de Edmund Husserl, el fundador de la escuela de la fenomenolo­gía. Muy pronto, Edith abandonó la religión judía que había recibido de su madre y se profesó no creyente.

Pero la búsqueda de la verdad la condujo a encontrar a Dios en el camino de su vida. Una amiga suya, buena cristiana, perdió a su marido –profesor universita- rio– en la guerra de 1914. Joven aún, cuando recibió la triste noticia, reaccionó con una actitud de esperanza y de paz. Edith fue testigo de ello. “En ese momento –escribió– mi incredulid­ad se desplomó y Cristo irradió en su misterio de la cruz”. Sin embargo, su conversión al catolicism­o aún tardó en llegar.

Una tarde del verano de 1921, Edith comienza, de forma casual, la lectura de la Vida, la autobiogra­fía de santa Teresa de Jesús. La lectura la apasiona tanto que pasa toda la noche leyendo. En la madrugada, al cerrar el libro, exclamó: “¡Esto es la verdad!”. Había descubiert­o que Dios es amor. “El camino de la fe –escribe en una de sus obras– nos lleva más lejos que el conocimien­to filosófico: nos lleva al Dios personal y cercano, a Aquel que es todo amor y misericord­ia, a una certeza que ningún conocimien­to natural puede dar”.

Como afirmó san Juan Pablo II, que sentía una gran admiración por esta filósofa, “a pesar de su gran aprecio por la ciencia, Edith fue descubrien­do cada vez más que el corazón de la existencia cristiana no está en la ciencia sino en el amor”.

Su condición de mujer y también de judía le impidieron un merecido lugar en la cáte- dra universita­ria. A los 42 años entró en el monasterio del Carmelo de Colonia. Lo había deseado desde su conversión. Tomó el nombre de Teresa Benedicta de la Cruz. Allí siguió a Jesús pobre, en la pobreza radical de una vida escondida en el claustro. Allí escribió páginas llenas de belleza y profundida­d sobre la ciencia de la cruz, inspirándo­se en santa Teresa de Jesús y en san Juan de la Cruz.

Cuando, desnuda, entró en la cámara de gas de Auschwitz, con su hermana Rosa y otras víctimas judías como ella, ofreció a Dios su vida en sacrificio. Fue la culminació­n de su ciencia de la cruz, que vivió muy unida al Crucificad­o.

La vida y el pensamient­o de Edith Stein ponen de relieve la profundida­d del testimonio de Teresa de Jesús en el dramático siglo XX y también en el siglo actual.

La búsqueda de la verdad condujo a Edith Stein a encontrar a Dios a partir de la lectura de santa Teresa

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