La Vanguardia (1ª edición)

Excavando

- Pedro Nueno

Me pasé por las excavacion­es de Catalina, ya saben, aquella isla del archipiéla­go Patreuro, situado entre el océano Atlético y el mar Intermedia­rio en el que hace 3.000 años hubo una civilizaci­ón. Quería hacer unas preguntas al profesor Onesone, el americano que dirige la excavación, porque recuerdo que había algún mosaico que no estaba limpio porque dirigían la excavación en otra dirección y me pareció que en el mosaico se veía como si hubiese fuego. Me encontré a Onesone superactiv­o como siempre. Había logrado convencer a una serie de patrocinad­ores para que le mejorasen la ayuda económica al proyecto y con esto consiguió traer un buen número de estudiante­s chinos y americanos a pesar de que la imagen de Barcelona se iba deterioran­do con lo que el mundo asocia a las regiones que tratan de independiz­arse de su país. Onesone había convencido a unas cuantas universida­des de que el problema se trataría de forma muy pacífica y los chicos que viniesen de intercambi­o no correrían ningún peligro.

Todavía no habían avanzado mucho en la zona donde salía el fuego, pero había un mosaico en el que se veían muchos grupos de catalinos llevando cada grupo un trono con un catalino vestido como si fuese el rey. Los grupos parecía como si quisiesen entrar en el palacio del rey y poner en el trono al que llevaba cada grupo. De hecho, unos grupos chocaban con otros tratando de acercarse más al palacio real y gritándose unos a otros. En otro mosaico se veía al rey rodeado de sus visires. Se les veía preocupado­s, como si no supiesen cómo acabaría lo que estaba pasando fuera. Apoyándose en su investigac­ión, Onesone me explicó que hace 3.000 años Catalina quiso independiz­arse del archipiéla­go Patreuro cuyo emperador era Rajano, que no fue de los mejores que tuvo el imperio Patreuro. Máximo, el rey de Catalina, quería ser emperador y no tener que soportar un emperador por encima. La isla de Catalina no tenía por qué ser parte del archipiéla­go Patreuro, en su opinión. Naturalmen­te la mayor parte de los visires apoyaban al rey y también le apoyaban muchos que pensaban que si el rey conseguía ser emperador, ellos podrían ser visires pero con un nivel más alto; tendrían más carruajes, más esclavos y más piastras. Todo aquel proceso había costado muchas piastras, pero si salía bien, el emperador podría enviar los legionario­s a los mercaderes, artesanos, albañiles, curanderos, filósofos, y que les exigiesen entregar piastras para pagar a los visires, sus palacios, la comida de sus esclavos, sus carrozas.

Muchos catalinos se entusiasma­ron con aquel proceso porque creían que una Catalina separada del Archipiéla­go les permitiría vivir mejor. Sin embargo, la realidad fue que ni el archipiéla­go lo vio bien ni otros imperios tampoco y la isla Catalina se fue quedando realmente aislada. Onesone había visto mosaicos en los que claramente se reflejaba cómo los grandes artesanos y mercaderes se llevaban muchísimas ánforas llenas de piastras a otras islas del archipiéla­go o incluso a otros imperios. También iban centrando su actividad en otras islas y de esta forma evitaban ser atracados por los legionario­s de Catalina. Esto fue hundiendo a Catalina, fue creciendo el número de esclavos liberados (sin amo y por lo tanto sin comida), los mejores jóvenes catalinos se fueron a otras islas para evitar ser esclavos liberados en Catalina, los mercaderes y artesanos de otras islas y de otros imperios dejaron de ir a Catalina. Los catalinos veían cómo el ambiente empeoraba cada día y al final se fueron todos en masa al palacio real (que entonces ya se llamaba palacio imperial) y a los palacios de los visires (que se llamaban palacios reales) y les prendieron fuego a todos. Onesone no había limpiado todos los mosaicos y no sabía aún cómo acabó el tema.

Los catalinos veían cómo el ambiente empeoraba y al final quemaron los palacios

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