Quejas en Enric Granados por el exceso de bares
Vecinos de Enric Granados piden un plan de usos que limite la apertura de restaurantes
La calle Enric Granados y sus chaflanes ya suman alrededor de 70 bares, cafeterías y restaurantes... barra arriba, barra abajo... y también un club de alterne de blanca fachada. Todo en un vial de apenas 1,2 km que se recorre en menos de 15 minutos. Pero el último negocio en allí inaugurarse no es un puesto de sushi para llevar ni una cafetería especializada en brunchs ni… Se trata de la Side Gallery, de una galería de arte centrada en el mobiliario de diseño contemporáneo. “Tenemos ya una galería en el Empordà, y queríamos posicionarnos en Barcelona –explica allí Luis Sendino-, y el mejor lugar para ello es la calle Enric Granados. Aquí se dan la mano el arte, el diseño, las antigüedades…”. En los últimos tiempos, prosigue Sendino, coincidiendo con el fin de aquellos alquileres de larga duración, numerosas galerías de la calle Consell de Cent y su entorno se dispersaron por el área metropolitana en busca de espacio y sobre todo de rentas más asequibles. “Y Enric Granados y sus alrededores es ahora una zona muy puntera. Aquí se cruzan gente del barrio, de un buen barrio, gente de toda la ciudad interesada en el arte y muchos turistas, porque también hay muchos turistas cultos que gustan mucho de pasear por las galerías…”.
Al mediodía, mientras los bachilleres y los universitarios almuerzan en los bancos, las señoras pasean muy a gusto por las zonas pea- tonales en compañía de perros muy pequeños. Y dicen que sí, que todos los negocios de siempre que cierran se convierten en bares, cafeterías y restaurantes. Que hay terrazas por todas partes. Y un montón de hoteles, y edificios enteros de apartamentos turísticos. Que encima ahora van a abrir un ma-
crorestaurante de dos plantas. Que tendrían que quitar el carril bici, que el carril bici es un peligro, que los ciclistas son todos unos gamberros.
“Al menos ya no hay antes”, tercia una de las señoras, que frena el derroche de quejas. Y todas sus amigas la miran extrañadas. “Sí, ya no hay antes… ¿no os acordáis de las discotecas que abrían por la mañana? Los antes –repite la mujer recordando los tiempos, hace ya más de un lustro, en que los afterhours abundaban por aquí- Ay, yo qué sé… Los domingos era un horror, se drogaban por la calle, hacían pipi en los portales”. “Es verdad –dicen sus amigas–. Ahora hay tanto ambiente todo el rato que hasta los que van al club de alterne de allá arriba entran y salen muy deprisa sin armar ruido para que no les vea nadie”.
“Nosotros llevamos aquí 24 años, vendiendo música –explica José Luis Fernández tras el mostrador de Music World–, y en cierto modo podemos decir que aún estamos abiertos gracias a todos estos bares y restaurantes, gracias a que Enric Granados se puso de moda, se convirtió en un eje que atrae a un montón de gente… Si no hubiera sido así hace mucho tiempo que habríamos cerrado, como tantas tiendas de música. Antes no venía nadie por aquí. Y la verdad es que no nos agobian con el tema del alquiler. Estamos bien. Ahora creo que podré aguantar hasta que me jubile ¡y entonces largarme y montar un huerto ecológico!”.
Aun así, muchos vecinos quieren que el Ayuntamiento elabore un plan de usos que limite la apertura de bares y restaurantes. “Yo me mudé al barrio a finales de los noventa, coincidiendo con la peatonalización, la ampliación de las aceras –cuenta Josep Maria Alcoberro, de la plataforma SOS Enric Granados-… Nos convertimos en una calle muy singular del Eixample, una suerte de experimento. Y durante un tiempo conservamos el equilibrio. Teníamos mucho comercio de proximidad, muchos despachos, edificios de oficinas…”. Y la crisis económica arrambló con todo.
Muchos despachos cerraron, muchos edificios de oficinas se transformaron en hoteles y apartamentos turísticos y, sobre todo, muchas tintorerías, colmados, charcuterías se transformaron en macrobióticos restaurantes especializados en comida muy ecológica, en cafeterías la mar de cucas donde almorzar jamón y melón y cava, en heladerías artesanales que sirven exóticos zumos y batidos ultranaturales… Todo luce un elemento diferencial, todo promete convertir un acto cotidiano en una experiencia muy especial, todo resulta muy hipster, todo está muy orientado al visitante, ya sea de aquí o de mucho más allá… Y ahora uno no sabe muy bien si están hinchando otra burbuja de marras y muy pronto todo explotará y morirá de éxito o… En estos tiempos todo signo de vitalidad económica es sospechoso. Son las dolorosas lecciones de la crisis económica.
“Es verdad que también tenemos mercerías, ferreterías, bodegas –retoma Alcoberro–... pero a medida que sus dueños se jubilan desaparecen. La época de los grandes desmanes de las terrazas, que se comían todo el espacio, ya quedó atrás. Pero el Ayuntamiento no