Un voto pírrico
Antoni Puigverd cuestiona los beneficios de las apuestas políticas lanzadas por Artur Mas en los últimos años: “Las elecciones de noviembre del 2012 forzaron el horizonte del 9-N. El simulacro de referéndum exigió la pulsión por la lista conjunta del 27-S. Ahora se impone la necesidad febril de un pacto contra natura entre el neoliberalismo de Mas y el anticapitalismo de la CUP”.
Veremos qué da de sí la negociación entre Junts pel Sí y la CUP. De momento, huyendo de vaticinios, es inevitable subrayar lo que algunos lúcidos independentistas reconocen: que el resultado de la gran coalición tiene un aire pírrico. El lector recordará la figura de Pirro, un rey griego, belicoso e incansable que llegó a ser comparado a Alejandro por su dominio de la estrategia militar y que, en sus guerras en Italia defendiendo las colonias griegas, se hizo célebre porque sus victorias sobre los romanos eran tan costosas que dejaban exhausto a su ejército.
Escribe el gran Plutarco, autor de las Vidas paralelas, en el capítulo XXVI de la semblanza de Pirro: “Perdió seis años en estas expediciones, en las que, si en los intereses salió menoscabado, el valor lo conservó invencible en medio de las derrotas”. Y después de glosar su coraje y su empuje, continúa: “Lo que adquiría con sus hazañas lo perdía por nuevas esperanzas, y no sabía salvar lo presente, según convenía, pues codiciaba lo ausente y lo venidero. Antígono solía compararle a un jugador que juega y gana mucho, pero que no sabe sacar partido de sus ganancias”.
Parece un retrato de Mas: años perdidos en batallas insomnes, presididas por el valor y resistencia, sí, pero con la gobernación de la Generalitat cada vez más insegura y abandonada, abocado a las volátiles ganancias de un futuro incierto que siempre debe renovarse de forma agónica. Las elecciones de noviembre del 2012 forzaron el horizonte del 9-N. El simulacro de referéndum exigió la pulsión por la lista conjunta del 27-S. Ahora se impone la necesidad febril de un pacto contra natura entre el neoliberalismo de Mas y el anticapitalismo de la CUP.
Al igual que ocurrió en noviembre del 2012 y en el 9-N, la energía invertida en la batalla del 27-S obligaba a un resultado no solamente espectacular, sino liberador. En sentido literal (abrir la puerta a la independencia). Pero también en el metafórico: han sido tan enormes y tan intensas las energías políticas, cívicas y propagandísticas puestas en circulación para ganar esta batalla electoral que el resultado anhelado debía ser tan liberador como lo es, por ejemplo, regresar al lecho familiar después de meses de esforzada travesía por la alta montaña. Pero ahora resulta que el confort familiar no es posible, pues la travesía continúa en forma de nueva y complicadísima ascensión. Una ascensión que, si sale bien (es decir, si se consigue un pacto), puede causar dudas, perjuicios económicos y decepciones entre los votantes nacionalistas de clase media y, si sale mal (es decir, si no pactan) empuja al país a una nueva elección no menos decepcionante (salvo que se produzca una milagrosa transacción imprevista).
El énfasis retórico del eslogan “el vot de la teva vida” transmitía de manera muy clara el sentido agonístico de la batalla del 27-S: al parecer, ninguna votación había sido más importante no sólo para las generaciones nacidas en democracia, sino también para las que conocimos el franquismo y los grandes momentos históricos como la recuperación de las libertades, el retorno de Tarradellas, la conquista del Estatut y la Constitución o, incluso, la entrada en la UE o el éxito de la Barcelona del 92. Implícitamente, todos estos acontecimientos que forman parte de la memoria épica de muchos votantes, quedaban empequeñecidos ante el gran horizonte que abriría “el voto de tu vida”.
Quizás este fue el primer error: creer que, más allá de las exageraciones de estos años de agitación y propaganda, la experiencia del votante conectaba realmente con el sentido profundo del eslogan. No sería un error pequeño. Ya otras veces ha tenido lugar en el entorno de Artur Mas en particular y del nuevo independentismo en general: confundir la propaganda con la realidad. El mecanismo se repite siempre. Primero se insiste en la inevitabilidad del paso que se quiere dar (de lo contrario, toda clase de males caerán sobre Catalunya). Después se idealiza el paso que se quiere dar: se minimizan las dificultades, se idealiza el futuro que, si bien no se presenta como un camino de rosas, sí se describe en términos de ganancia clara y segura desde el primer momento (de modo que cuando alguien describe las dificultades posibles es acusado de saboteador o de fabricante de miedos). Finalmente, la propaganda lo invade todo. El maniqueísmo se ampara de las discusiones, se genera un clima de victoria indiscutible y se insiste en la fe-
Dice Plutarco de Pirro: “La mayoría de sus acciones se basaban en la audacia más que en la planificación”
cha mágica de una manera obsesiva y constante.
Después de la fecha mágica también siempre pasa lo mismo: apelando de forma coral y obsesiva a la necesidad del acuerdo se eclipsa el desconcierto causado por la cortedad del resultado y se da un portazo a la autocrítica y el análisis.
Un viejo historiador militar, Theodore Ayrault Dodge, describía a Pirro: “Era brillante, no carecía de habilidad, poseía la presencia y muchas de las virtudes intelectuales que van asociadas a un gran capitán. Pero no tenía solidez. Sus planes no tenían consistencia. (...) La mayoría de sus acciones se basaban en la audacia más que en la planificación”. El líder político en el que usted y yo pensamos, querido lector, quizás es audaz, pero me temo que nunca ha realizado el esfuerzo de conocer el entero país que dirige. A una parte, la conoce al dedillo; pero desconoce por completo la otra (ciertamente: a su oponente de Madrid le pasa igual, aunque su desconocimiento es inverso).