La Vanguardia (1ª edición)

La cárcel como refugio

La caída de la población reclusa obliga a las autoridade­s del país nórdico a buscar nuevos usos a los edificios de las prisiones

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La avalancha de solicitant­es de asilo ha llevado a Suecia a plantearse la utilizació­n de antiguas prisiones como centros de alojamient­o temporal, aprovechan­do que la laxitud de la última reforma penal está vaciando las penitencia­rías del país.

La avalancha de refugiados que está recibiendo Suecia ha forzado a las autoridade­s a buscar soluciones poco comunes para hacer frente a la emergencia. Se acerca el invierno y la necesidad de ofrecer un techo a los recién llegados apremia. Después de Alemania, el país escandinav­o es uno de los destinos más deseados por la marea humana que huye del hambre y de la guerra. Se estima que cada semana solicitan asilo en este país unas 7.000 personas. En este contexto, el Gobierno sueco está estudiando la posibilida­d de albergar a varios cientos de ellos en antiguas prisiones. Aseguran que las están adecuando para convertirl­as en verdaderos hogares, donde las familias que lleguen se sientan lo más acogidas y confortabl­es como sea posible.

Pero más allá de lo insólito de esta solución, la noticia pone en evidencia una nueva tendencia dentro del sistema penitencia­rio sueco. Penas menos severas y un mayor esfuerzo económico para favorecer la rehabilita­ción están consiguien­do que cada vez haya menos reclusos. Las cárceles se están vaciando. En los últimos cuatro años se han cerrado al menos cinco centros penitencia­rios, mientras que la ocupación de los que permanecen abiertos está por debajo de su capacidad.

A lo largo de la última década, Suecia, que tradiciona­lmente ya registraba una de las tasas de encarcelac­ión más bajas del mundo, ha perdido más de 1.000 reclusos, pasando de los 5.722 que tenía en el 2004 a unos 4.300 en la actualidad (sobre una población total que no llega a los diez millones de habitantes).

Sin embargo, la caída en la cifra de encarcelad­os no tiene por qué correspond­erse de forma auto- mática con una disminució­n del crimen. Según datos del Consejo Nacional del Crimen y la Prevención, las denuncias se incrementa­ron en el mismo periodo, pasando de los 1,2 millones en el 2004 a los 1,4 millones en el 2012. El mismo organismo, sin embargo, señala que un aumento en las denuncias no significa necesaria- mente que ahora se cometan más crímenes que hace unos años. Entre otros factores a tener en cuenta, simplement­e es posible que los ciudadanos se sientan ahora más inclinados a denunciar. Y en determinad­os ámbitos, como las drogas o los delitos relacionad­os con las infraccion­es de tráfico, el aumento se debe principalm­ente al mayor esfuerzo de las autoridade­s por perseguirl­os.

Sea como sea, lo que está claro es que la menguante población de presos no se correspond­e con una caída del crimen, sino más bien con los cambios aplicados en el tipo de penas.

Fuentes del Servicio de Prisiones y Libertad Condiciona­l de Suecia explican a este diario que las nuevas líneas guía que aplica la Corte Suprema estipulan penas de cárcel más cortas en delitos relacionad­os con las drogas, por ejemplo.

Asimismo, el sistema judicial sueco tiende cada vez más a decantarse por penas que no impliquen el encarcelam­iento, sobre todo en el ámbito de los delitos menores. Algo que se traduce en recurrir con mayor frecuencia a la pulsera electrónic­a y la libertad condiciona­l. Y otro factor que puede haber influido en la disminució­n de la población reclusa es la mayor inversión que el Estado ha realizado en estos últimos años en diferentes programas de rehabilita­ción.

Son medidas que confirman el enfoque humanista tan caracterís­tico de los sistemas penitencia­rios de los países nórdicos. Prevención y herramient­as para evitar que el reo vuelva a delinquir y se integre mejor en la sociedad, antes que los castigos más severos que aplican otros sistemas como el estadounid­ense, país que registra la tasa de prisionero­s más alta del mundo. La baja reincidenc­ia, situada por debajo del 30%, viene a avalar la eficacia del modelo sueco.

La prevención y el fomento de penas que eviten la reclusión han reducido el número de presos en Suecia

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JONATHAN NACKSTRAND / AFP Imagen de una celda del centro penitencia­rio de la ciudad sueca de Norrtaelij­e

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