La Vanguardia (1ª edición)

La fractura religiosa

- HENRIQUE CYMERMAN BENARROCH Jerusalén. Correspons­al

Las constantes disputas por el acceso y el control de la mezquita de Al Aqsa y el Monte del Templo en Jerusalén, azuzadas por grupos integrista­s israelíes, añaden más leña a un fuego que las palabras de Netanyahu no consiguen apagar.

La violencia en Israel ha llegado ya a distintas partes del país con intentos de apuñalamie­nto y de asesinato en ciudades como Kiryat Gat, Petah Tikva o incluso en la parte sur de Tel Aviv, en el distrito árabe de Jaffa. Aquí, uno de los manifestan­tes que apedreó un autobús anteayer en la calle Yefet dijo a La Vanguardia: “A mí me importa menos Hamas o el Movimiento Islámico de Israel. Lo único que me interesa de verdad y que nos ha llevado a venir a la calle a protestar por primera vez desde el 2000 es el intento israelí de reocupar Al Aqsa”.

Israel desmiente cualquier intención de cambiar el statu quo en el Monte del Templo, lugar más sagrado del judaísmo, o explanada de las Mezquitas, que incluye la mezquita de Al Aqsa, el tercer lugar más sagrado para el islam. En el último año visitaron el lugar, fuertement­e escoltados por la policía israelí, unos 10.000 judíos, que consideran este lugar como el centro del mundo judío, ya que las mezquitas fueron construida­s sobre las ruinas del antiguo templo de Jerusalén.

Últimament­e, algunos diputados y ministros nacionalis­tas israelíes visitaron el lugar, lo que aumentó todavía más las protestas de la autoridad islámica que lo controla, la Wakf (que depende de Jordania) y de los jóvenes palestinos. Quizás por eso, el miércoles por la noche el primer ministro Beniamin Netanyahu prohibió de forma tajante a todos los ministros y diputados, judíos o árabes, que visiten la explanada, en un intento de rebajar las llamas de lo que se teme ya que podría convertirs­e en la tercera intifada.

El alcalde de Jerusalén, Nir Barkat, hizo un llamamient­o a la población con permiso de armas a que las lleven encima. Barkat pidió al Gobierno una política muy cauta en todo lo concernien­te al Monte del Templo. En el último siglo, este lugar provocó numerosos derramamie­ntos de sangre. Los políticos de los dos bandos, consciente­s de las pasiones que despierta, no han ahorrado declaracio­nes populistas, que en muchos casos alimentan las llamas. Ayer mismo, el ministro de Agricultur­a, el nacionalis­ta Uri Ariel, criticó la deci- sión de Netanyahu de no permitir las visitas, afirmando que eso no debilitará el terrorismo y que Israel actúa “como si fuese una mujer golpeada”. Por otra parte, el diputado árabe israelí Ahmed Tibi llamó a todos los musulmanes de la región a acudir a la explanada para salvar Al Aqsa.

Las diferencia­s empiezan por la definición de la propia explanada. Para los musulmanes, toda ella pertenece a la mezquita de Al Aqsa. Como prueba de ello, recuerdan que la mezquita no tiene un minarete como todas las demás, sino que los minaretes están situados en las cuatro esquinas del monte, lo que según ellos prueba que toda la explanada les pertene- ce y es, por lo tanto, sagrada. Por eso, para muchos palestinos creyentes, la entrada de fieles de otras religiones o de policías en uniforme es una violación de su carácter sagrado. En cambio, los israelíes consideran que el statu quo que existe desde la guerra de los Seis Días de 1967 –cuando ocuparon la zona– es el que debe ser respetado. Éste limita la soberanía israelí en el monte, dejando el control diario de la zona en manos del Wakf.

Aun así, últimament­e, los palestinos creen que Israel pretende cambiar su propio statu quo. Si se lee la prensa palestina o se ve sus programas de televisión, el mensaje es que Israel pretende que cada vez más judíos puedan rezar en la explanada en un primer término, y luego hacer lo mismo que se hizo en la Cueva de los Patriarcas de Hebrón: dividir o crear horarios diferentes de rezo y zonas de oración para judíos y musulmanes. Esta creencia proviene de declaracio­nes de grupos israelíes minoritari­os que apoyan la construcci­ón del Tercer Templo en Jerusalén. Las repetidas declaracio­nes de Netanyahu de que en ningún caso pretende cambiar una sola coma de la situación actual no convencen a nadie en Palestina.

Hace años que el Movimiento Islámico de Israel, dirigido por el jeque radical Raed Salaj, lleva a cabo campañas con la participac­ión de cientos de miles de musulmanes, en las que se acusa a Israel de querer destruir Al Aqsa y se llama a la guerra santa. Los políticos árabes de Israel y los políticos palestinos dicen en conversaci­ones privadas que el Gobierno israelí no se atrevería a levantar a todo el mun- do musulmán contra el Estado judío alterando la situación en Al Aqsa. Sin embargo, en la opinión pública y entre los jóvenes que se lanzan con cuchillos contra judíos la creencia es distinta. Para ellos, Israel está en manos de los grupos más radicales y éstos destruirán Al Aqsa en cuanto puedan para reconstrui­r el Tercer Templo.

El hecho es que, después de la guerra de 1967, los rabinos prohibiero­n a los fieles judíos visitar el monte, argumentan­do el riesgo de que pisaran el sancta sanctorum –el lugar en el que se encontraba­n las tablas de la ley– y que solo podía ser visitado una vez al año por el gran sacerdote. Sin embargo, en la última década ese tabú empezó

Medios palestinos dicen que se quiere dividir el lugar pero sus políticos creen que el Gobierno israelí no se atreverá

a romperse de forma gradual y algunos rabinos apoyaron las visitas.

Cada vez que los judíos suben al Monte, un grupo de mujeres palestinas denominada­s Murabitat gritan e insultan a los visitantes en forma de advertenci­a. La policía israelí les prohibió visitar la explanada, lo que fue interpreta­do por los palestinos como un nuevo intento de cambiar el statu quo.

Esta disputa, unida a las recientes fiestas judías del año nuevo, Yom Kippur y Sukkot y, sobre todo, la falta de horizonte, han reabierto de par en par la caja de Pandora de la violencia.

 ?? KHALIL HAMRA / AP ?? Yahia Hassan abraza a su hija de dos años, fallecida ayer junto a su madre embarazada durante un ataque israelí cerca de su casa en Gaza
KHALIL HAMRA / AP Yahia Hassan abraza a su hija de dos años, fallecida ayer junto a su madre embarazada durante un ataque israelí cerca de su casa en Gaza
 ?? AHMAD GHARABLI / AFP ?? Lugar santo. Arafat rechazó en el 2000 un pacto sobre la explanada de las Mezquitas que suponía ceder el subsuelo a Israel
AHMAD GHARABLI / AFP Lugar santo. Arafat rechazó en el 2000 un pacto sobre la explanada de las Mezquitas que suponía ceder el subsuelo a Israel

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