Tendencias suicidas en ambos bandos
Situémonos en el 10 de febrero de 2016. Las primarias de New Hampshire, celebradas el día anterior, arrojan la sorprendente victoria del senador Bernie Sanders, sobre Hillary Clinton, la gran favorita del Partido Demócrata a la presidencia. Hay quien atribuye la victoria a que Sanders es de Vermont, el estado vecino. Esta misma tarde, el vicepresidente Joe Biden tiene previsto anunciar su candidatura a la presidencia con el respaldo de la Casa Blanca y Clinton, acorralada, tirará la toalla.
¿Política ficción? Probablemente, pero no hay que olvidar que en marzo de 1968 el senador Eugene McCarthy se quedó muy cerca de ganar al entonces presidente Lyndon Johnson en las primarias de New Hampshire, lo que propició la entrada en campaña del senador Robert F. Kennedy. Dos semanas después, Johnson renunció a la reelección.
Kennedy fue luego asesinado y McCarthy perdió fuelle. El candidato demócrata acabó siendo el vicepresidente Humphrey, que, sin embargo, acabó perdiendo ante Nixon.
Muchas cosas han cambiado en la mecánica electoral desde entonces. Hoy es imposible que un partido designe a un candidato sin pasar por las primarias, como fue el caso de Humphrey. Pero, obviamente, lo que más ha cambiado es la masiva irrupción del dinero y la necesidad cada vez más temprana de financiación. Biden, por ejem- plo, no tendrá opciones de éxito si espera hasta febrero para lanzarse al ruedo.
En todo caso, el avance de Sanders –que precede a Clinton en las encuestas de Iowa y New Hampshire– ya han tenido una grave secuela: Clinton, por sorpresa, ha dejado de apoyar el Acuerdo Comercial Transpacífico (ACT) que siempre había respaldado. Estos acuerdos comerciales no gustan a los sindicatos ni al ala izquierda del partido, donde está Sanders.
¿Pueden los demócratas suicidarse con una candidatura a la presidencia como la de Sanders, un autoproclamado socialista? Puede, y de hecho ya lo hicieron un par de veces, cuando el abando- no del centro político por parte del senador McGovern (1972) y del ex vicepresidente Mondale (1984) les llevó a abrumadoras derrotas.
El caso es que el Partido Republicano también flirtea con el suicidio. Sus tres candidatos mejor situados en las encuestas presentan alarmantes debilidades. De Trump se ha dicho todo o casi to- do, con la posible excepción del ejército de amantes despechadas que sin duda irán apareciendo en los medios más pronto que tarde. La ignorancia histórica y geográfica del segundo mejor colocado, el neurocirujano Ben Carson, le llevó recientemente a situar los orígenes del islam en Esaú y Jacob, personajes bíiblicos que precedieron a Mahoma en unos cuantos cientos de años. En fin, la experiencia de Carly Fiorina al frente de Hewlett-Packard es controvertida y su única experiencia política es una amplia derrota en California cuando aspiró a un escaño en el Senado. Esto aún ha de dar muchas vueltas…
Sanders, declarado socialista, lidera los sondeos demócratas y obliga a Clinton a virar a la izquierda