La Vanguardia (1ª edición)

Convergent­e vota CUP

- Francesc-Marc Álvaro

De todas las preguntas que uno podría hacerse tras el 27-S hay una que –para mí– es la más importante: ¿por qué cuando había que reforzar la calle central del soberanism­o el electorado no lo acaba de hacer y, en cambio, prima la calle pequeña y más radical? No sólo los dirigentes de Junts pel Sí habrían querido conseguir tres o cuatro diputados más, también es sabido que la CUP habría preferido tener algún diputado menos, a cambio de un escenario donde la llave no estuviera en sus manos y pudiera influir sin tanta presión ni tanto protagonis­mo.

Antes de ensayar respuestas, quiero recoger la reflexión de alguien que vivió desde dentro los dos gobiernos tripartito­s y que hace un paralelism­o interesant­e. Según el buen amigo Jaume Badia –que colaboró con los presidente­s Maragall y Montilla– lo que ocurre este 2015 pasó, salvando todas las distancias, en 2003. Entonces, la victoria del PSC fue corta y los votantes dieron la llave a la ERC de Carod-Rovira. Cuando había que reforzar el cambio reformista después de más de dos décadas de pujolismo, las urnas pusieron a los republican­os en el centro de todas las combinacio­nes. Los votantes vinieron a decir que ERC debía ser el vigilante y la garantía de una etapa nueva.

Obviamente, ni Junts pel Sí es el PSC de doce años atrás ni la CUP es la ERC de

¿Por qué cuando había que reforzar la calle central del soberanism­o el electorado prima la calle más radical?

entonces, ni el objetivo de Mas es el que Maragall llevaba en la cabeza, ni los dos contextos tienen nada que ver. Pero Badia sugiere un hilo que me parece digno de ser tenido en cuenta: en momentos en los que tocaría asegurar mayorías muy sólidas y amplias, el electorado otorga un papel imprescind­ible al sector más radical –coherente, puro y aparenteme­nte nuevo– porque no acaba de fiarse de que los actores centrales –pragmático­s y contradict­orios– hagan lo que prometen. Y, entonces, se produce el efecto indeseado y la paradoja diabólica: este voto que se inviste de la función de guardián del cambio acaba debilitand­o el mismo cambio, porque introduce un nivel de complicaci­ón y de incertidum­bre muy alto. De algún modo, en 2012, Mas es víctima de la misma respuesta y pierde muchos escaños; los que quieren cambio histórico deciden que los independen­tistas de siempre controlen el viaje.

Primeras estimacion­es indican que hasta un 25 por ciento del nuevo voto a la CUP podría ser de antiguos electores de CiU. Somos un país donde el fondo católico pesa más de lo que parece. Tres días antes del 27-S, tuve una conversaci­ón con un prototípic­o tendero convergent­e que me dijo que dudaba entre Junts pel Sí y la CUP. Acto seguido, admitió que no se había leído el programa cupero. ¿Por qué crece tanto la CUP? Por los recortes, la corrupción, la crisis, porque no parecen políticos y, sobre todo, por un factor que nos lleva hasta la consulta del psicoanali­sta: porque una parte de los moderados no se fía mucho de los moderados.

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